UZCUDUN Y GAZTAÑAGA: EL DESTINO TRÁGICO DE DOS PÚGILES
Hay quien considera que el boxeo no es deporte, pero durante años ha sido una actividad física que seducía más que ninguna otra: más que el fútbol incluso o las carreras. Y en algunos países de modo desbordado: pensemos en Estados Unidos. Allí, durante décadas, el campeón de los pesos pesados tenía mayor poder que el presidente. Ahí están casos como los de Joe Louis, ‘el Bombardero de Detroit’, Rocky Marciano o, sobre todo, Cassius Marcellus Clay, el célebre Muhamad Alí.
Una parte importante de la historia de España del siglo XX podría contarte a través de sus púgiles (Ara y Alís, Folledo y Galiana, Velázquez y Carrasco, Perico y Tony Ortiz...), como acaba de hacer Joxemari Iturralde (Tolosa, 1952) en ‘Golpes de gracia’ (Malpaso), una novela, un reportaje o una crónica novelada que tiene como protagonistas a Isidro Gaztañaga, que se hará famoso como Isidoro Gaztañazaga o Izzy Gaztañaga, y a Paulino Uzcudun, que fue tres veces campeón de Europa y que se batió con los grandes púgiles de su tiempo: el gigantón y carnicero Max Baer, pelea que glosó Bernardo Atxaga, el italo argentino Primo Carnera, Max Schmelling (se pelearon varias veces y se zurraron de lo lindo y siempre mandó el alemán que odiaba a Hitler) y Joe Louis. Este, pletórico y afianzándose día tras día como el nuevo héroe de América, le propinó una soberana paliza. Pero esa es otra historia, y tampoco parece importarle mucho a Joxemari Iturralde, a quien, según ha confesado, no le apasiona el boxeo.
¿Por qué escribió este libro, breve, intenso, de muchos diálogos, cuyos capítulos se titulan como las amantes que Gaztañaga y Uzcudun tuvieron? Al autor le habían contado tantas historias de uno y de otro que le resultaba fascinante su aventura. Y lo es: fascinante, compleja, suicida e incomprensible. Y, como dice Ignacio Martínez de Pisón en el prólogo, es una historia que se inclina hacia el fracaso. Hacia el vértigo de la nada.
Uzcudun y Gaztañaga eran casi vecinos. Nacieron a diez kilómetros de distancia. Y los dos leñadores. Aizkolaris. Uzcudun había nacido en Errezil en 1899; Gaztañaga en Ibarra, en 1905. De formas muy diferentes demostraron su fortaleza. Paulino Uzcudun se iría a París, aprendería a boxear, debutaría a los 23 años y poco a poco, con sufrimiento, gran capacidad de encaje y buena pegada, empezaría su escalada. Un día descubrió que por un combate podía lograr 2.000 pesetas (doce euros de hoy).
El aprendizaje de la seducción
Gaztañaga lo seguirá a París, se conocerán y vivirán buenos momentos juntos. Ambos, amaban las mujeres, y eso quiere decir que no perdían ocasión para tener sexo, saltar a camas ajenas, divertirse como salvajes, conquistar mujeres casadas y ricas, entenderse con actrices -entre ellas en el libro, más o menos, se entrevén Lupe Vélez, de vida infausta, Dolores del Río, compañera de Orson Welles un tiempo, Clara Bow…-, pero también con cocineras, con prostitutas. O a veces mantenían historias románticas con la primera novia del pueblo que seguía esperando. Si había que mantener a dos enamoradas a la vez, lo hacían.
De esta forma de vida y de otras afinidades, se acrecentó una gran amistad. Es una parte importante del libro: ver cómo se fragua la complicidad, el cariño, cómo comparten los sueños. Y el gran sueño, además de grandes noches de amor y parranda, madrugadas etílicas y de grandes comilonas (aquí son importantes los clubes gastronómicas y alguna cocinera), el gran sueño era el título de campeón de los pesados de Europa o del mundo.
El que estuvo más cerca de lograrlo fue Uzcudun , que también parecía el más fanfarrón, el más ufano de sus hazañas. Un día en Nueva York, tras una victoria trabajada, como casi todas las suyas, surgió la enemistad, algo que también era muy importante en el boxeo. El odio entre los rivales azuza al público y los promotores empezaron a soñar con una pelea entre ellos. Si Uzcudun era poderoso con sus puños, primitivo e incontenible, Gaztañaga no le iba a la zaga: decían que con su mano izquierda, que le sirvió para ganar muchas peleas, podía romper el puente de Brooklyn. La prensa agudizó su rivalidad, y algunas infaustas declaraciones hicieron que naciera el odio. O tal vez la indiferencia y el desprecio.
Joxemari Iturralde no repara demasiado en los combates. Da pequeños datos, recuerda veredictos, explica parrandas y cabezonerías. La insolencia del abatido. Y certifica que nunca llegaron a enfrentarse.
La pelea de la Guerra Civil
Paulino Uzcudun fue republicano, pero cuando estalló la Guerra Civil se pasó a la Falange y protagonizó varios momentos sórdidos, confusos y un tanto raros: el más anómalo fue la tentativa de salvar a José Antonio Primo de Rivera, algo que fue prácticamente radiado y que acabó mal. En su deambular por el frente, estuvo en Zaragoza y en San Juan de Mozarrifar. Gaztañaga se sentía republicano y, ante la actitud de su examigo, mucho más. Estaba por Estados Unidos, por Latinoamérica, seguía viviendo a la desesperada: entre el alcohol, los combates, ya sin entusiasmo y mal entrenado, ganando sin brillo o perdiendo con indignidad, y las mujeres. Las mujeres casadas seguían siendo su debilidad y en la frontera entre Colombia y Argentina, en una noche en que pensó que iba a poder defenderse a mamporrazos, recibió varios balazos de un marido celoso., que siempre se arrepentiría.
Contaba 38 años. Gaztañaga tenía algo de tipo simpático, diría luego el homicida. ‘Golpes de gracia’ habla de la amistad traicionada, de los sueños rotos, de la indolencia, de la enemistad y , en el fondo, de las dos Españas.
-’Golpes de gracia’. Joxemaria Iturralde. Malpaso. Barcelona, 2016.
*La foto de Paulino Uzcudun la tomo de aquí.
http://estaticos03.marca.com/blogs/ni-mas-ni-menos/imagenes_posts/2014/04/25/99232_570x770.jpg
** La de Gaztañaga de aquí:
https://1.bp.blogspot.com/-t2zZbWWyo8Y/UOMVa7hq8RI/AAAAAAAAB4o/3tcKf1VmQMU/s1600/1935+antes+de+pelea+con+Loe+Louis.jpg
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