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Antón Castro

ROSENDO TELLO : DEL ENIGMA POÉTICO

ROSENDO TELLO : DEL ENIGMA POÉTICO

Rosendo Tello Aína (Zaragoza, 1931) siempre tuvo claro que “mi poesía, y quizá toda la poesía, nace del misterio”. El 29 de agosto de 2009, el Premio de las Letras Aragonesas de 2005 sufrió un ictus que, entre otras cosas, lo dejó sin habla: la palabra, de viva voz, exuberante y proteica, era para él uno de sus atributos. La forma de exteriorizar su vitalidad, la riqueza de su pensamiento, el torrente de su caudal poético incontenible. Rosendo dejó de tocar el piano, no pudo volver a escribir con la mano derecha, aprendió a hacerlo con la mano izquierda, y ha seguido soñando y redactando poemas. Desde entonces ha publicado dos libros: ‘Regreso a la Fuente’ (Prames, 2011), casi una crónica de la pérdida del lenguaje hablado y de ese nuevo reino del silencio que habita, y ‘Magia en la montaña’ (Prames, 2013), un libro donde seguía ahondando en su mundo lírico, presidido por elementos como el sol y la luna, la música, el paisaje, la amistad, el amor y la sospecha o temor de la nada amable vecindad de la muerte. No hacía mucho había publicado ‘El vigilante y su fábula. Obra poética reunida’ (Prames, 2004).

El editor de esos todos esos libros fue Chusé Aragüés y vuelve a serlo ahora, pero para Gara d’Edizions, en su colección Mareta, con ‘Revelaciones del silencio’, un libro que ya da pistas en su título. El poeta, en plenitud metafórica y lingüística, reflexiona sobre su propia vida, sobre la poesía y su condición de hacedor de imágenes, versos e historias en un libro que extiende sus hilos o sus raíces hasta ‘Ese muro secreto ese silencio’ (1959), el primer poemario del autor. ‘Revelaciones del silencio’ es un libro compendio, en cierto modo: ese espejo, verso a verso, al que enfrenta el escritor y lo encuentra casi todo. La belleza, el silencio, la soledad, la angustia que nace de la mudez, el dolor, pero también el amor y su memoria iluminada de instantes, de presencias, de figuras como su padre y su madre, a quienes dedica sendos poemas, son los temas esenciales del volumen casi un centenar de páginas.

‘Revelaciones del silencio’ está dividido en cinco partes. ‘A modo de exordio poético’ parece saludar a esa “Dama Blanca” que vendrá y también a “el silencio / ese muro secreto de la vida” porque física y alegóricamente “llegaron ya las nieblas del invierno”, primer verso del libro. El silencio es perceptible con todo su poso dramático: “Solo estoy, transparente, como esa sorda música / en que mi ser derrama sombríamente el mundo”, dice Tello en el poema ‘Acuario’.

La biografía del poeta y del hombre se funden a lo largo del corpus central de este poemario: ‘El enigma sagrado de la vida’, donde se percibe la amenaza del fin, el desgarro, la enfermedad, el insomnio pero también el destierro de la luz o la presencia de esa morada ideal para la palabra, el alma y el cuerpo que es la pieza ‘La cabaña’; ‘Evocaciones al borde del abismo’ contiene hermosos recuerdos de la niñez, como ‘Mi casa en el tiempo’, uno de los más conmovedores, un diálogo de reconocimiento con uno mismo ante el espejo y un elogio del temblor de la poesía y de la condición de poeta: “Perdí la voz entera en encontrar tu voz / y al final me dejaste sin voz y sin palabras”. ‘Fabulaciones bajo el sol poniente’ es la parte más fantástica e imaginativa, ese universo mágico de presencias, fantasmas, de creación metafísica y telúrica donde destaca la composición ‘Lo sagrado y lo terrible’, dedicada a su madre. Ahí se lee: “¡Oh privilegio de lo sagrado, mundo fascinante / que empuja los deseos en el claro deslinde / de otro mundo terrible y sobrecogedor! /Oh soledad, te escucho, madre en la noche blanca, / que me trajo a este mundo tan arcano”.

‘El lugar reconocido al fin’ es la parte final, más luminosa, como una celebración en el paraíso, en la infancia, en los territorios de la fantasía. Hay poemas como ‘Lugar mágico’ o ‘El alma de mis antepasados’; hijo de campesinos, también oye y retrata ‘La voz de la tierra’, evoca a su hermano nonato, el que le cedió su nombre. En ‘De pronto el cielo’, al modo cernudiano, dice: “Creo que la naturaleza te colmó como un árbol / con el fuego secreto de su respiración”. El verso bien podría ser literalmente autobiográfico porque Rosendo Tello, el paseante tranquilo de la poesía, está poseído por la naturaleza y su sensualidad más desarbolada y por el fuego de la creación.

 

*Este artículo se publicaba ayer en la sección de cultura de Heraldo de Aragón. La foto es de José Miguel Marco.

 

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