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Antón Castro

TRES MICROCUENTOS DE GEMMA PELLICER

TRES MICROCUENTOS DE GEMMA PELLICER

GEMMA PELLICER: TRES MICRORRELATOS

 


[La escritora Gemma Pellicer cumplía años ayer, 43. Me envió, con su cordialidad de siempre, tres de sus microrrelatos. Es una de las grandes narradoras del género en España, como se ve día a día en su facebook y en su blog. Reside entre Barcelona y Berlín. Las fotos son de Stanko Abadzic.]

 

SUPERVIVENCIA

De aquella arca de Noé varada en mitad del jardín desembarcaron plantas de todas las especies, exhibiendo una lozanía envidiable. Bastaba apreciar con qué facilidad se reproducían y tomaban asiento. A nadie extrañó que los habitantes de aquel jardín fueran ganando en belleza y frondosidad. Por fin crecían satisfechos a campo abierto, a resguardo de la intemperie de otras latitudes. Y llegó el momento de hacerse oír bajo un mismo clamor: fueron aprobados derechos vegetales de diversa índole en un tiempo en que cantidades de arbusto y retama provocaban frecuentes incendios contra la oligarquía de la selva, a la sazón aliada con las peores plagas del lugar.

Cuando parecía que aquello sólo podría enderezarlo un huracán, el ser humano intervino al fin. Resuelto a catalogar la naturaleza entera, ideó encerrarla en grandes naves con paredes de cristal que permitieran la entrada de luz. A la naturaleza no le cupo más remedio que acatar la voluntad del hombre. Ya no tiene prisa ni se impacienta inútilmente: sabe que las épocas y las eras son ciclos de hoja caduca. Vive agazapada.

 

PIEL

 

La hoja que amarillea, y hasta parece que se reconcoma de puro frágil, los nervios tensos a flor de piel, sabe:
1. que su cuerpo de contorsionista tiene los días contados,
2. que apenas si le quedan cuatro o cinco movimientos estériles,
3. que un día malogrado dimitirá, dejando a su paso un rastro de baba savia que sólo alcance a sacar sus cuernos al sol.

 

DESBARBADA

 

Vino el jardinero y, tras echar un vistazo, decidió que había que afeitar con urgencia el edificio. No se trataba tanto de eliminar las plantas, como de exhibir cierta autoridad ante el crecimiento de la maleza, que se había adueñado de la fachada, ensanchando grietas y dispersando debilidades por la casa. Cuando el jardinero hubo terminado, se alejó unos metros. A los pies se arremolinaba una alfombra de tallos y raíces. Parecía una selva de obligaciones incumplidas y buenas palabras. «La sensatez se ha impuesto», se persuadió el de rostro enjuto y barba poblada mientras recogía impasible, camino de su casa.

 

2 comentarios

Gemma -

Muchas gracias, Emilia, por tus amables palabras.

Emilia Oliva -

Me encanta Supervivencia. Piel, me desconcierta con el final pero me gusta el juego con "baba savia". Impecable, Desbarbada. Chapeau, querida Gemma. Ayer apenas pude echarles un ojo, pero de hoy no pasaba que los leyera a fondo. Un abrazote