RUIZ MANTILLA CUENTA LA MÚSICA
«Imposible. Contar la música es imposible. Así que este libro brota del empeño inútil de abordarlo. De una quimera, de un sol en plena noche, de una ilusión constantemente frustrada, de un anhelo, de un ansia, de un deseo que se torna aire entre la palma de las manos para pasar a ser materia en los oídos». Así, con esta confesión, arranca el libro ‘Contar la música’ (Galaxia Gutenberg; 387 páginas) de Jesús Ruiz Mantilla (Santander, 1965), que contiene un paseo por los clásicos, un análisis de grandes maestros de la dirección (Karajan, Argenta, Muti, Harnoncour) y de grandes pianistas (Pollini, Brende, Zimerman, Sokolov o Maria Joao Pires, pero también los chinos Lang Lang o Yuha Wang, españoles como Perianes o Rosa Torres Pardo). ’Contar la música’ es un libro apasionante y variado que intenta, a través de grandes personalidades, suscitar y glosar la emoción de la música clásica desde la mirada de un melómano, de un escritor, de un periodista cultural de los mejores, que trabaja en las páginas de ‘El País’. La música es una certeza y un misterio y Ruiz Mantilla nos ayuda a oírla, a sentirla y a entenderla. y Abajo copio una selección de algunos retratos.
GUSTAV MAHLER
«¿Estaba loco [Mahler]? Era una pregunta frecuente. A menudo se lo podía encontrar uno hablando y gesticulando solo por la calle. Muchas veces se mostraba irascible y sus estados de ánimo oscilaban entre la euforia y la depresión. Freud lo llegó a tratar en una sola sesión de cuatro horas y lo consideró “un hombre genial” de quien le fascinaba, dijo, “el misterioso edificio de su personalidad”. Pero amaba la vida y cuando se sentía realmente hundido, encontraba esperanza en la mera melancolía. // “La tristeza es mi único consuelo”, llegó a escribir. Lo demostró de manera explícita y grandiosa en su ‘Segunda0 y ‘Tercera’ sinfonías y la inacabada ‘Décima’, escritas con anotaciones de desesperación vital y amorosa al margen por una profunda crisis en su relación con su esposa, Alma».
ATAÚLFO ARGENTA
«Si un desgraciado accidente no le hubiese costado la vida un frío enero de 1958, un suceso que conmocionó a su familia y amigos cuando enteraron de que murió por asfixia en el garaje de su casa, acompañado de una joven amante, estaríamos hablando de uno de los grandes en la historia escrita por la crítica mundial –que ya lo consagró en su tiempo- y hubiese forjado una de las tres, cuatro o cinco carreras más importantes de su generación en la órbita de los Von Karajan, Bernstein, Giulini o Celibache».
YUJA WANG
«Desde que [Yuha Wang] salió de China le ha vencido siempre más el gusanillo por experimentar nuevas sensaciones que la nostalgia... “Los primeros años fuera estaba tan concentrada en la música que no necesitaba nada más, excepto algunos chicos y algo de ropa” (...) Poco a poco se fue amoldando a una manera de vivir. Ni mejor ni peor. Simplemente distinta. “Los pianistas somos más sensibles que el resto de los mortales, pero también más fuertes para afrontar lo que resulta anormal, y en nuestro caso todo lo podemos considerar así: la vida, las casas, la familia... Debes ser como un roble para mantener ese equilibrio y al tiempo hipersensible para afrontar lo que hacemos”»
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