EL ENIGMA JULIETA ALWAYS
Un libro intenta desvelar la rebeldía,
la vida y el arte de Julieta Always
Antonio Buil y Antonio Abarca publican una biografía de la pintora enigmática, loca y mendiga de Barbastro
“Julieta Always tenía, ante todo, una cualidad excepcional: nos interpela a nosotros mismos, nos invita a conocernos mejor. Le sucedió al pintor Modest Cuixart, a la escritora Ana María Navales y al periodista Luis García Bandrés”, dice Antonio Buil, uno de los biógrafos de Julieta Aguilar Coscuyuela (Barbastro, 1899-1979), una mujer con aureola que ha sido bailarina de cabaret, pintora y, finalmente, una mujer solitaria que se movía entre la excentricidad, la locura y la mendicidad. Dejó ecos, en su voz o a través de testimonios, de su carácter, de su promiscuidad, de su pasión por la vida y de una inteligencia que mezclaba el arte, la espiritualidad, el esoterismo y un sentido de la libertad que desembocó en la soledad.
“Yo la defino como rebelde y artista, como nuestro libro”, señala Antonio Abarca. Ambos, Toni Buil y Antonio Abarca publican ‘Julia Aguilar Always, rebelde y artista’ (que se presentará el jueves en la UNED), en el que han trabajado durante cuatro años y que ofrece varias novedades. Abarca las resume así: “Las aportaciones corresponden a la ficha policial y las pruebas de cargo contra ella porque estuvo tres días detenida en septiembre de 1931 por escándalo; los hoteles donde se alojó en Madrid; las noticias del manuscrito inédito de Julieta ‘Ríe y sé feliz’, que prueba el humor de su autora y que por desgracia se ha perdido; los diálogos en la cuarta dimensión de Julieta con Krishna Venta, un iluminado que se decía El Mesías”. Aunque la gran novedad sería la ordenación del copioso anecdotario que ya se conocía en un todo armonioso.
Toni Buil explica que estudió en la Escuela Normal de Huesca y que enamoró al farmacéutico y profesor de dibujo Jesús Gascón de Gotor. Estuvo al menos en dos ocasiones en París. Una, en los años 20, y frecuentó el universo de las variedades, “donde tenía la impresión de haber fracasado”, y la segunda vez en plena Guerra Civil, “debía estar ya en 1937”. A raíz de un desengaño, “o de una cadena de causas adversas que la sumieron en la confusión y en el desconcierto”, regresó a Barbastro y ahí fijó su residencia a partir de 1941, aunque realizó algunas salidas, sobre todo a Madrid, “donde la reconoció otro vecino trabajando de camarera”. Julieta había vivido en Barcelona y Madrid: conoció a gente principal de la política y el ejército y el arte. Toni Buil cuenta que fue amante de Miguel Primo de Rivera; en una ocasión le preguntaron si había seducido a su hijo José Antonio y ella dijo: “¡Cómo iba a hacerlo, si quise tanto a su padre!”.
En Barbastro vivió en pisos, en una bajera, en el palacio de los Argensola, estuvo casi un año en el Hospital Provincial y pasó los tres últimos con las monjas, que la cuidaron hasta su muerte en 1979. En Barbastro se convirtió en un mito local: encarnó la figura de la artista y la harapienta. “En los años 40 se entregó a la pintura con absoluto fervor; la absorbía y era una de las razones de su vida”, explica Buil. Al parecer su hermano Mariano, con quien no se llevaba muy bien, de vez en cuando intercedía por ella a hurtadillas.
Antonio Abarca señala: “La pintura de Julieta Always ha sido encasillada con cierta ligereza en el estilo naíf. Julieta no era nada ingenua y al parecer había sido modelo de pintores y escultores en París, por lo que pudo familiarizarse con la pintura aunque solo fuera por ver trabajar a otros artistas. En su pintura hay mucho más que ingenuidad e inocencia: hay amor, hay humor, que se manifiesta en el hecho de pintar a algunas de sus figuras desnudas para luego irlas vistiendo y bajarlas de su pedestal. Hay panteísmo, misterio... pero sobre todo hay belleza y verdad. ¡Julieta es inclasificable!”.
Julieta, que a veces firmaba Julieta Chelin Always, fue descubierta a mediados de los 60 por el pintor Modest Cuixart, que le dedicó su cuadro ‘Bruixa de Barbastro’ en 1976. A raíz de ese lienzo atrajo a Luis García Bandrés, que le hizo una entrevista inolvidable en HERALDO, y a Ana María Navales, que le dedicó la novela ‘El regreso de Julieta Always’. Luego su obra sería expuesta, la última vez en 2010, pero esta mujer –que “fue bellísima en su juventud y poseyó unas piernas largas, de asombro”- tiene una facultad: de cuando en cuando se empecina en volver. “Para el Barbastro de su época, Julieta Aguilar fue un escándalo. Para el de hoy, es un honor contar con una mujer y pintora excepcional como ella”, dice Abarca.
*Este artículo lo publiqué el pasado lunes en Heraldo de Aragón.Mil gracias por su generosidad a Antonio Buil y Antonio Abarca.
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Montse -