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Antón Castro

GUINDA: DE 'CATEDRAL DE LA NOCHE'

GUINDA: DE 'CATEDRAL DE LA NOCHE'

[Ángel Guinda acaba de publicar ’Catedral de la Noche’ (Olifante, 2015), un libro sobre la resistencia, el ocaso, la escritura y el misticismo. He aquí una entrevista sobre el poemario. Ayer en Heraldo ofrecía una buena parte de este diálogo]

"EL POETA ES UN DECAPITADO DE LA REALIDAD"

 

¿Qué es y qué quiere ser ‘Catedral de la noche’?

Tal vez sea una expedición a las tinieblas para encontrar la verdad en la luz, esa luz que no ciega ni quema, esa luz que ilumina, ayuda a conocernos y da fuerzas para que nos atrevamos a reconocernos. Y creo que quiere ser una arquitectura del misterio en lo nocturno como maravilla del cosmos, espacio para la meditación; exilio de este mundo de ruidos y apariencias, destrucción y mentiras. Pero también alegoría de la vejez, panteón de la ausencia.

¿Cómo se alían los términos catedral y noche? ¿Hablas de espacios, de tinieblas, de silencio, de contemplación, de refugio, de intimidad?

La catedral y la noche tienen en común la belleza. La magia del refugio donde hacer un alto que nos libere de la vorágine y las prisas. La posibilidad de abandono de los sentidos. Una serenidad extrema hasta sentir que nuestro espíritu es más grande que el cuerpo que lo aloja.

¿Cómo nace el libro, cómo se ha fermentado, de qué visiones, intuiciones o dolores se alimenta?

Nace del agotamiento físico e intelectual provocados por un exceso de estar demasiado tiempo fuera de mí, en el exterior, en los otros y con los otros pero sin mí. De la necesidad urgente de refugiarse en la videncia para descansar de tanta evidencia y mediocridad ambientales. De la urgencia de resistir para poder ser en esta época difícil para tantos.

Dices que has invertido 26 meses de trabajo, y de ellos siete de revisión constante. ¿Es posible tanto tiempo? ¿Sería este tu libro más meditado?

Ha sido necesario tanto tiempo. Tal vez por mis limitaciones y torpeza, tal vez por exigencia, acaso por una tortuosa avidez de perfección imposible. Probablemente es uno de mis libros más hondamente vividos, pensados y sentidos.

Como te preguntas en un verso, ¿dónde está la cabeza del poeta?

Jajaja. El poeta es un decapitado por la realidad. Su cabeza, al menos la mía, está en el balón con el que juegan los niños, en el reino del afán, en el vuelo a ras de cielo, fuera de un mundo con el que no se identifica, en las nubes de la quimera.

Dices: “yo me hago de noche cada vez más temprano”. ¿Es el drama habitual de Ángel, es la conciencia del ocaso, la batalla perdida al tiempo?

Es la complicidad de todo ello. Es la noche como imagen del invierno de la vida, cuando los días son más cortos, las noches más largas y no sabemos si después de la existencia vendrá un amanecer definitivo, una transformación de la energía que fuimos o la nada perpetua.

A veces, oyéndote, da la sensación de que escribes bajo el síndrome de la obsesión, de la posesión o de la enfermedad, como un místico. ¿Es así?

Así es. Siempre he dicho que ser poeta no es una profesión, ser poeta es una posesión: es estar poseído, condenado al canto. Enfermedad, rapto y abandono son las sustancias de las que está hecha mi poesía última desde ‘Claro interior`, aparecido en 2007.

Hablando de misticismo: ¿qué le debe tu noche a la noche de San Juan de la Cruz?

Seguramente le debe la intensidad de la contemplación activa y la exaltación del sentimiento amoroso. Algo parecido le deberá a Santa Teresa. Y a la melancolía meditativa de Eckart, Ruysbroeck, Taulero, Ibn Arabí, al sufismo lírico de Rumi (en cuanto al aislamiento, búsqueda interior y amor a la humanidad). Aunque probablemente mi tendencia mística actual está centrada en indagar el misterio de lo real y del lenguaje, en la reivindicación de la sorpresa y, sobre todo, en el salvajismo de la intuición y la navegación interior.

¿Y el conjunto en general a ‘Los muertos’ de José Luis Hidalgo?

Hidalgo murió de tuberculosis a los veistisiete años y hay un poema suyo en ese libro póstumo que mencionas que me conmovió siendo yo adolescente, comienza: “Me ha calentado el sol ya tantos años / que pienso que mi entraña está madura…”, versos que ahora me visitan con frecuencia y me hacen creer que “Estoy maduro ya para la muerte”. Leer también es vivir. Escribir es traducir la lectura a nuestra vida como experiencia y conocimiento.

Has publicado dos libros que quizá tengan mucho que ver con este: ¿Toda la luz del mundo’ y ‘Espectral’. ¿Cuánta luz hay en tu noche?

Hay mucha luz en mi noche. Mucha iluminación. A pesar de las sombras. Por ello solicité a la editora Trinidad Ruiz Marcellán que, a ser posible, la cubierta del libro fuese amarilla y su título en tinta azul.

Dice Manuele Masini que “la noche es la alegoría del drama sublime de la escritura”. ¿Sería este poemario también una reflexión sobre el acto de escribir, entonces?

Por supuesto. Así lo veo en versos como “Ya sólo escribo para no olvidar”.

 

He tenido la sensación de que este poemario era no sé si una elegía por Ángel Guinda o una despedida de Ángel Guinda. Hay un momento en que dices: “Ángel Guinda se va, se está marchando”.

Elegía y adiós. Pero es que en nuestra existencia no hay otra cosa: ‘Vivir es una eterna despedida’.

Me ha vuelto a parecer un trabajo donde has investigado en el lenguaje. Usas vocablos infrecuentes... ¿Es deliberado, es una provocación, una reivindicación?

Me interesa mucho esta pregunta. No es provocación, es necesidad y es obligación. Las metáforas y las imágenes mejoran nuestra visión de la realidad, nos alejan de sus aspectos menos agradables. Creo que es un intento de avanzar en el estilo mediante el vocabulario (evitando las palabras trampa), la fonética (buscando más fuerza con palabras de sílabas trabadas), la morfología y la sintaxis: por ejemplo en las discordancias: “Yo nos vamos muy lejos…”, “¿No nos oriento? Me llamamos Soy.”  El poeta vive y revive en la palabra. Cuanta más verdad particular tenga su mensaje, más posibilidad tendrá de ser universal. Cuantas más palabras vivas haya en su obra, mejor resistirá contra el olvido.

Más allá del drama, ¿cuál es la importancia del humor en tu obra?

Baudelaire, cuando le achacaban un excesivo dramatismo en su obra, se justificaba diciendo que el poeta no tiene por qué ser un cómico. Apenas utilizo una forma de humor que es la ironía desdramatizadora.

 ¿Tienes la sensación de que la poesía vuelve a ser importante en la vida de la gente, como sucedía en los 70 y 80?

Sin duda. Hoy se lee, se escribe y se publica más poesía que entonces e incluso, puntualmente, mejor. La juventud está reivindicando la expresión poética como ejercicio de autoanálisis y como técnica de manifestación de su conciencia crítica.

¿Queda algo del Guinda rebelde, insurrecto, crítico y mordaz con el poder, o son tan poderosas y contradictorias tus sombras que casi no te permiten salir fuera de ti?

La rebeldía permanece intacta, como trinchera protectora contra la paradójica “debilidad” del poder. Pero es cierto que la edad, la decepción por la política, el aislamiento y la concentración en el mundo interior cambian las formas de enfrentarse y censurar al poder.

Hay un poema especialmente conmovedor. ‘Un hombre feliz’. ¿Serías tú, te sientes así?

Aunque el poema aparece en tercera persona, el referente es el propio poeta que lo vive y escribe. Eugenio Montales decía “Io sono un uomo finito” (yo soy un hombre acabado); yo me considero un hombre feliz, moderadamente feliz pese al acabamiento y al dolor solidario con todos los que sufren.

 

*La foto es de un estupendo fotógrafo: Enrique Cidoncha. 

1 comentario

Ángel Guinda -

La profundidad del cuestionario me ha ayudado a conocerme mejor. Eres mi Noche blanca, Antón.