ANA PÉREZ CAÑAMARES: POEMAS
[Ana Pérez Cañamares acaba de publicar en Devenir el poemario 'Las sumas y los restos', que recibió el premio Blas de Otero. Tiene la gentileza de enviarme una selección de poemas.]
Despierta cada día con orgullo
por haberte traído hasta aquí.
Pero para viajar más allá del espejo
arrepiéntete. Arrepiéntete.
Antes de salir al mundo, levanta
un memorial a los ahogados.
Sus cuerpos son los escalones
que te llevan hasta la calle.
*
Para Vicente y las Pandoras
Primeramente quise ser cada hombre
cada mujer.
Creí que el mundo
-conmovido por mi afán-
se dejaría descifrar
como un jeroglífico.
Pero ni la vida es una sopa de letras
ni yo he llegado a aprender
el abecedario.
Y aunque primeramente quise encontrar
la palabra exacta
para cada cosa
ahora soy por fin una niña que balbucea
fascinada por la belleza
de su fracaso.
*
Ahora lo entiendo. Por mucho
que haga garabatos en la agenda
la vida tiene sus propios planes.
Yo propongo bocetos.
La vida pinta cuadros.
Sólo ella tiene todos los colores.
*
Para Varsovia
Estoy tomando una cerveza
frente a lo que fue tu casa.
Ahora tu casa es un símbolo
y los símbolos no son habitables.
Para ti debió de ser
lo que nunca tendrían
que dejar de ser las casas:
entrechocar de platos
risas que estallan
sábanas estiradas para proyectar
la película velada del sol:
una película que habla de felicidad
o cuanto menos
de la seguridad de un refugio.
Refugio del trasiego y los ruidos de la calle.
Nunca del horror.
A través de los visillos
el horror no se presupone.
Me cuentan historias. Soldados
lanzando niños a través de las ventanas.
Soldados cortando barbas y patillas
a navaja, en la calle, carnavales de humillación.
Me cuentan historias, pero tu casa
no parece propiedad del infierno.
Está vieja, sí, y hay algún agujero de bala
bajo un alféizar, como marcas de los dedos de dios
al hundirse en arcilla. Distinguiendo
a los elegidos de los condenados.
A pesar de todo, como todas las casas,
sigue teniendo algo
de tierno y de inexpugnable.
Estoy bebiendo una cerveza.
No a mi salud, ni a la tuya.
¿Qué podría decir de ti?
De ti no tengo recuerdos
y siento pudor de imaginarte.
Tengo memoria de la humanidad.
Aún la tengo. Y tengo también una casa.
La recuerdo ahora: los platos
las sábanas, las cortinas, la puerta:
el foso que ningún ejército
ha puesto a prueba. Los tesoros
que me delatan como ilusa propietaria.
Pero más allá o más acá de las casas
hay un lugar. Un lugar que
aunque queramos compartir
aunque quieran invadir
no es un territorio ni una ruina.
Es el lugar al que escapaste
un segundo antes de que la puerta
fuera derribada. O un segundo después.
Cuando comprendiste que las casas
pueden parecernos un universo
pero ni siquiera son un país.
Y un grito en otro idioma
las derrumba como cabañas de paja.
No soportan la violencia de los extraños.
Tiene que haber un lugar.
El lugar que no me revela tu foto.
El lugar que otros no destruyen
con palabras o con bombas.
Rata allí no significa nada.
El dolor puede nublarlo
pero no lo tapia.
Es el gueto que levantamos
dentro de nosotros.
La tumba que elegimos ocupar.
No la que nos señalan.
El búnker dentro de ti.
*
para Gsús Bonilla
Lanzamos mensajes de texto
correos electrónicos
entradas en bitácoras
igual que los náufragos
lanzaban al mar sus botellas.
Pedimos que nos rescaten
de nuestras islas sin playas.
Como siempre, hay mareas
turistas y mirones numerosos
y sólo de vez en cuando
uno entre la multitud
entiende nuestra letra.
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