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Antón Castro

DALÍ Y LORCA: UNA PASIÓN TRÁGICA

DALÍ Y LORCA: UNA PASIÓN TRÁGICA

A PLENO SOL. ‘Querido Salvador, Querido Lorquito’ (Elba) es el volumen de la correspondencia entre el pintor y el poeta, su historia de amor imposible en algo menos de medio centenar de cartas. Tuvo su gran momento en Cadaqués, en el verano de 1927.

 

 

La pasión erótica y trágica de Lorca y Dalí

 

 

 

Salvador Dalí y Federico García Lorca en Cadaqués en el intenso verano de 1927. 

 

Antón Castro

Salvador Dalí (1904-1989) y Federico García Lorca (1898-1936) vivieron una apasionada historia de amor, de amistad y de complicidad artística e intelectual que sigue generando debates y dando lugar a libros como ‘Querido Salvador, Querido Lorquito. Epistolario, 1925-1936’ (Elba. Barcelona, 2013. 268 páginas), la crónica de lo que “fue un amor erótico y trágico por el hecho de no poderlo compartir”, tal como explicó el propio Dalí en una carta a ‘El País’ en 1986. La edición, tan minuciosa como apasionante, es de Víctor Fernández y de Rafael Santos Torroella.

Dalí y Lorca, de buena familia, se conocieron en la Residencia de Estudiantes en 1923. La amistad surgió de inmediato por “total antagonismo” de ideas, de concepción artística, de personalidad. La fascinación fue recíproca y eso se percibe en una correspondencia que explica también la intrahistoria de la generación del 27, el surrealismo, los putrefactos (término acuñado por Pepín Bello) y los caminos tan distintos que seguirían cada uno. En el volumen se cita varias veces a Agustín Sánchez Vidal, quien recuerda “el poder de zapa” del cineasta aragonés, que logró arrancar a Dalí del lado de Lorca, “iniciando inmediatamente una colaboración conjunta que desemboca en las dos obras maestras del cine surrealista: ‘Un perro andaluz’ y ‘La edad de oro’”.

El epistolario recoge cartas y postales de Lorca, de Dalí, de Anna Maria Dalí (con Lorca tuvo una gran amistad; el poeta sí vivió una experiencia sexual con Margarita Manso), del padre de ambos y de Lidia Noguer, una amiga de la familia y de Eugenio d’Ors, que le felicita por el éxito de ‘Mariana Pineda’, la obra teatral que se estrenó en 1927 en el Teatro Goya del Centro Aragonés de Barcelona con decorados del propio Dalí y con Margarita Xirgu de primera actriz.

El epistolario presenta dos caracteres muy distintos: el de un malabarista verbal, afectuoso, que se siente cómodo en las relaciones familiares (“Nuestra casa tiene ya algo de la calidad de tu amistad”, le dice Dalí a Lorca desde Cadaqués en 1925), y el de un pintor, un auténtico Dalí esponja capaz de teorizar sobre arte e iconografía –Miró, Vermeer, San Sebastián, las nuevas tendencias, Fortuny…- y de elaborar juegos de palabras y de componer versos. En medio quedan los sobreentendidos, la tensión del amor y el sexo, las colaboraciones y el deseo de verse. Dalí empieza tratando a Lorca de “hermano”; luego le pide “escríbeme mucho cada día, o cada dos días. Yo a veces ya casi lo hago”. Y en ese mismo noviembre de 1925, le manda un dibujo y esta dedicatoria: “Para Federico García Lorca, con toda la ternura de su hijito”. En septiembre de 1926, Dalí le dice desde Cadaqués: “Adiós, te quiero mucho, algún día volveremos a vernos, ¡qué bien lo pasaremos! Escribe. Adiós, adiós. Me voy a mis cuadros de mi corazón”.

El epistolario es mucho más intenso y apasionante en 1927. En julio Lorca responde una carta de Dalí, que empieza a impugnar cada vez más la obra poética del granadino, y le dice: “Me he portado como un burro indecente contigo que eres lo mejor que hay para mí. A medida que pasan los minutos lo veo claro y tengo verdadero sentimiento. Pero esto solo aumenta mi cariño por ti y mi adhesión por tu pensamiento y calidad humana”. Quizá fue entonces cuando Lorca expresó su deseo carnal a Dalí. Otro experto lorquiano, como Mario Hernández, observa a propósito de esta carta: “En el último momento había sucedido algo en Cadaqués, durante el mes de julio, que había enturbiado o puesto una nube en la íntima relación con el amigo”. Quizá lo que había pasado se lo contaría algunos años después Salvador Dalí al escritor Max Aub, que trabajaba en una novela sobre Buñuel. “… Federico, como todo el mundo sabe, estaba muy enamorado de mí, y probó a darme por el culo dos veces, pero como yo no soy maricón y me hacía un daño terrible, pues lo cancelé en seguida y se quedó en una cosa puramente platónica y en admiración”.

Esta admiración pareció resentirse de manera abrupta cuando en septiembre de 1928 le remitió su lectura crítica del ‘Romancero gitano’, que no le gustaba como tampoco le gustó a Buñuel: “Tu poesía está ligada de pies y manos a la poesía vieja. Tú quizá creerás atrevidas ciertas imágenes, o encontrarás una dosis crecida de irracionalidad en tus cosas, pero yo puedo decirte que tu poesía se mueve dentro de la ‘ilustración’ de los lugares comunes más estereotipados y más conformistas. (…) Federiquito, en el libro tuyo que me lo he llevado por esos sitios minerales de por aquí a leer, te he visto a ti, la bestiecita que eres, bestiecita erótica, con tu sexo y tus ‘pequeños’ ojos de ‘tu cuerpo’ (…) Te quiero por lo que tu libro revela que eres, que es todo al revés de la realidad que los putrefactos han formado de ti… (…) Adiós. Creo en tu inspiración, en tu sudor, en tu fatalidad astronómica”.

La carta siguiente de Lorca es del verano de 1930. Le pide que se vaya con él a la ciudad que le inspiraría ‘Poeta en Nueva York’.  Le dice que le gustó muchísimo “el timo que ibas a dar a mi familia y es lástima que no te enviaran el dinero”. Añade: “Una vez rota mi cadena de estupidez, cuando me meto en la cama me siento más fuerte que nunca y más poeta que nadie”. Apenas volverían a verse; en una carta de 1934, Dalí le dice: “Gala tiene una curiosidad terrible de conocerte”. Ni Lorca ni Buñuel sentían simpatía hacia ella.

Iconoclasta y excéntrico, cuando le comunicaron el asesinato de Lorca, Dalí dijo: “¡Olé!”. La expresión es una espiral abierta a todas las conjeturas. Víctor Fernández dice: “El fantasma de Lorca siguió acosando a Dalí a lo largo de su vida”.

EL ANECDOTARIO

 

Platero y yo. Al menos en dos cartas dirigidas a Lorca, Salvador Dalí arremete contra Juan Ramón Jiménez (1881-1958) y contra su libro ‘Platero y yo’. Agustín Sánchez Vidal publicó en ‘Luis Buñuel: obra literaria’ (Heraldo de Aragón, 1982) la carta que le dirigieron al poeta que se reproduce en las exhaustivas notas del libro. Dice así: “Nuestro distinguido amigo: Nos creemos en el deber de decir –sí, desinterasadamente- que su obra nos repugna profundamente por inmoral, por histérica, por arbitraria. Especialmente, ¡MERDE! Para su ‘Platero y yo’, el burro menos burro, el burro más odioso con que nos hemos tropezado. ¡MIERDA! Sinceramente. Luis Buñuel. Salvador Dalí”. De ese libro –que levantó ronchas en Moguer por su defensa de los humildes- se cumple ahora un siglo. Alfredo Castellón Molina le dedicó una película.

 

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