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Antón Castro

FERROCLE: ARTE Y FORJA EN HUESCA

[El pasado mes de mayo, los hermanos Javier y Miguel Ángel Clemente presentaban una exposición de su trabajo en su taller de Monzón. Ahora trasladan las piezas a la sala de Bantierra en Huesca. Permancerá abierta desde hoy hasa el 11 de octubre, de 7 a 9 de la tarde. Este es el texto que les escribí cuando se abrió la muestra en su localidad.] 

 

TRABAJO Y SUEÑO DE FERROCLE

 

 

Conocía a los hermanos Miguel Ángel y Javier Clemente por el fútbol. Poseen la mejor colección que existe sobre el Real Zaragoza. Lo tienen casi todo. Aman tanto al equipo que, en vísperas del 75 aniversario, hicieron una obra titánica: la reproducción de La Romareda a escala. La hacían con mimo, con paciencia, con pasión. Y en aquella obra concentraban, de algún modo, algo más que su pasión por el club: resumían una forma de trabajar, las posibilidades de la forja, el sentido artístico y artesanal de su oficio, los usos del hierro y del acero. Resultaba conmovedor ver cómo crecía el estadio portátil, cómo se ajustaban las piezas. Aquel trabajo me permitió conocer mucho mejor qué hacían, qué sentían; entonces aún vivía su padre, que había empezado el negocio hacía más de medio siglo. Había sido un entusiasta, un emprendedor, un soñador y algo más que un buen artesano. Ellos han heredado su mano y sus ganas. Y, sin duda, su capacidad de trabajo.

Un repaso a la obra de los hermanos Miguel Ángel y Javier Clemente, la factoría Ferrocle, por decirlo así, revela cuánto han hecho, los bríos, la determinación, el atrevimiento, la ambición y su apertura de miras. Son capaces de hacer unos bancos espectaculares para un jardín íntimo o una terraza que mira hacia las estrellas, faroles y farolas llenas de sutileza y filigrana, construyen piezas escultóricas, un juego de toros o un rosto del Quijote por decir algo que han hecho. Lo que más me impresionaba de ellos, más allá de su producción (una buena parte se ve en la tienda), era su taller: los bancos, las herramientas, los instrumentos de soldadura, las limas. Me gusta esa atmósfera, ese lugar donde se percibe la huella del tiempo, la memoria del trabajo, el placer de la charleta durante la faena: del padre, de Javier, de Miguel Ángel.

Ferrocle celebra 60 años. De manufactura, de empresa y de afirmación en un territorio. De pugna por la supervivencia y por el futuro. Y de esperanza también en estos tiempos difíciles. Por aquí ha pasado mucha gente. Se han sucedidos encargos, trabajos industriales y labores artísticas. Es el momento de mirar, de recapitular, de tomar impulso para seguir creciendo. No hay nada más emocionante que las cosas bien hechas: la profesionalidad amasada con vocación y sensibilidad. Los Clemente lo han tenido y lo tienen lo claro. Es su auténtico compromiso y quizá su mejor legado.

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