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Antón Castro

GUINDA: 'CATEDRAL DE LA NOCHE'

GUINDA: 'CATEDRAL DE LA NOCHE'

ÁNGEL GUINDA: ’UN HOMBRE FELIZ’ Y ’CATEDRAL DE LA NOCHE’


Dentro de unos días, Ángel Guinda publica en Olifante su nuevo libro ’Catedral de la noche’, "después de 26 meses de trabajo (y de ellos los 7 últimos de revisiones constantes). La cubierta es amarilla porque en el fondo de mi Noche hay mucha luz, pese a todo". Del volumen, que lleva un epílogo de Manuele Masini, adelanto aquí estos dos poemas: ’Un hombre feliz’ y ’Catedral de la noche’.

UN HOMBRE FELIZ

Fue feliz compartiendo
los cantos y las risas,
la pobreza, el dolor.
Retozando en la escarcha,
comiendo y bien bebiendo.
Alegre a pleno sol,
solo en el descampado
o entre la muchedumbre.
Fue feliz de estar vivo
y afrontar las desgracias
ajenas como propias,
sereno o agitado;
liviano haciendo el muerto
sobre la piel del mar.
Fue feliz desterrado
de la realidad.
Feliz bajo la noche
coronada de lámparas,
en batallas de amor
que hacen temblar las sábanas.
Fue feliz derribando
murallones de lágrimas,
hablando con los astros,
escuchando a la muerte.
No descarta
ser feliz bajo tierra
mientras sigue la vida.

CATEDRAL DE LA NOCHE


¿No nos oriento? ¡Me llamamos Soy!
Sobrecogido por un claristorio
donde la boca del acatamiento es ciega,
la devoción se enrosca
al vapor alegórico de la iconografía.
Catedral de la Noche erigida a la ausencia.
Ya mi cabeza es un auditorio
con voces diferentes en diversos idiomas.
¿Suenan campanas o grutescos líquidos?
A veces se percibe el aura del Arquitecto,
del maestro de obras y de los albañiles.
A rostro descubierto
posan sin metralleta los apóstoles.
Rompe la orquesta de la oscuridad:
órganos encendidos del océano,
tenores del volcán, barítonos del trueno.
¿Piel o barniz? Lo probable en el rapto.
Alientos acuchillan las columnas.
Redoble incandescente de cerezos.
¡Esta locura de representación
es un embozo que arde embalsamado!
A veces se oye el sudor de los canteros.
¿Por qué mirar ahora que augurios me deslumbran
inflamados por vitrales borrosos
y un combustible rosetón magnético?
Esta noche con pórtico en el cénit
es un árbol de agua:
el asombro sacude sus brazos de cristal.
¡Débil Poder, infierno zoomorfo
con furor en las fauces de las uñas!
Fuegos fatuos de la estulticia
(papas, reyes, famosos, gobernantes, potentados)
como fachadas de polvo caerán.
¡Heroica fortaleza de los frágiles!
El poema ilumina los párpados celestes.
A veces me rodea un efluvio de óleos,
andrajos de mendigos, terror de hostigados
o las mortajas de los enterramientos.
¿Podré alcanzarte aquí, junco lejano y gótico,
blanca como morir?
El amor es sin remedio.
Globos sonda eran las palabras
del libro de nuestra vida que nos edificó.
Vibro traspuesto de olor a incienso y cera
sin que nada me escuche, sin que me hable nadie.
¿Por qué no suenan ya los carillones?
A veces se abren llagas de mártires asaeteados.
El cuerpo es una pira desmembrándose.
¡A la soledad no concierne el clamor!
Pero la duda persiste, llamarada en el mar.
De mármol son las alas del deseo cautivo,
escoplos que se quiebran
contra el tul de un precario respirar.
Mampostería de la separación:
el tiempo es sin retorno,
el adiós no tiene tumba.
¡Clavo de luz hincado en la madera!
El Día y la Noche son también emigrantes.
Cortezón sobre horrores, moratones por los batacazos.
Brota el sufrimiento

donde el silencio se tapa los ojos para no gritar.

El paso de los años no cura del todo.
A veces se diría que cruza un alma en pena.
Los huesos cereales, el corazón de vino,
el ungüento de la transustanciación.
Ya no hablo otra lengua que no sea el silencio.
Con tinta de fuego escribo en la humedad,
con tiza de esputo corrijo en el resplandor.
Muerte en el hielo, en el aire, en la pólvora.
El cordero me protege tras su balido de lana.
Eres tú mi sepelio, viuda oculta del día,
sublevación del éxtasis dentro de cada hoguera
donde es azul la miel de las ciruelas.
En la honda transparencia interior ya me veo,
redención entre zócalos, frisos, ojivas, panteones.
¡No hay bastantes tempestades de tinieblas
para envolver el sol!

 

*La primera foto de Ángel Guinda es de José Miguel Marco. Las demás pertenecen a su archivo personal.

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