LOS MODLIN, POR PACO GÓMEZ
QUÉ BELLO ES VIVIR.
El escritor y periodista Paco Gómez siguió durante diez años la pista de una familia norteamericana
Los Modlin: arte, locura y Apocalipsis
Uno de los retratos de los Modlin: Margaret pinta uno de sus cuadros con modelo. ARCHIVO GÓMEZ /FRACASO BOOKS
“Diez años han pasado desde que los Modlin irrumpieron en mi vida por azar. Ha sido una experiencia intensa e irrepetible persiguiendo las sombras y los sueños de unas personas a las que nunca conocí”. Así abre Paco Gómez (Madrid, 1971), escritor y fotógrafo, la crónica de una búsqueda obsesiva: ‘Los Modlin’ (Fracaso Books). Todo comienza cuando su cuñado Marcos, en la primavera de 2003, le llama y le dice que vaya a “echarle una ojeada a una montaña de fotografías que alguien acaba de tirar al suelo” en la calle del Pez de Madrid. Paco Gómez, que fue asistente del fotógrafo y experto en revelado Juan Manuel Castro Prieto, es un enamorado de los objetos que se encuentran en las basuras e incluso llegó a trabajar de basurero.
Acudió de inmediato y aún pudo rescatar un buen puñado de fotos. Gómez se pregunta: “¿A quién pertenecían aquellas imágenes? ¿Qué tipo de persona puede tirar unas fotografías tan íntimas?”. Tardó casi un año y medio en volver a ellas: entonces, se dio cuenta de que se repetían tres personajes. Una pareja adulta y un joven adolescente que “posaba teatralmente, clamaba al cielo en ropa interior con los brazos en alto, mirando al sol, como si esperase recibir el maná divino o sujetara objetos invisibles”. El hombre maduro hacía lo mismo. En una foto, Gómez descubrió que saludaba a actores tan conocidos como Antonio Ferrandis o José Sacristán y que ella aparecía en una fotografía con Ángela Molina.
Poco a poco, a este “detective de pacotilla”, como se define Paco Gómez, le sonríe el azar: un día le hace una foto a su amigo el fotógrafo Juan Millás y ve que en su estudio hay un marco con cuatro pequeños retratos de “una mujer de rasgos judíos, nariz grande y ojos almendrados. Tenía el pelo negro como el carbón y un aire a Maria Callas”. Su amigo le dice que se llama Margaret y que “fue una pintora famosa que murió”. Esa instantánea se la había regalado a Millás una amiga que la había encontrado en la calle del Pez la misma noche en que él había ido a recoger las fotos.
Gómez casi se puso histérico: puso en Google “Margaret, pintora y calle del Pez”, y apareció un reportaje de ‘El País’ donde se decía que se esperaba un mecenas para salvar la obra de la pintora americana Margaret Modley Modlin, que había fallecido en 1998. En el artículo se decía también que cuando Margaret falleció, “su marido Elmer se sumió en la desesperación y quiso que todo se dejase como su mujer lo había dejado”. Gómez logró entrar en aquella casa fantasmal y arrasada por el polvo.
Gómez siguió un auténtico sendero de pistas que se bifurcan y recompuso la biografía de esta familia enigmática. Elmer, el padre, había sido actor, testimonial o secundario, de muchas películas, entre ellas ‘La semilla del diablo’ de Roman Polanski. Era un amigo y admirador del escritor Henry Miller. Pacifista convencido, se había casado con la rica Margaret y creía sinceramente que ella era una grandísima pintora. Ambos pensaban que, en los años 60, Estados Unidos iba hacia una guerra segura y se vinieron a España. Él aquí continuó haciendo pequeños papeles y ella hacía cuadros más bien relamidos, parecidos a algunos de Dalí, que hablaban de la divinidad y del Apocalipsis. Tanto Elmer como su hijo Nelson solían ser sus modelos. Margaret trabajaba a partir de fotos e idolatraba a su hijo Nelson: lo consideraba algo así como un dios. El joven, muy inteligente y en apariencia pragmático, intentó alejarse de aquel ambiente enfermizo. Fue capaz de convertirse en un empresario solvente del mundo del cine, grabó anuncios y vivió varias historias de amor: la más famosa fue con la presentadora de TVE Olga Barrio (la única que no ha querido hablar), y finalmente, igual que le había pasado a su madre, falleció de un infarto de corazón en su último refugio: Brihuega.
Los cuadros se quedaron un tiempo en la casa de la calle del Pez; luego pasaron a los bajos de un colegio de Móstoles y al parecer ahí siguen. Las pesquisas de Paco Gómez han dado lugar a una novela y un documental de Sergio Oskman, que ganó el premio Goya de 2012. “Los Modlin lo habían sacrificado todo para alcanzar la fama”, dice. La realidad casi siempre dicta las historias más inverosímiles.
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