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Antón Castro

XAVI, EL CEREBRO Y SU MELODÍA

REGATE EN EL AIRE

 

Xavi: el cerebro y su melodía

 

El adiós de España, en esta primera fase, supone la despedida de Xavi Hernández de la selección. Es el adiós de un futbolista imperial que ha marcado un estilo a partir, sobre todo, del campeonato de Alemania-2006. Aunque ya había debutado en Japón y Corea del Sur-2002, sería cuatro años después cuando demostrase su gran clase, su personalidad, su inteligencia y una estética singular basada en el amor al balón, en la depurada técnica, en la triangulación incesante y en un peculiar sentido del ritmo.

Xavi es un futbolista de la estirpe de Panizo, Manolo Velázquez, Lapetra o Luis Suárez. Le costó hacerse con un sitio en el espléndido Barcelona de Frank Rijkaard, liderado por Márquez, Deco, Eto’o y Ronaldinho, especialmente, pero en cuanto le dieron confianza empezó exhibir su clase, y fueron muchos quienes han elogiado su pierna derecha. Cruyff le afeó hace años a Iván de la Peña que careciese de pierna izquierda, pero a Xavi le bastó solo una para tocar el cuero, marcar la pauta, dominar la confusión; la otra era un apéndice para correr o el punto de apoyo: nadie ha sabido dar la vuelta sobre sí mismo y esclarecer de golpe, con ese gesto sencillo, el espacio. Entonces levantaba la cabeza e iniciaba la avanzadilla, toque a toque.

Xavi Hernández fue determinante en la Eurocopa de Austria y Suiza-2008. Allí, con sus movimientos, con su inmensa capacidad de trabajo y con esa facultad inefable para interpretar el juego y ordenarlo a su antojo, fue el centrocampista más imaginativo: el perfecto director de juego. El arquitecto del verdín. Fue elegido el jugador del campeonato con toda justicia y desquició a Ballack, con suavidad, acariciando el balón de lado a lado, moviéndose de forma invisible.

Algo parecido hizo en el Barcelona de Guardiola. Era la encarnación de la voluntad de Pep. Siempre ha sido elegante, espontáneo, ha sabido asociarse y buscar la luz del último pase, y no le importaba rondar el marco contrario. En el remate ha sido un poco conservador: hubo instantes en que Xavi habría podido ser tan decisivo y tan goleador como su compañero Deco.

En el Mundial de Sudáfrica-2010 Xavi estaba en su apogeo y en su madurez. Había sido elogiado por doquier, y lo sería aún más cuando asumió el gobierno de un equipo espectacular, que buscaba la plasticidad, que quería adueñarse del juego y hermosearlo, y que ganaría el título ante Holanda. Xavi estuvo a un nivel muy alto en un torneo exigente en el que España puso sobre el terreno su técnica, el arte del control, la paciencia y un indesmayable sacrificio.

Xavi siguió acaparando elogios y premios. Del Bosque reconoció que era “la bandera de la selección en el campo”. El equipo dependía de su lucidez, de su ambición, de su ritmo, de la armonía de su manual de geometría. Otros han dicho que en la selección  jamás ha habido un jugador tan importante como él, tan carismático, incluso desde el silencio. Hasta Pelé aseguró que con él y con Iniesta habría sido mejor.

El último gran momento de Xavi fue en la Eurocopa de Polonia y Ucrania-2012. Pareció no estar a su máximo nivel, pero en la final fue la gran estrella. Realizó un partido magistral: se disfrazó de mago, vio huecos que solo él podía ver, inventó pases y desarmó a Pirlo y a sus compañeros. Xavi, el centrocampista técnico, la brújula de todos los pases, ha hecho más kilómetros que nadie. No ha llegado bien a Brasil y se irá a Catar. Con su amarga despedida, también se adhiere al recuerdo una sensación indeleble: la memoria del buen fútbol y la culminación de un sueño imposible, que han diseñado Luis Aragonés y Vicente del Bosque, y que han ejecutado un puñado de futbolistas condenados a la inmortalidad.

 

*Este texto aparece hoy en mi sección 'Regate en el aire' de Heraldo de Aragón. La foto es de Wikipedia.

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