MIGUEL LABORDETA: SU OBRA POÉTICA, CARTAS CON CELAYA Y UN NUEVO AMOR
La poesía en libertad, las cartas con Celaya
y otro amor imposible de Miguel Labordeta
Antonio Pérez Lasheras y Alfredo Saldaña descubren, además, otro amor del poeta: María Pilar Fillat
Jesús Rubio edita la correspondencia inédita, de 1948 a 1961, que revela complicidad y admiración
Antón CASTRO
Antonio Pérez Lasheras y Alfredo Saldaña llevan más de veinte años estudiando la figura de Miguel Labordeta Subías (Zaragoza, 1921-1969), al que definen como «personaje enigmático, depresivo y divertido a un tiempo». Dicen que su obra literaria está escrita «con frecuencia desde la rebeldía, la renuncia y la contradicción permanente, a contracorriente muchas veces de los gustos y las obras imperantes en cada momento, una obra que incluso se adelanta a propuestas futuras, marca por un constante “desacato a los modelos establecidos”». Miguel Labordeta fue esencialmente «el poeta» para su hermano José Antonio Labordeta (Zaragoza, 1935-2010) y vivió, como nadie, «el enfrentamiento entre el mundo y el yo». Pérez Lasheras y Saldaña ofrecen su ‘Obra publicada’ (PUZ: Colección Larumbe), un volumen de más de 500 páginas, precedida de un prólogo minucioso de 140 páginas. Y a la par, otro estudioso del autor de ‘Violento idílico’ y ‘Transeúnte central’ como Jesús Rubio Jiménez ofrece ‘Epistolarios inéditos’ de Miguel Labordeta y Gabriel Celaya (PUZ: Colección Larumbe).
Los profesores y antólogos de Miguel Labordeta, hace años ya publicaron ‘Donde perece un dios estremecido’ (Mira), se apoyan en los recuerdos y memorias de José Antonio Labordeta (redactados por él o en diálogo de Javier Delgado) y en la biografía de Antonio Ibáñez, aunque también ha investigado en otras fuentes. Una de las novedades del volumen es la presencia de una nueva mujer en la vida del poeta, María Pilar Fillat Salvador (Zaragoza, 1931), que se suma a su relación con Pilar Castillón, a la que él bautizó como Berlingtonia y con la que se relacionó entre 1948 y 1958. María Pilar también fue alumna del colegio familiar de los Labordeta y Miguel se enamoró de ella en el curso 1948-1949. María Pilar cuenta que la invitaba al teatro, que a veces le dejaba la entrada y él aparecía poco después y que, cuando se trasladó a Madrid para estudiar, el poeta –ya había publicado su primer y escandaloso poemario, ‘Sumido 25’- visitó a sus tías, en cuyo domicilio se hospedaba, y les dijo que un día se casaría con ella. María Pilar Fillat ha contado a los autores y posteriormente a HERALDO: «A mí jamás me dijo nada. Nunca. Sé que yo le gustaba, que hacía lo imposible por verme, me llamaba, pero tampoco se decidía. Era tímido e inseguro. Un día me dio un poema manuscrito que era un autorretrato satírico: se sentía feo, gordo, calvo. Un adefesio. Se veía fatal; si no fuera porque yo sabía que era verdad, me habría reído porque era muy chistoso. Logré un trabajo de profesora y una de las compañeras supo que Miguel me había escrito ese texto. Me lo pidió y se lo di. Me dijo: “Qué interesante me parece ese hombre. Me gusta mucho”».
María Pilar Fillat ha revelado otro detalle: acudió al estreno de su pieza teatral ‘Oficina de horizonte’ en noviembre de 1955. Se vieron algunos días después y ella le dijo que no le había gustado. «Bueno, en realidad, le dije que no me había gustado nada el actor Pío Fernández Cueto, al que habíamos visto alguna vez en el colegio. Me resultaba como antiguo. Su presencia no beneficiaba la obra...»
Curiosamente, su otro amor imposible, la joven estudiante Pilar Castillón, ‘Berlingtonia’, también estuvo en ese estreno y su veredicto no fue mejor; Jesús Rubio lo recoge en el prólogo a ‘Epistolarios inéditos’: «Como tragicomedia, estupenda. Como realidad, una pena. Pilarín», le escribió. María Pilar Fillat insiste en que sabe que le gustaba, «él a mí no, aunque me daba algo de lástima, era un caballero, pero tampoco dio ningún paso. Luego ya apareció mi marido y me olvidé de él». Hace algún tiempo le confesó a Santiago Gómez, de la Tertulia Cultural Miguel Labordeta y dueño del restaurante Carpanta, este secreto.
Pérez Lasheras y Saldaña repasan los hitos más importantes de Miguel Labordeta: su infancia en el palacio de los Gabarda, su afición a «levantarles las sotanas a los curas» y a darles patadas en la espinilla, su gusto por bajar a los sótanos del caserón y por descender hasta una de las salidas del Ebro con algunos de sus amigos, donde se hacía «una masturbación colectiva». Recuerdan sus excursiones a Canfranc, Echo y otros lugares, sus estudios de Bachillerato, el influjo de Francisco Ynduráin, sus tres años de carrera de Filosofía y Letras, el complejo servicio militar o, más tarde, su deseo de hacer carrera universitaria en Madrid, adonde se trasladó para realizar su tesis. Estuvo un año y frecuentó a numerosos poetas y, sobre todo, el café Gijón. Regresó a Zaragoza y se incorporó al colegio; en 1953 reemplazó en la dirección a su padre, que falleció ese año. Se integró en la tertulias del café Niké, acumuló algunos anhelos amorosos y se volvió solitario, un tanto vencido por el desamor y la ecos tenebrosos de la posguerra.
‘Obra publicada’ recoge sus libros individuales y antologías publicadas que, según los editores, constituyen «un admirable ejercicio de libertad». Con Gabriel Celaya se carteó entre 1948 y 1961: se cruzaron cartas sobre la obra propia y la lírica en España, pero también hay textos confidenciales. En uno de ellos, le dice Labordeta a Celaya: «¡Ay, amigo mío! También yo tengo (como no) mi Lázaro, mi demonio interrogatorio, mi acusación a Dios, mi fastidio y mi amor por las mujeres...»
FICHAS TÉCNICAS
Epistolarios inéditos. Miguel Labordeta y Gabriel Celaya. Edición de Jesús Rubio. PUZ: Col. Larumbe. Zaragoza, 2015. 146 + LXXXIII
Obra publicada. Miguel Labordeta. Edición de Antonio Pérez Lasheras y Alfredo Saldaña. PUZ: Col. Larumbe. Zaragoza, 2015. 526 +CXL [El libro incluye los siguientes poemarios: ‘Sumido 25’, ‘Violento idílico’, ‘Transeúnte central’, ‘Epílírica’, ‘Los soliloquios’, ‘Otros poemas’ y ‘Oficina de horizonte’. En los apéndices va la obra publicada con carácter póstumo, entre ellos el diario ‘Abisal cáncer’, donde glosa su historia de amor soñado y doloroso con Pilar Castillón, ‘Berlingtonia’, así como ‘Exactamente perdido’ y ‘Autopía’.
UN FRAGMENTO
Jesús Rubio analiza y documenta la rica relación entre Miguel Labordeta y Gabriel Celaya, que le publicaría en Norte ‘Transeúnte central’ en 1950. Le dice en 1950: «Hemos de unirnos “los malditos”, quiero decir los no subvencionados por el guisopo. Quiero aquí fundar la Oficina Poética Internacional. Lanzar un manifiesto Opico al País en primavera y todos sus alrededores. Y cuento contigo. Poesía mágica, lírica y objetiva también. Poesía opica del mundo».
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