Blogia
Antón Castro

MIGUEL PARDEZA, UN DIÁLOGO

30 AÑOS DE ’LA QUINTA DEL BUITRE’

[Ayer compré el último número de la revista ‘Panenka’, que dedica un monográfico a los 30 años de la Quinta del Buitre: Butragueño, Rafael Martín Vázquez, Míchel, Sanchís y Miguel Pardeza, que hizo su carrera, tan exitosa en el Real Zaragoza. Conversé con Pardeza en el Estadio Bernabéu y de ahí salió esta entrevista. En el número, por ajustes de maquetación, han suprimido la parte final de análisis del equipo y de los jugadores. Aquí está la versión más completa.]

 

ENTREVISTA CON MIGUEL PARDEZA

Miguel Pardeza (La Palma de Condado, Huelva, 1965) fue integrante de ‘La Quinta del Buitre’, jugó en el Real Madrid, fue cinco veces internacional absoluto y estuvo en el Mundial de 1990. Triunfó en el Real Zaragoza, donde obtuvo dos Copas del Rey (1986 y 1994) y una Recopa, en París, el 10 de mayo de 1995. Gracias a una llamada de Jorge Valdano, ingresó en el cuadro técnico del club blanco. Antes de nada, como si pidiera disculpas, Miguel se confiesa “hiperactivo, distraído, alguien a quien le cuesta concentrarse, alguien que pierde la cabeza por los libros”; acaba de trasladar a Madrid sus 15.000 volúmenes. La literatura es una pasión y una necesidad. De vez en cuando, como si fuera un pensador del balompié, suelta pequeños aforismos o conclusiones que ha ido sacando a medida que ha repasado su carrera.

-¿Hubo un entrenador o alguien especial que le marcase?

-Hay dos personas claves en aquella época. Uno era Sánchez, que era como un prohombre organizador de los torneos de mi pueblo, y el otro sería el entrenador de un equipo formado un poco espontáneamente con el que conseguimos llegar a aquel programa que se llamaba Torneo de TVE, que presentaba Daniel Vindel. Se llamaba Martínez. Fue un ex jugador que estuvo en la cantera del Sevilla probando suerte.

-¿Por qué le marcó tanto Martínez?

-Porque simbolizaba parte del sueño que uno tenía cuando estaba en el pueblo. Era de La Palma, había tenido su oportunidad, no había logrado prosperar, pero él tenía un talento innato para jugar. Hablamos ya del año 78 o 79. Recuerdo que conducía un Seat 127 que hoy lo llamaríamos ‘maqueado’ porque tenía tapacubos especiales, el volante forrado. Martínez fumaba Winston. Para los niños de trece o catorce años era un moderno un poco hortera que lo representaba todo.

-¿Qué consejos le daba?

-Él me dio uno de los consejos que yo nunca he olvidado. En un partido en el que me había puesto de extremo y no había tocado muchas pelotas, me cabreé. Él me lo notó y me dijo: “Más vale hacer poco, pero hacerlo bien y que sea trascendente, que intervenir muchas veces sin conseguir nada”. Es verdad que, al fin y al cabo, el fútbol consiste en una depuración de tu propio juego o estilo. Consiste en afinar mucho tu instinto selectivo porque es evidente que este es un juego de equipo, la dinámica tiene que ser colectiva, y resolver todo solo está al alcance de muy pocos. Incluso esos necesitan del aparato colectivo.

-¿Quién le descubrió para el Real Madrid?

-Torneo fue un punto de inflexión porque era una ventana. Me dieron el trofeo al mejor jugador. Cuando acabó hicieron una ‘selección española’ de los chicos que habíamos jugado, y yo fui capitán de esa selección. Luego me llamaron para venir al Real Madrid a través de los ojeadores que el club tenía distribuidos por toda España. En agosto de 1979 me vine para Madrid. Los ojeadores siguen existiendo. Nosotros tenemos 27 distribuidos en toda España.

-¿Qué pasó?

Vine asustado, porque hay que situarse en el año 1979. A las nuevas generaciones les costará creer que no había autovía de Madrid a Andalucía, que no había AVE, que los vuelos de avión eran muy escasos, que venir desde mi pueblo costaba no menos de diez a once horas. Era un chico de pueblo, del sur de España, y la capital te impresiona. Lo primero que recuerdo fue el hostal Ideal; el nombre parecía una pura ironía... Era un hostal donde en ese momento el Real Madrid tenía alojados a los chicos que veníamos de fuera a jugar en categorías inferiores. Finalmente me quedé en el infantil A, y ahí conocí a Manolo Sanchís, por ejemplo. Tenía mi misma edad, jugaba de extremo derecho y ya empezamos a entrenar en la Ciudad Deportiva, que estaba entonces en La Castellana. Estudiaba, entrenaba y jugaba. En el fútbol todo iba bien: en ese primer año me subieron a un juvenil ya, y al año siguiente me subieron directamente al juvenil A.  Era un salto grande.

-¿Cómo era usted entonces como jugador?

-Muy impaciente. Era ansioso, tenía la equivocada convicción de que tenía que resolverlo yo todo. Técnicamente era rápido, intuitivo. Lo que siempre me contrariaba era el orden táctico, tener que jugar por un espacio determinado. Me gustaba ir a mi aire, moverme con libertad. Con la edad aprendí algunas lecciones y me hice más humilde.

-¿Qué pasó en juveniles?

-Ahí empecé a encontrarme a Míchel, luego coincidí con Martín Vázquez, llegó Ochotorena también, el central Francis. Aquel año quedamos campeones en la Copa del Rey, jugamos contra el Atlético de Bilbao y le ganamos 2-1. Y luego al año siguiente hice la pretemporada con el Castilla. La verdad es que yo acorté muchísimo los plazos. Ese año jugaba con el Castilla y con los juveniles. Con el Real Madrid debuté en diciembre de 1983: siete minutos contra el Español. Tenía 18 años.

-Con el Castilla fueron campeones de Segunda División.

-Fue en la temporada 1983-1984 y ahí estábamos los cinco. Ahí se forjó ‘La Quinta del Buitre’. Míchel, Sanchís, que llevaban años aquí; Martín Vázquez, que entró algo más tarde. Acababa de entrar Butragueño...

-¿Cómo era ese Castilla?

-A mí me gusta hacer sociología. La conformación del grupo fue un poco por generación espontánea. El famoso artículo de Julio César Iglesias coronó a cinco, pero hubo mucha gente de calidad que se quedó por el camino... Todos encarnábamos unos valores. Lo que pasaba es ‘La Quinta del Buitre’ cobró una cierta dimensión porque el Madrid estaba pasando una época difícil, quizá hacía tiempo que no salían jugadores de cierta brillantez, el equipo no terminaba de funcionar en aquel momento... Todo hay que situarlo en el momento político de España, que vivía la resaca del franquismo y de alguna manera era un país que se estaba reinventando y que daba un grito de esperanza hacia el futuro. Nuestra generación se convirtió en una referencia dentro del mundo del deporte. En una referencia de cambio. Como pudo ser “la movida madrileña” u otros movimientos culturales o sociológicos. Creo que los fenómenos no pueden explicarse solo desde dentro sino también desde fuera.

-¿Qué consejos les daban, cómo se jugaba en el Real Madrid?

-No había un programa heredado de una cultura determinada. Lo que sí había era la transmisión de unos valores que percibías de inmediato: el Real Madrid era un equipo que aspiraba a ganarlo todo, era un equipo humilde, sacrificado, que intentaba ser solidario. Nunca se rendía. El entrenador, Amancio, estaba muy encima de nosotros. Nos pulía defectos. Aunque yo creo que el mayor aprendizaje lo hace uno solo: por atención, por concentración; se aprende de los propios errores.

-Vamos con ese Castilla de ‘La Quinta del Buitre’. ¿Que tenía de especial en su fútbol?

Había un Castilla anterior, maravilloso, que llegó a la final de la Copa del Rey ante el Madrid; ya fue un gran antecedente. Recuerdo que éramos una panda de tíos jóvenes, muy entusiastas, con una idea parecida de jugar. El fútbol, al fin y al cabo, es una forma de lenguaje. Y soy de la opinión de que en un equipo cuantos más jugadores hablen el mismo idioma mejor. Todos sentíamos el fútbol de la misma manera, lo veíamos igual, sabíamos cuándo había que soltar la pelota a la primera o a la segunda, cuándo había que regatear, cómo nos desmarcábamos cada uno. Teníamos una intuición comprensiva del deporte muy parecida. Y eso te facilita la tarea y es un motivo de satisfacción porque a mucha gente se le olvida que esto no deja de ser un juego al fin y al cabo. Y que el disfrute tiene mucha relación con la obtención de los éxitos. Un equipo que sufre no digo que no sea capaz de vencer, pero seguramente va a transmitir mucho menos que uno que disfruta. Disfrutar no es una idea banal o frívola: es una manera de hacer bien tu trabajo y eso te reporta la felicidad. ‘La Quinta del Buitre’ cambió la mirada del espectador español. Me gusta relacionar su eclosión con el fracaso de la selección española en el Mundial de 1982. España había dado muchos tumbos siempre fascinada por el equipo de moda, había carecido de personalidad y de proyecto. Y ‘La Quinta’ trajo una nueva perspectiva. A mí también me gusta pensar que ‘La Quinta del Buitre’, a la que luego sucedería el Barcelona de Cruyff, es un antecedente directo del fútbol brillante de ahora.

-El Madrid de ‘La Quinta’, en esta línea que usted dice, hacía un fútbol estético, preciosista, divertido, era imaginativo...

-Desde luego. Butragueño era capaz de parar el tiempo. Eso era un milagro. Pocos jugadores eran capaces de pisar el área y dejar a la gente con la boca abierta: a ver qué iba a hacer, qué se le iba a ocurrir. Generalmente cuando más te acercas a la portería más prisa tienes, y Butragueño era lo contrario. Cuando más se acercaba al área, menos prisa tenía. Y eso dejaba a la gente perpleja: buscaba soluciones nuevas e inesperadas a la jugada de ataque.

-Había otra cosa curiosa: el juego que hacían Hugo Sánchez y él, tan complementarios...

-Hugo Sánchez era muy inteligente. Los dos eran muy inteligentes: Hugo, más rematador, menos elaborador, pero sabía cómo y en qué momento iba a terminar la jugada. Esa es una virtud de un gran goleador. Es un poco como Raúl. Raúl quizá haya sido el jugador más inteligente que ha pisado un campo de juego. Tenía la línea del desarrollo de la jugada en la cabeza. Llevaba siempre un segundo adelante con respecto a los demás. Es como si en un espacio oscuro tú tuvieras unas gafas que te permiten ver en la oscuridad. Aunque la gente no se lo crea, el juego muchas veces está enmarañado, ofuscado, entre tinieblas. El juego puede ser un espacio oscuro y tienes que ir buscando espacios llenos de luz. Y hay gente que va por delante, con la intuición, con un sexto sentido, con un talento especial. Raúl es el principal representante de esa escuela de jugadores. Un futbolista que ilumina el túnel del juego. Y Hugo Sánchez, claro, que tenía un gran remate con las dos piernas.

-Usted estaba en ‘La Quinta del Buitre’, pero es el único que no ha llegado a triunfar o a consolidarse en el Real Madrid. ¿Cómo lo vivía, le dolía?

-Al principio sí, claro. Yo había estado con Di Stefano prácticamente un año entero, luego por composición de la plantilla se pensó que debía estar un año más en el Castilla. Al año siguiente el equipo se había conformado... Se me planteó la posibilidad de quedarme o de irme cedido al Real Zaragoza en la campaña 1985-1986. Y eso fue lo que elegí. Me encontré con un equipo fabuloso: hicimos un año extraordinario, fuimos cuartos en la Liga y ganamos la final de la Copa del Rey al Barcelona. Entonces el Zaragoza venía de una tradición de grandes jugadores y plantillas, quería jugar bien al fútbol. Para irse fuera del Real Madrid si había atractivo en ese momento era el Real Zaragoza. Volví a Madrid para la temporada 86-87 y me encontré con el equipo todavía más consolidado, con gente joven, con mucho talento. Se estaba forjando el que iba a ser un ciclo irrepetible de hegemonía absoluta en el fútbol español.

-Usted llegó a ganar una Liga, ¿no?

-Sí, la del 1986-1987, y bueno estuve aquí ese año, participé en 26 o 27 partidos, los titulares arriba eran Butragueño y Hugo Sánchez. Nadie quería que me marchara, pero por mi temperamento y por la ansiedad me planteé irme. Yo quería jugar. Comprendí que solo había un periodo para jugar al fútbol y hay que aprovecharlo. Sobre todo quería jugar. En Zaragoza había sido feliz, me habían tratado muy bien y decidí comprometerme con el club de una manera más firme.

-Y estuvo muchos años...

-Yo tuve suerte. Cogí una época extraordinaria del club. Se llegó a hacer una plantilla muy competitiva, con jugadores de grandísimo talento. El Zaragoza jugó muy bien al fútbol y consiguió llegar a tres finales seguidas, dos de Copa y una Recopa. Yo fui internacional absoluto en el Zaragoza, conseguí meterme en la lista del Mundial del 90, así que me considero un afortunado.

-¿Por qué no triunfó el equipo de ‘La Quinta del Buitre’ en Europa?

-Yo creo que eso lo explica la mala suerte, en un principio. Hubo momentos en que se pudo llegar a la final de la Copa de Europa como mínimo, especialmente en aquella semifinal contra el PSV, el Madrid fue claramente superior... Para ganar se necesita también tener algo de suerte; luego, cuando salió de ese proceso de mala fortuna, se encontró con el Milan de Arrigo Sacchi, que era un equipo excepcional, casi inimitable, que revolucionó el fútbol por el juego de conjunto y por sus individualidades. Entre esas dos cosas se explica esa decepción. Pero fíjese si era grande aquel equipo que sin ese título estelar se sigue hablando de él como uno de los grandes momentos del Real Madrid y del fútbol español.

-Una sospecha, ¿era un equipo un poco frágil?

-No. Se ha quedado esa sensación porque cuando un equipo se queda a las puertas del triunfo en Europa, o con algo por decir, se habla de frustración o aparecen las conjeturas más amargas. Ese equipo ‘frágil’ ganó cinco Ligas seguidas. Se dice pronto.

Háganos, por favor, un retrato de sus compañeros. ¿Butragueño?

Era un tipo de una creatividad inmensa. Con un desparpajo insólito. Butragueño vino virgen de tácticas, consignas y trabas al Real Madrid, vino tarde, con casi 19 años, y esa falta de bagaje académico le permitió desarrollar su talento de una manera muy natural.

-¿Rafael Martín Vázquez?

-Era un portento de facultades físicas y técnicas. Con una elegancia y una plasticidad fuera de lo común.  Tenía un tren inferior fortísimo que le permitía no solo jugar, sino hacer cambios de ritmo, tenía salida con las dos piernas, y le permitía quitarse a los contrarios con gran facilidad. Poseía un juego de cintura extraordinario.

-¿Míchel?

-Es el jugador más fino que yo he conocido. Toda la técnica que se pueda concentrar en un jugador creo que la tenía Míchel. No era especialmente rápido pero tenía una habilidad enorme para buscarse ángulos para sus centros medidos...

-¿Sanchís?

-Era un tío motorizado. Lo hacía todo bien. Con una personalidad impresionante. Empezó de extremo. Era un todo terreno. Lo que más me gustaba de él era la salida de balón que tenía, poseía una gran potencia en las piernas. Se anticipaba bien.

-¿Y usted? ¿Cómo fue Miguel Pardeza?

-Si al principio era explosivo, veloz, ansioso; luego sufrí dos lesiones, una de menisco y una de osteopatía de pubis, perdí velocidad... Y fui perdiendo volumen o presencia de juego. A mí me costó comprender que el fútbol al final también son números. No solo es el puro recreo del juego, no solo es dejarte llevar por tu instinto y tu imaginación. A mí me gustaba abarcar más campo que el que debía, y los años te van reconvirtiendo. Me hice un jugador más sensato. Más definitivo, en cierto modo.

 

*Las dos primeras fotos son del archivo Marca; la del Real Zaragoza del blog ’20 minutos’.

 

1 comentario

lector -

Genial, muchas gracias por ponerla. ¡Viva la cultura y el fútbol!