RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ ESCRIBE DE LOS INTELECTUALES Y EL PODER
Ramón González Férriz, responsable de la edición española de ’Letras libres’ -a raíz del libro ’la caza de los intelectuales’ de César Antonio Molina, un hombre que conoce como nadie los resortes del poder y la cultura y que los ha ejercido en ’Disidencias’, de Diario 16, el Círculo de Bellas Artes, el Instituto Cervantes y el ministerio de Cultura-, reflexiona sobre los intelectuales y el poder en su blog. Aquí puede seguirse...
http://gonzalezferriz.com/post/85064357346/intelectuales-despues-del-poder
INTELECTUALES DESPUÉS DEL PODER
Por Ramón GONZÁLEZ FÉRRIZ
Aunque antes era habitual que los intelectuales participaran en política -Pérez Galdós, Ortega y Gasset y Manuel Azaña, por ejemplo, fueron políticos una parte de su vida-, ahora es poco frecuente. La política se ha especializado mucho como profesión. Y parece, además, que los intelectuales que recientemente decidieron dar ese paso, si no lo lamentaron, sí salieron decepcionados. En ese sentido, hace poco, César Antonio Molina recordaba su paso por la política -y se quejaba de haber recibido un trato desdeñoso por mostrarse culto y haber sido despedido sin buenos argumentos-; hace ya años, Jorge Semprún escribió un estupendo libro con recuerdos parecidos, Federico Sánchez se despide de ustedes.
La sorprendida amargura con la que en muchos casos los intelectuales recuerdan su paso por la política, su gran decepción con ella, tiene al menos una paradoja, o eso me ha parecido a mí estos días pensando en ello. Un intelectual clásico, por definición, es alguien formado en la gran tradición literaria y filosófica que, por ceñirnos a Occidente, va de la Biblia a Shakespeare, de las tragedias griegas a la filosofía del renacimiento, del pensamiento ilustrado a la gran novela decimonónica; por no hablar, por supuesto, de la historia de la gran política a la pintura de corte. Lo curioso es que en todas estas obras, disciplinas y momentos históricos, la política es presentada como algo cruel, lleno de gente vanidosa y muchas veces malvada, donde la traición es inevitable -y a veces es un arte- y la mentira algo ineludible. ¿Cómo puede ser que estos hombres cultos y buenos profesionales creyeran, en el momento de dar el paso a la política, que la realidad iba a ser distinta de lo que la tradición de la que forman parte les había dicho mil veces, de mil maneras? ¿En serio olvidaron toda esa larga serie de advertencias -en forma de dramas, de tratados, de biografías- de que el poder puede ser agradable para el ego, y sin duda un servicio público, pero que el paso por él nunca le deja a uno indemne y la sensación de derrota acompaña siempre?
También puede ser, claro, que conocer el gran pensamiento, la gran literatura y las grandes obras de arte sobre la política y el poder no sirvan de casi nada cuando uno se asoma a la política y el poder de verdad. No es una idea agradable.
*Peio H. Riaño conversó con César Antonio Molina y publicó este texto en ’El confidencial’
“Un intelectual es una persona con una formación que le ha procurado un prestigio social y que puede emitir una opinión pública, sin nada a cambio. Y un político es una persona que defiende sus ideas partidistas de manera libre, cuyo fin es que se pongan en práctica”.
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