RAFAEL CHIRBES HA MUERTO
Contar de España lo que está sucediendo a tu lado
Antón CASTRO
Rafael Chirbes (1949-2015), que se había vuelto imprescindible y quizá el novelista más citado de los últimos años, encarnó como nadie «la literatura del malestar». O lo que también se llamó «la España de la indignación». Una de sus frases favoritas era «yo que sé», como si él en realidad fuese, más que el dueño de un puñado certezas, un explorador, un observador, alguien que mira en derredor y cuenta lo que ve. «Lo que yo cuento es lo que todos teníamos a la vista», dijo. Para él la literatura era conocimiento y la novela que le atraía es la que está dentro de la historia. Cuando repasaba su trayectoria, sentía la inclinación de inscribirse en una tradición: la de Benito Pérez Galdós, sin duda, pero también la del Juan Marsé de ‘Si te dicen que caí’, la del Juan Goytisolo de ‘Señas de identidad’, la de ‘Tiempo de silencio’ de Luis Martín-Santos y la de ‘El Jarama’ de Rafael Sánchez Ferlosio.
Y no solo ellos: no dejaba de resultar curioso que este escritor más bien huraño y austero, retirado en soledad en Benarbeig con sus dos perros, que vivió durante años viajando y escribiendo para la revista ‘Sobremesa’, hubiese contado con la ayuda excepcional de Baltasar Gracián y ‘El Criticón’ para redactar su última ficción: ‘En la orilla’ (Anagrama, 2013), una radiografía de la España de la crisis, de las contradicciones de una familia, a la que llegaba una inmigrante como la colombiana Liliana, de las relaciones entre un padre y un hijo, y de la irrupción de una forma de miedo o de codicia en plena desesperación. Ese libro, tan ferozmente realista, contiene un elemento más o menos simbólico como es el pantano de Olba, esa zona de marjales donde todo ha sucedido (desde el paraíso de la infancia a los horrores de la guerra civil) y donde sigue sucediendo. Chirbes reincidía en sus juicios: «Se ha escrito poco de lo que ha ocurrido a tu lado».
Rafael Chirbes, que se reveló en 1988 con ‘Mimoun’, ha sido un novelista coherente en la tarea de contar España. Contarla desde la posguerra hasta los estertores del franquismo, como hace en ‘La larga marcha’ (Anagrama, 1996); abordar la muerte de Franco y la incertidumbre general que se avecina, asunto de ‘La caída de Madrid’ (Anagrama, 2000); describir la derrota de las utopías y del sueño revolucionario, argumento de ‘Los viejos amigos’ (Anagrama, 2003).
‘Crematorio’ (Anagrama, 2007) es la novela que le hizo famoso y le reveló como el gran cronista del país de la corrupción y la especulación, la novela-espejo de una hecatombe en la que se atrevió a burlar el maniqueísmo con algo que le apasiona: las voces subjetivas, intensas y rabiosas. Ahí creó uno de sus grandes personajes, Rubén Bertomeu (Pepe Sancho en la serie de televisión), constructor sin escrúpulos, como en ‘En la orilla’ crearía al paradójico carpintero Esteban. Su narrativa, tensa y despiadada, ha influido en jóvenes como Isaac Rosa, Sara Mesa, Menéndez Salmón y quizá, entre los nuestros, en Manuel Vilas.
*Este artículo aparece hoy en Heraldo de Aragón. La foto es del archivo de ’El País’.
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