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Antón Castro

SERGIO ALGORA: ALOMA RODRÍGUEZ, DE 'LOS IDIOTAS PREFIEREN LA MONTAÑA'

SERGIO ALGORA: ALOMA RODRÍGUEZ, DE 'LOS IDIOTAS PREFIEREN LA MONTAÑA'

 

[Aloma Rodríguez (Zaragoza, 1983) presenta mañana  viernes, a las 20.00, en la librería Antígona su cuarto libro, ‘Los idiotas prefieren la montaña’ (Xordica), una novela fragmentada sobre el poeta, narrador y cantante Sergio Algora (Zaragoza, 1969-2008). En esta entrevista explica algunas características del libro, del personaje y de su contexto. La acompañarán Octavio Gómez Milián y Rodolfo Notivol.]

 

 

“La novela es una carta, quiere

ser un diálogo, nunca un llanto”

 

 

-“Sergio Algora tenía una sensibilidad fuera de lo común, era muy culto y tenía una gran curiosidad y odiaba aburrirse”

-El título es es un verso de ‘Mi última mujer’. Dice: “Los idiotas prefieren la montaña / y en mi interior yo tengo una playa / donde fabrico mis recuerdos perfectos”.

 -“Como escritor creía en la imaginación y en la forma. Era un poeta muy intelectual, nada fácil ni ligero. En su narrativa la premisa es la libertad creadora más absoluta”


 


 

LA ENTREVISTA

-¿Qué es ‘Los idiotas…’ una carta a un amigo muerto [Sergio Algora, Zaragoza, 1969-2008], un diálogo con él o el llanto por un artista? 

Es un libro en el que trato de reconstruir mi amistad con Sergio Algora para que no se la lleve el tiempo, es una carta, a sabiendas de que el destinatario no la va a leer, quiere ser un diálogo con él, pero no un llanto. Más bien una fiesta.

  

-¿Puede leerse en clave de libro del duelo, con ecos de ‘Amarillo’ de Félix Romeo o ‘El año del pensamiento mágico’ de Joan Didion, pongamos por caso? 

El duelo es uno de los temas del libro, pero no quería que fuera el principal. Leí algunos libros de duelo, como el de Didion, también ‘Tiempo de vida’, de Marcos Giralt Torrente, ‘Patrimonio’, de Philip Roth, o ‘La otra hija’, de Annie Ernaux. Ramón González Férriz, mi jefe en el periódico semanal ‘Ahora’, vio las primeras páginas en uno de los últimos juegos de pruebas y dijo que los zaragozanos hemos inventado un género: biografía de muerto en segunda persona. Se refería a dos textos que han sido fundamentales para este libro: ‘Amarillo’, de Félix Romeo, y el relato ‘Despedida’, de Daniel Gascón.

 

-¿Podría ser, en cierta forma, un perfil novelado e impresionista, suspenso en los recuerdos más o menos caprichosos o azarosos? 

Es una especie de retrato íntimo del Sergio Algora que yo conocí, el de los últimos años. Los recuerdos, anécdotas, poemas que cito y las canciones componen ese retrato cubista e incompleto, pero hay que alejarse para verlo bien. He intentado también que estuviera la voz de Sergio a través de sus canciones y sus textos, que no solo hablara a través de mis recuerdos.

 

-¿Qué te ha llevado a escribir un libro como éste, qué te removía por dentro? 

La necesidad de continuar una conversación abruptamente interrumpida por la muerte. El deseo de contarle a mi amigo muerto qué había pasado desde que se fue. La necesidad de decirle que lo quería. También quería dejar testimonio de esos meses en los que trabajé en el Bacharach. Con Sergio cerca,  la vida parecía un crucero en el que el champán nunca se agotaba.

 

[Cinco poetas: Ángel Guinda, Manuel Vilas, Octavio Gómez Milián, Jesús Jiménez y Sergio Algora.]

-¿Quién fue Sergio Algora? 

Uno de los tipos más brillantes y generosos que he tenido la suerte de conocer. Tenía una sensibilidad fuera de lo común, era muy culto y tenía una gran curiosidad y odiaba aburrirse. Fue cantante, pero sobre todo fue escritor: tenía un gran talento para contar historias, era un inventor. Algunos títulos de sus canciones podrían servir para definirlo: “El hombre bombilla”, “El fabricante de alas de mariposa”.

 

-¿Cómo era como músico, cuáles fueron sus características y que influjo ejerció sobre su entorno y en la música española? 

Esta pregunta me queda un poco grande. Pero creo que la medida del impacto que ha tenido con sus canciones se puede medir: casi todos los grupos del indie nacional reconocen su talento. En Pequeño circo Nando Cruz recoge declaraciones de otros grupos sobre El Niño Gusano. Me gusta especialmente la de Abel Hernández, dice que tocaban muy mal pero eran muy buenos. El Niño Gusano fue un soplo de aire fresco: por las letras y su actitud desenfadada. Es difícil encontrar alguna banda que no admire las canciones de Sergio Algora.

  

-Fue poeta y narrador y también dietarista. ¿Cómo lo defines, qué tipo de escritor era? 

Como escritor creía en la imaginación y en la forma. Era un poeta muy intelectual, nada fácil ni ligero. En su narrativa la premisa es la libertad creadora más absoluta. Todo es posible, se suspenden las leyes de la realidad y operan solo las de la imaginación y las que impone la propia narración.

 

-¿Quiénes eran sus influencias, a quién admiraba, cuáles serían sus afinidades o sus pares? 

En poesía, Paul Celan, Rimbaud, Luis Cernuda o John Ashbery eran los que más citaba. Uno de sus interlocutores y poetas más admirados era Fernando Andú. Le vi comprar y leer con placer a John Connolly, a Jonathan Littell o los relatos de Rudyard Kipling. Estaba muy al día de lo que se publicaba en Zaragoza en particular y en España en general. Algunos de sus referentes eran Philip K. Dick, Boris Vian o Hermann Hesse. Una de las cosas que hace que su mundo sea tan fresco y original es que sus referentes no son solo literarios: también bebe del cine, del arte. Y es una de las razones por las que sus canciones eran tan frescas y originales, porque no se nutrían solo del pop.

  

-¿Piensas que, cada vez más y salvadas las distancias, se parece a Serge Gainsbourg? 

No. Creo que Gainsbourg era un personaje que tenía un poso de amargura. Algora, no. En todo caso, cierta melancolía. Pero no era un cínico, jamás lo fue. Y Gainsbourg, que tenía un enorme talento, a veces se comportó como un cínico.

  

-El libro es el documento de un soñador incesante en un cuerpo frágil. ¿Era consciente Sergio Algora del peligro que corría y lo desafiaba sin más? 

No lo creo. Algora era un vitalista y le gustaba la vida. Su muerte fue una desagradable sorpresa. Siento estropear el tópico de que vivió deprisa para morir joven. No creo que fuera consciente de la gravedad de su dolencia.

  

-¿Qué aportan los textos de los amigos, escritores, músicos, críticos musicales a tu novela? ¿Cómo lo has ido incorporando? 

Tienen una doble función: por un lado, cumplen el papel de interlocutores, por otro, son otro punto de vista y cuentan cosas que yo no sabía y otras que yo sabía. Era un poco como cuando te pellizcas para saber que no estaban soñando y una manera de añadir otro punto de vista. También dan una dimensión mayor al personaje.

  

-¿Qué sucedía en el bar Bacharach? 

En realidad solo éramos gente divirtiéndonos mucho. Poníamos discos, copas para otros y hacíamos bromas. Bailábamos y charlábamos de libros o pelis. Lo extraordinario venía de la manera que tenía Sergio de ver la vida y su capacidad para convertir un día de trabajo en una aventura. A Algora le gustaba parafrasear ‘El club de la lucha’: lo que pasa en el bar Bacharach se queda en el bar Bacharach y si es tu primera noche, tienes que pelear.

  

-¿Sabemos algo nuevo después de haber leído el libro sobre Algora? 

No hay grandes revelaciones: lo único que hago es construir un puzzle con piezas que ya estaban ahí. Como dice una canción de El Niño Gusano, “todo lo que digo lo dijo alguien ya”.

 

[Sergio Algora, Aloma Rodríguez e Ismael Grasa en la presentación de ’París tres’ de Aloma en Antígona.]

-¿En qué medida el libro es también una historia de amor, de complicidad, el relato de un Pigmalión inadvertido y su camarera? 

Más que historia de amor, hablaría de historia de admiración y fascinación. Sergio y yo tejimos una extraña complicidad: es una relación que añoro y anhelo y que, desgraciadamente, no he vuelto a tener. Sergio era tremendamente divertido y generoso. Era muy listo y se preocupaba por que todos estuvieran bien. Y siempre estaba dispuesto a reírse.

  

-Parece que has tenido en la cabeza libros como los de Valérie Mréjen, el propio Félix Romeo, no sé si Francesco Piccolo. ¿Por qué has elegido esa estructura tan fragmentada? 

Siempre pensé el libro así: con espacios entre los párrafos. Quería que la estructura no se viera, que desaparecieran los mimbres. Por otro lado, la escritura del libro ha sido dolorosa por momentos, necesitaba descansar, no era capaz de mantener esa intensidad emocional. Y creo que el lector también agradece eso. Además de que puede completar esos espacios en blanco. Valérie Mréjen es una de mis escritoras favoritas, Félix Romeo es un referente. Pero también Marguerite Duras, Natalia Ginzburg, Annie Ernaux o Patrick Modiano.

 

-¿Y el estilo? Deshuesado, directo, rápido pero también envolvente. ¿Qué buscabas, qué buscas como narradora? 

Buscaba la contención. Los escritores que me gustan no se regodean, no le dan todo masticado al lector, lo respetan y también a sus personajes. He trabajado mucho el tono del libro buscando el equilibrio entre la sobriedad y la emoción.

 

-Último asunto: ¿cuál es la razón del título? Y no me refiero solo a que sea un verso de una canción suya… ¿Es la última o penúltima provocación de Sergio Algora? 

En primer lugar es un verso de ‘Mi última mujer’. Dice: “Los idiotas prefieren la montaña / y en mi interior yo tengo una playa / donde fabrico mis recuerdos perfectos”. Este libro es algo así como un compendio de mis recuerdos perfectos de Sergio Algora. De ser una provocación, será la penúltima: Algora se aparece en los sueños de todos sus amigos para recordarles que sigue por ahí, atento a todo y mirando con una botella de champán en la mano.

Los idiotas prefieren la montaña. Aloma Rodríguez. Xordica. Zaragoza, 2016. 112 páginas.


*Las fotos de Aloma las tomo de aquí:

-http://imworld.aufeminin.com/dossiers/D20130510/AlomaOK-135449_L.jpg

http://imworld.aufeminin.com/dossiers/D20130510/aloma001-1-135149_L.jpg

** La de Sergio Algora con Algora, Aloma e Ismael y otros amigos ya estaban en este blog.

*** La foto de Sergio Algora es de Óscar Sanmartín Vargas. 

 

 

2 comentarios

Angel Guinda -

¡Enhorabuena, Aloma!
Me alegré mucho de ver que estás trabajando en el semanario AHORA que dirige mi ídolo Miguel Ángel Aguilar

mayusta -

«La necesidad de continuar una conversación abruptamente interrumpida por la muerte. El deseo de contarle a mi amigo muerto qué había pasado desde que se fue. La necesidad de decirle que lo quería». Está visto que la generosidad se hereda. Una persona que se fue demasiado pronto y la amistad y el oficio de una excelente escritora que nos lo revive. Deseo leerlo ya. Enhorabuena...