EN LA MUERTE DE OLIVER SACKS
VERANO. 2015. HERALDO. MI RETRATO DE OLIVER SACKS
-Murió Oliver Sacks, el explorador de los misterios de la mente y el alma
-El cáncer puso fin a la vida del neurólogo, escritor y especialista en anomalías y desórdenes psicológicos.
Oliver Sacks (Londres, 1933-Nueva York, 2015), el científico de letras, moría ayer en su casa de Nueva York. En dos impresionantes cartas, anunció y explicó que le quedaban pocos días porque un melanoma en un ojo, del que perdió la vista, se había extendido por el hígado. Con un invencible espíritu optimista decía que “no puedo fingir que tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado”. Repetía lo que tantas veces ha dicho, en sus libros y en sus artículos: “mi primera deuda es con mis pacientes”.
Oliver Sacks era todo un personaje que había dedicado su existencia a estudiar las complejas relaciones entre el cerebro y el alma y a buscar razones para vivir a pesar de cualquier inclemencia o insuficiencia del cuerpo: el autismo, la ceguera, la cojera, la alucinación. Si se permite aquí la aparente frivolidad: era el envés metodológico de Javier Tomeo: un estudioso de las anomalías y de las enfermedades. Se obstinó en decir, y en intentar probar, que “los diferentes eran iguales que los demás”, y lo hacía siguiendo la tradición del siglo XIX a través del estudio y del análisis y recuento de las anécdotas clínicas.
Su vida no fue fácil. Hijo de médicos, en su infancia sufrió los bombardeos alemanes; fue evacuado con uno de sus hermanos a Midlands y estarían internos en un colegio donde conocerían otras formas de horror: una pobre alimentación a base de nabos y remolacha y el comportamiento sádico de uno de sus profesores. Regresó a Londres, avanzó en sus estudios e ingresó en el Queen College de Oxford en 1951. Se licenció en psicología y biología, y más tarde también lo haría en letras y medicina. Cuando le confió a su madre su condición de homosexual recibió una respuesta desabrida, brutal; algunos dicen que de ella, de tanta intolerancia en su propia familia, derivó su esfuerzo constante por entender al otro, por asimilar sus sentimientos, sus rarezas, la fragilidad humana.
Algunos años después se trasladó a Canadá y de ahí a Nueva York, donde ejerció, entre 1966 y 1991, de neurólogo consultor en varios asilos de ancianos y en el Centro Psiquiátrico del Bronx, se vinculó a la Universidad de Nueva York y a la de Columbia y fue, entre otros cargos y empeños, profesor de neurología en el Colegio de Medicina Albert Einstein, entre 1966 y 2007. Su objetivo han sido los desórdenes neurológicos: el viaje al fondo de los misterios de la mente. Y eso le llevó a indagar en la memoria y los recuerdos inventados, en el sexo, el amor y el deseo sexual, en la locura, en los trastornos del sueño, en el parkinson...
Siempre fue un ciudadano especial. Tímido, padecía prosopagnosia (incapacidad de reconocer los rostros), formó parte de los motoristas de Los Ángeles del Infierno, nadaba un kilómetro y medio al día y fue practicante de halterofilia y de alpinismo: uno de sus libros más conocidos, ‘Con una sola pierna’ (1984), nació de un accidente en 1974 en la alta montaña en soledad: estuvo a punto de perder una pierna.
Inició su carrera científico-literaria en 1970 con la publicación de ‘Migraña’. Conviene recordar que casi toda su obra ha sido publicada en España por Anagrama en su Colección Argumentos. En 1973 apareció ‘Despertares’, sobre la encafilitis letárgica, que inspiraría un documental y una película, de título homónimo de Penny Marshall en 1990, con Robin Williams y Robert de Niro. Luego publicaría ‘El hombre que confundió a su mujer con un sombrero’ (1985), ‘Veo una voz. Viaje Al mundo de los sordos’ (1989), ‘Un antropólogo en Marte’ (1995), la narración del artista autista, ‘Musicofilia. Relatos de la música o el cerebro’ (2007), donde decía “somos una especie tan lingüística como musical”, un tratado sobre la música de las emociones y el pensamiento, o, entre otros títulos, ‘Alucinaciones’ (2012), que nació de su experiencias con las drogas y de sus constantes indagaciones. Poco antes del adiós, entregó sus memorias: ‘On the move’. Fue el penúltimo detalle de “un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura”. También elogió a los jóvenes: “Tengo la sensación de que el futuro está en buenas manos”.
LA ANÉCDOTA
A un sector de la comunidad científica, un personaje como Oliver Sacks, la incomodaba. Fue objeto de insultos, caricaturas, menosprecio e incluso esa versión pasó al cine en ‘The Royal Tenenbaums’, con Bill Murray como protagonista. Posee la facilidad de contar: es divertido, entretenido, didáctico, con muchos recursos; un científico rival dijo: “es mucho mejor escritor que clínico”. Su libro ‘Una mujer que confundió a su mujer con un sombrero’, basada en casos reales, inspiró una ópera de Michael Nyman en 1986. Como detalle curioso: recibía 10.000 cartas al año, contestaba a los niños menores de 10 años, a los mayores de 90 y los que estaban en prisión.
*Oliver Sacks, en una foto de Efe.
**Este texto es mi despedida de los artículos de verano de 2015. Todos los días desde el 19 de julio ha publicado un perfil, un retrato, una noticia sobre diversos temas aragoneses, nacionales e internacionales: desde Joselito en cómic, Pier Paolo Pasolini, Egon Schiele, Van Gogh, Ricardo Lapetra, Ingrid Bergman, Edith Piaf, Billie Holiday, Clarice Lispector, Walter Benjamin, Felipe Abás Aranda, Carmen Martín Gaite, Vivian Maier, Luis Berdejo, Alfonso Buñuel, Federico Comps, María Pilar Burges, María Pilar Sinués, Javier Moracho, Julieta Always, etc.
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