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Antón Castro

NOTAS SOBRE MI VISION DE FACEBOOK

LA VIDA, SEGÚN FACEBOOK

 

He sucumbido a la fascinación, a la variedad y a la inmediatez de Facebook. Es otra forma de plaza universal, de enciclopedia entre vertiginosa, impresionista y arbitraria de las pequeñas y grandes cosas de la vida. El muro tiene algo de palimpsesto o de borrador de mucha gente que escribe y se confiesa, que se desnuda, que declara sus obsesiones, siempre hay sorpresas, manías, ‘boutades’, frivolidades a mansalva y a la vez es fácil detectar un trabajo de fondo, que también los hay. Trabajos con voluntad de permanecer, sólidos, metódicos incluso en la secuencia temporal en que se presentan. Facebook es el registro de numerosos estados de ánimo: por ahí pululan el enamorado permanente, el amante del amor, el escritor compulsivo, el exhibicionista, el viajero, el buscador de incitaciones y excitaciones, el curioso, el que utiliza Facebook como un pequeño periódico o un pasquín donde denuncia los males del mundo o los excesos de la política. El columnista. El dominguero, el turista accidental, el que se asoma llamado por la curiosidad y que acaba cansándose. Y también están el que saluda al día, el que se da ánimos a sí mismo colgando una canción, poniendo un fragmento de una película o seleccionando una cita o un poema. El habitante de Facebook cree en las variadas formas de contagio más o menos cultural y suele buscar esa manera de aprobación de los otros que es el Me gusta. Si no hay ningún ‘Me gusta’ podría parecer que algo no va del todo bien.

Facebook es una casa de amigos. Amigos superficiales, a vista de pájaro, amigos que desearías tener, amigos que recuperas, amigos que vuelven de los rincones oscuros del tiempo. La amistad es otra cosa desde que existe Facebook. Vas a un sitio y alguien te dice: “¿No me conoces? Somos amigos en Facebook”. Otro te reprocha: “Te he pedido amistad hace seis meses. Y no hay manera... ¡Qué selectivo eres!”. También está aquel, elogioso, que te recuerda “Qué fotos tan maravillosas pones. ¡Esas chavalas me encienden!”.

El amor es uno de los temas fundamentales del medio. Siempre hay un sinfín de poetas que escriben, casi monotemáticamente, de amor. Amor, sexo, mujeres, hombres, cuerpos, la ternura y la sentimentalidad. El deseo, el encuentro con la amada... Eso sí: el amor ajeno, en sobreabundancia, nos resulta empalagoso. Hay mucha gente que tiene el amor como a su gran dios. Un dios que merece hasta seis o siete poemas al día, con foto más bien tórrida. También hay quienes hablan de amor a las ciudades (Carmela Fernández López: “Pontevedra gloriosa, sublime, grandiosa... Te echo tanto de menos que, en este momento, moriría por ti”); otros narran que acaban de tener un coito estupendo y hay noticias que parecen escritas por hombres: “Poco sexo puede provocar la muerte súbita en las mujeres. ¿Estás teniendo sexo con frecuencia? Si no es así, mujeres, a preocuparse!!!”. Facebook también es el lugar de amor a la palabra, a los libros, a los escritores, a la pintura, a los viajes y a la gastronomía... Es un maremágnum donde cabe todo con su haz de sorpresas: te asomas, ves un torbellino, un acento, una flecha en el aire, la frase que andabas buscando y la compartes o te la quedas en el fondo de tu escritorio. Te asomas y a veces hasta te quedas patidifuso: alguien anuncia que ha muerto Ronaldinho. Miras, y era mentira. En Facebook también existe el reino de la impostura. Miras y alguien anuncia que ha muerto Concha García Campoy; lo compruebas y era cierto: se ha ido la voz cálida, la periodista luminosa, la mirada limpia de una mujer que amaba su oficio y la poesía de la comunicación: te hablo a ti con lo mejor de mí misma.

 

Facebook no sería nada sin el azar. No se pueden seguir todo el rato a los 5.000 amigos que podrías tener. Y que algunos tienen. En Facebook se tejen campos muy peculiares de afinidades. A veces entras y encuentras cosas triviales o conmovedoras, fogonazos, impulsos, estímulos, efemérides. El mundo es ancho y ajeno y la gente está muy viva. Lo recuerda todo. El muro puede deslumbrarte en cualquier momento. Lo fundamental es no caer en la ansiedad. Lo mejor es decir aquello de ‘Pasaba por aquí’ (que es el lema de uno de mis fotógrafos favoritos: Vicente Almazán, diseñador y publicista toda su vida al que un día recomendaron la fotografía como actividad y como terapia). Y a la vez en Facebook es importante tu propio azar: a veces alimentas el muro, tu página, de cosas que guardas, de cosas que lees, de la cita que hallas en el periódico durante el café o en el tablet, de una llamada de teléfono. No busco, encuentro, decía Picasso. A veces, en Facebook, el azar es como un río de afluentes incesantes, una ventana que se abre a todos los horizontes y a todos los paisajes. ¿Por qué ibas a hablar hoy de Albert Camus, de Louise Bourgeois, de Romy Schneider, de Picasso y sus mujeres o de Wislawa Szymborska? ¿Por qué ibas a recordar a un familiar, mi cuñado José Antonio Ortuño, que está en la Fe de Valencia esperando un pulmón? ¿Cuándo pensaste que ibas a hacer un álbum de fotos de Marilyn Monroe o de Truman Capote? No estaba previsto. A mí me gusta mucho ese aluvión de nombres, de imágenes, de causas y azares. Me gusta la vida tal como viene sin premeditación y alevosía. Y por lo regular, el Facebook, como la red en general, es tan adictivo, que querrías tener más vidas, más horas, más ojos, para llegar a todo. Con el periodismo me ocurre lo mismo.

 

No me gustan mucho los blogs narcisistas, esos en que parece que más allá de uno mismo no haya nada. Solo el apocalipsis y el silencio. Por eso, con Facebook me gusta mucho otra cosa: mi condición de editor amateur pero persistente. Edito textos de otros, de mayor o menor extensión, y edito sobre todo a fotógrafos.

 

Me encanta la fotografía. Me apasiona desde hace muchos años. Habría querido ser un buen fotógrafo y ahora me conformo con ser un modestísimo lector y buscador de imágenes. Me gustan muchos fotógrafos. Muchísimos. Es raro el día que no descubro uno, dos, tres. Españoles, polacos, norteamericanos, italianos, japoneses, chinos. El año pasado en Santander descubrí a un cursillista: Carles Domenèc. Siempre ando a la caza de un buen retrato, de una foto de reportaje o de fotos de bicicletas. Siempre encuentro. Y ahí están: a veces pido permiso y otras veces hago una glosa, digo de quien son las fotos y cuelgo una imagen o una pequeña serie. Facebook me gusta también por esto: porque es rápido, las fotos se ven muy bien, puedes poner cualquier tamaño. A veces me imagino que soy editor de fotografía como lo fueron Luis Magán en el País o lo es Chema Conesa en ‘El Mundo’. Publico series. De mucha gente poco conocida y descubro fotógrafos para mucha gente y para mí. Fotos de todo: de reportaje, retratos, interiores, retratos de escritores y artistas, fotos camp y vamp, desnudos, fotos de bellas mujeres (soy mujerista, esteta y mitómano).

 

Les cuento brevemente. Publico a muchos fotógrafos: a Gustaff Choos, a Vicente Almazán, al Colectivo Anguila, a Ana Moreno, a Luis Rabanaque, a Paco Cuenca... Este señor era un cantante, que acaba de ofrecer un concierto donde hacía tres recitales de Jacques Brel en el Olympia; un día me dijo que su pasión era la fotografía y lleva ya una treintena de entregas de fotocuentos. Me gustan las fotografías y me gustan las historias.

 

Lori Needleman. Una de las historias más bellas es la de Lori Needleman. Una joven norteamericana que trabajaba en las producciones de Hollywood. Un día, durante un viaje a Italia, vio que en Teruel se celebraban las ‘Bodas de Isabel’, toda una representación teatral en la que participa todo el pueblo. Se cuenta la historia de Isabel de Segura y de Diego Marsilla, que son como ‘Romeo y Julieta’ pero en Teruel. Ella vino a la pequeña capital, contempló lo que pasaba, el color, el cariño, el entusiasmo. Volvió y se hizo amiga de la coordinadora de los actos: Esther Esteban. Esta le puso un asistente, alguien que le enseñase cuánto ocurría, las claves, etc... Y justo el día que iba a marcharse para Estados Unidos, quizá para siempre, ocurrió algo especial, magnético: Lori y su anfitrión se miraron de otro modo. Y luego, gracias a la red, al teléfono, al Facebook, forjaron su amor. Él se fue a Estados Unidos; y al cabo de un par de años o así regresaron a Teruel. Ella hace fotos, da clases de inglés y este año ha sido la pregonera de Las Fiestas de los Amantes. Ella se llama Lori, ya lo he dicho, pero él se llama Diego. Son los amantes contemporáneos de Teruel. En Facebook siempre encuentras historias de este tipo.

 

Las historias están vinculadas a la escritura. A los sueños, a mi condición de contador de historias y de oyente de fábulas. Facebook es un laboratorio de pruebas, y también es mi propio almacén: ahí están muchos reportajes, entrevistas y artículos que voy publicando en periódicos, revistas, catálogos de arte... Y también es un puerto de llegada: a veces dejas ahí los poemas, los cuentos, los fragmentos de novelas, las cartas que me envían. No soy un pensador, pero sí me gusta contagiar pasión por las cosas, compartir lo que conozco, lo que descubro...

 

Le pregunto a una escritora, Olga Bernad, blogera compulsiva, que me explique cómo ve el blog y el facebook. Me dice: “El blog me entristece. Al Facebook nunca lo amaré lo suficiente como para que me ponga triste, pero el blog se acabó. Y era perfecto. El Facebook es como saludarte por la calle, el blog era prepararte para una cita e ir con tu mejor versión, lo mejor de ti. Y siempre temblaba un poco”. Manuel Vilas, en cambio, va a publicar un libro sobre sus entradas de facebook. Dice: “Utilizo Facebook como un formato literario. Para mi Facebook es literatura y todo lo que escribo allí es literatura”.

 

 

Quizá el Facebook tenga algo de superficial. De poco elaborado y de caótico. No cabe duda. Sé que ya pertenece al pasado porque todo va que vuela, pero a mí me sigue pareciendo una magnífica lección de sociología. Nos dice un poco cómo somos, cómo podemos comprometernos, qué nos obsesiona, cómo nos sumamos a líneas de pensamiento un tanto inconsistente, con qué nos comprometemos, contra quien o contra qué nos rebelamos. Nos precipitamos, caemos en la descalificación espontánea, desde luego. Y a la vez es una fuente permanente de información, de avisos, de cuánto ocurre, de la riqueza de opciones. Existe la censura o la posibilidad de denuncia, pero con todo es un territorio de mucha libertad. Y tiene otra condición: puede convivir con el diario, con el blog y moverse a la perfección en ese territorio tan híbrido e inagotable de los links.

 

*Esta foto de Rodney Smith la he tomado de aquí:

https://antoncastro.blogia.com/upload/externo-e98407265dacca5df2ca5226aba379a6.jpg

1 comentario

Vicente -

Buena reflexión.