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Antón Castro

JONÁS TRUEBA EN ZARAGOZA: DIÁLOGO

¿Por qué dices que 'Los ilusos' es como si fuera tu película cero?

Mientras rodaba "Los ilusos" me he sentido como cuando rodaba cortos caseros en mi adolescencia, con mis amigos del barrio. Nos llamábamos para quedar al día siguiente y nos tirábamos una tarde o fin de semana grabando, improvisando las historias sobre la marcha, riéndonos mucho y tomándonoslo todo muy en serio. Así ha sido de nuevo con "Los ilusos. Los actores y técnicos son mis nuevos amigos del barrio, y rodábamos en nuestras calles, bares y pisos... Después de "Todas las canciones..." no queríamos volver a pasar por el rodillo burocrático, administrativo de una producción convencional. Queríamos sentir que solo dependíamos de nosotros mismos. Y para eso hemos tenido que hacer muchas renuncias, aprendiendo a trabajar con muy poco, sin dinero y sin apenas medios, pero a cambio hemos reconquistado un sentimiento de libertad muy grande, siendo conscientes de lo poco que teníamos pero tratando de hacer virtud de todas estas carencias. Hemos vuelto a rodar como si fuéramos adolescentes, recuperando el amateurismo, la ingenuidad máxima y la felicidad plena, por eso me gusta hablar de película número cero. Ha sido como empezar de nuevo.

Qué pasó por tu cabeza tras haber hecho 'todas las canciones hablan de mí'. ¿Sentiste responsabilidad, miedo, querías experimentar, reflexionar, darle la vuelta a todo lo convencional y lo esperable?

Intento ser un poco inconsciente en todo lo que hago y no reflexionar demasiado sobre el trabajo anterior... Pero siempre se queda un poso después de una película, sales tocado, con sentimientos encontrados. En mi caso, después de "Todas las canciones..." estaba feliz por haberla hecho, pero con ganas de cambiar algunas cosas. El proceso de pre-producción fue muy largo y cansado. Y no quería volver a pasar por eso tan pronto. Necesitaba sentir que podía hacer otra película sin depender de nadie.

-¿Qué le debe esta película, de entrada, a tu inconformismo y a tus dudas?

Partía de mi necesidad de hacer cine sin cortapisas, pero también de un sentimiento nuevo, que fue naciendo, acerca de las expectativas que generan las películas y de mis ganas de contradecir algunos clichés o convencionalismos que todos los espectadores hemos ido heredando en nuestra relación con el cine: de lo que se supone que es una buena película en función de cómo está escrita, interpretada, fotografiada... Quería cuestionar algunos de esos convencionalismos. Y también me doy cuenta de que los cineastas nos eximimos demasiadas veces de nuestra responsabilidad una vez terminamos de montar la película. La ponemos en manos de otros, los distribuidores y exhibidores, y nos desentendemos de ella. Pero creo que tenemos la obligación de acompañarla más y mejor, para que la película llegue al espectador de una manera más directa y menos engañosa. Eso es lo que estoy tratando de hacer con "Los ilusos".

¿Por qué una película sin guión?

En realidad todas las películas tienen un guión. Pero de nuevo tenemos una idea demasiado preconcebida sobre lo que tiene que ser un guión... En este caso el guión se fue haciendo un poco sobre la marcha. Pero finalmente podríamos hablar de un guión. solo que este guión no fue terminado hasta el último día montaje.

¿Qué ha significado en tu vida Rafael Azcona, qué significa?

Bueno, Azcona es alguien al que vi pocas veces, pero tengo la sensación de haberlo conocido bien a través de mi padre, de la admiración y el amor que sentía por él y de todas las historias que le contaba. Desde que murió, mi padre no para de decir que Azcona ha sido quizá la persona más importante, o que más le ha influido, de todas las que ha conocido en su vida. Un día leí "Los ilusos", su primera novela y me pregunté quiénes serían mis ilusos hoy. De esa pregunta sale esta película, de la que tomé prestado el título azconiano, pero nada más. 

 

¿Quiénes serían los ilusos: el director, los actores, el cineasta, el público mismo, la industria?

El problema es de percepción nuevamente, siempre pensamos en un iluso desde el sentido peyorativo. La película no tiene nada que ver con eso. Los ilusos de la película son aquellos que generan ideas y posibilidades de vidas y películas. A todas esas especulaciones las llamo ilusiones. Así que los ilusos serían los generadores de estas ilusiones.

¿Qué hace un realizador como tú en su tiempo libre? [Aludo a una frase, claro, de tu libro]

En realidad creo que no tengo tiempo libre. O todo mi tiempo es tiempo libre, depende de cómo se mire. Cuando trabajo, cuando ruedo, cuando escribo, cuando doy clases... es lo mismo que cuando estoy viendo una película o tomando algo con los amigos. Todo suma y es parte de lo mismo. Trato de vivir sin hacer esas diferencias entre trabajo y tiempo libre.

Aludes a una producción de lujo y a tres términos de semejanza semántica: compañía, camaradería, amistad, ¿por qué?

Lo más importante a la hora de hacer cine es construir un grupo humano. Yo tengo el privilegio de contar con un grupo de amigos, actores y técnicos, ilusos maravillosos, dispuestos a embarcarse en una película incierta como ha sido esta, sin ninguna garantía de nada, solo por el placer de rodar y juntarnos unos con otros, cuando nos venía bien, casi siempre pocas horas. Tomábamos unos vinos y unos pinchos de tortilla y rodábamos unos planos. La única premisa que nos impusimos era rodar tranquilamente y siempre a gusto, sin que aquello se convirtiera en algo de lo que uno se arrepiente, de tal forma que al volver a casa después de cada jornada, tuviésemos ganas de volver otro día, cosa que muchas veces no sucede en ciertos rodajes. El lujo era eso y no contar con mucho dinero.

Sigo, con la película y con el libro, ¿qué hace la gente en la vida y en las películas? ¿En qué se parece la vida a las películas y las películas a la vida?

No me gusta parecer uno de esos cinéfilos que se pasan el día viendo películas y se olvidan de vivir. De hecho, creo que cada vez veo menos películas, o paso largas temporadas viendo más bien pocas. Pero es que para mí el día a día es ya una película. Así trato de contarlo en "Los ilusos". El cine forma parte de la vida y las películas no hacen otra cosa que sumarse a esa vida, condensándola y devolviéndonosla varias veces multiplicada.

Citas varias veces a Julio Ramón Ribeyro, el autor peruano. Dice: “Nuestros estados de ánimo son frágiles”. ¿Nace 'Los ilusos' de tu propia fragilidad?

Nace de una cierta crisis personal y profesional. Creo que en la película se intuye esa crisis, durante los primeros minutos, en los que nos exponemos a un cierto pesimismo y las secuencias apenas se desarrollan, se quedan en bocetos y tachones... Necesitaba poner todo sobre la mesa para al final llegar a contar la historia más simple, la misma historia de siempre. Pero lo cierto es que no me salía contar esa historia desde el primer momento. Necesité cuestionarlo todo. Y luego he decidido no borrar esa cuestionamiento de la primera parte de la película sino dejarlo ahí, como un testimonio valioso de esa crisis, que de alguna forma ilumina o hace más reveladora la segunda parte. Algo de eso tiene que ver con la frase de Ribeyro. A mí sucede casi a diario, que mis estados de ánimos cambian súbitamente. A la película le sucede un poco lo mismo. Cambia de coloración según avanza aunque sea toda en blanco y negro.

En un determinado alude a “una historia que encaje en la película que siento por dentro”. ¿Cómo es esa película en término de emociones, de sentimientos, de estética incluso? ¿Cómo es tu película ideal?

La película ideal es siempre la que te encuentras. Por eso trato de no imaginar demasiado de antemano, incluso prescindo de ese guión demasiado cerrado, para luego no frustrarme. El cine es ir al encuentro de las cosas.

¿Es cierto que el cine lo envenena todo?

Lo envenenan todo y al mismo tiempo lo purifica. Es una sensación que me acompaña siempre. Porque forma parte de la vida. A veces siento que es una condena que arrastro todos los días: el no dejar de sentir el cine en cada conversación, cada paseo, cada cosa que miro... y a veces pienso que es el único verdadero refugio que tengo, a lo que siempre me puedo agarrar y nunca me va a fallar.

¿Qué lugar ocupan las mujeres en tu cine? ¿Y, por extensión, el amor, el sexo, el deseo?

Si el cine es ir al encuentro de las cosas, entonces es evidente que las mujeres tienen que formar parte de él. También el amor, el deseo y el sexo. Y añadiría la amistad, y algunos lugares en los que queremos estar, descansar, emborracharnos y otro largo etcétera.

 Aludes a muchos realizadores, a muchos escritores, a músicos: Truffaut, Godard, Juarroz, Camus, Léve... ¿Por qué siempre hay tanta cultura en tus cosas?

No los pienso ni los pongo ahí como "cultura", sino como parte de la vida cotidiana. Forman parte de mi día a día. Son como los amigos, los mejores consejeros.

 

Citas a Camus, que dice: “Me burlo de mi personalidad”. ¿Se burla Jonás Trueba de sí mismo y del cine?

Claro, siempre hay que burlarse de uno mismo, no tomarse demasiado en serio. En "Los ilusos" tratamos de vernos a nosotros mismos como posibles personajes de ficción, actores y técnicos. Y ahí es inevitable y necesaria la burla, en el sentido más sano y lúdico. Me gusta bordear el ridículo y si hace falta, hacerlo. 

¿En qué medida podríamos leer 'La ilusiones' (Periférica) como el guión no escritor de 'Los ilusos', y a la vez como una novela, como un diario de rodaje, como un dietario íntimo de sueños, aforismos, etc.?

Tiene un poco de todas esas cosas y a la vez no acaba de ser ninguna de ellas. Es un libro extraño, escrito de forma muy inconsciente. No pensaba en publicarlo, lo escribía para mí y cuando lo transcribí todo era un manuscrito mucho más gordo. Julián Rodríguez, escritor al que sigo y admiro, cinéfilo de verdad, lo leyó y quiso publicarlo en su preciosa editorial. Pero además ejerció una verdadera labor de editor, sugiriéndome cortes y animándome a no hacer un libro fácil ni cómodo. Me decía cosas como "no pienses en las películas de Doinel, piensa en "La mujer de al lado". Renuncié quizá a las partes más agradecidas y dejé solo el hueso, evitando posibles interferencias, pensando en un lector ajeno. No reescribí nada, solo hice una labor de montaje y ahí encontré un libro con el que me siento muy cómodo. Ha sido el último regalo inesperado de todo este proceso.

¿Qué significa Zaragoza en tu vida?

  Zaragoza es mi segunda ciudad. Aquí vive mi mejor amigo, el escritor Daniel Gascón, co-guionista de "Todas las canciones..." y consejero artístico-sentimental de todo lo que hago en esta vida. Pero hay muchos otros amigos queridos en esta ciudad. Nombrarlos a todos sobrepasaría las páginas que dedica este periódico a la sección de deportes... Además, en "Los ilusos" hay una deuda muy fuerte con Félix Romeo, que murió dos meses antes de empezar a rodar, y con su amigo de juventud, Chusé Izuel, que se suicidó hace veintiún años, al que nunca conocí. Félix me habló de su historia con Chusé, de los relatos que dejó escritos y que él mismo publicó tras su muerte. Aquel libro póstumo de Chusé, "Todo sigue tranquilo", es quizá la fuente de inspiración más importante para "Los ilusos", porque allí se cuentan historias de personajes en la veintena, personajes que deambulan en un limbo inconcreto, cuando algo parece haberse roto dentro de ellos pero no se sabe muy bien a qué se debe. Aquellos genios o enamorados de los que hablaba Chusé Izuel tienen mucho de nuestros ilusos.

¿Cómo encaras esta doble jornada donde presentarás el libro y la película?

Es un nuevo reto, como en cada ciudad a la que viajo con la película desde hace unos meses. Pero Zaragoza es especial para mí. Me produce una especial ilusión y me pone un poco más de presión. El jueves estaré en el paraninfo de la universidad, presentando "Las ilusiones" junto a Daniel Gascón y Luis Alegre, dentro de su ya mítico ciclo La buena estrella al que se suma el apoyo de la librería Portadores de sueños. Y el viernes proyectaremos la película en la Filmoteca, con presentación y coloquio posterior, aunque habrá un segundo pase otro día. Me gustaría que las filmotecas, los centros culturales, las universidades y las salas alternativas fueran capaces de formar una nueva red de exhibición que diera apoyo a todas estas nuevas películas que estamos haciendo ahora, al margen de los circuitos de exhibición convencionales, que están demasiado sujetos a la rentabilidad inmediata. Quizá no podamos aspirar a un público mayoritario, pero sí creo que podemos aspirar a un público curioso, exigente, que quiere seguir yendo al cine siempre que cada nueva película proponga algo sugerente, que se pueda sentir cercano. Creo que hay una nueva generación de cineastas comprometidos con esto, pero necesitamos de la colaboración de estos espectadores, y si no nos dan salas, tendremos que inventarlas.

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