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Antón Castro

TERESA RAMÓN: UN DIÁLOGO CON GOYA

ENTREVISTA. Teresa Ramón (Lupiñén, Huesca, 1945) recibía el pasado miércoles el Premio Aragón-Goya de 2015.

 

 

Teresa Ramón en su estudio de Huesca. Foto de Rafael Gobantes.

 

 

Goya me ha dado más pasión y libertad”

 

 

Empecemos un poco a bocajarro: ¿para qué sirve la pintura?

La pintura ayuda a encontrar miradas diferentes sobre las cosas que nos rodean, sobre los sentimientos, sobre las ideas. Hay mucho misterio en el universo esperando que lancemos una luz en cada rincón, en cada mirada, en cada corazón. Para mí, la pintura es toda mi vida.

 

¿Qué supone para usted el Premio Aragón-Goya 2015?

Lo más importante, fundamental, entrañable y maravilloso ha sido el afecto, la alegría y el apoyo que he recibido de multitud de gentes amigas, conocidos y desconocidos que me han parado en la calle para darme la enhorabuena y alegrarse conmigo. He recibido correos electrónicos muy calurosos desde otras ciudades de España, también desde Francia, Perú, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Miami, Argentina y Uruguay. El galardón me da razones para seguir luchando por la pintura, por el arte en general, por la cultura, por las mujeres tan olvidadas casi siempre.

 

¿Qué le ha dado la figura de Goya?

Me ha dado más pasión y libertad, la conciencia de que el arte no tiene fronteras ni límites temáticos, la confirmación de la teoría de “lo siniestro y lo sublime” con sus grabados sobre el horror de las guerras y los caprichos. Me dio una mirada subjetiva y apasionada del dolor y la fragilidad humanas.

 

¿Cuáles son sus cuadros favoritos de los suyos?

'La condesa de Chinchón', que emerge desde la oscuridad llena de una luz delicada y purísima, 'El perro enterrado en la arena', de un profundo desamparo y desolación, y todas las 'Pinturas Negras'. Goya amó desesperadamente a las mujeres, pero creo que no le cegó la pasión. Cuando las amaba o admiraba, pintó 'La condesa de Chinchón', 'La Duquesa de Alba' y 'Las majas' o pintaba cuadros puramente de compromiso o encargo, en los que no elude un estudio psicológico. Pero en el cuadro 'La familia de Carlos IV' no se privó en absoluto de plasmar las envidias y la mediocridad de algunas mujeres. En los maravillosos bocetos de las cabezas, se acentúa esa mirada lúcida y descarnada de esa realidad palaciega.

 

¿Recuerda cómo llegó a la abstracción?

Para mí fue un proceso natural de eliminación de aspectos de identidad innecesarios en finales del siglo XX y en este XXI, en los que los procedimientos fotográficos y fílmicos hacen innecesaria esa reproducción pictórica de la realidad, a la que nunca me he adherido. Ya en el 'Bestiario', a través de los textos de bestiarios medievales, dejé libre mi imaginación para crear esas bestias-monstruo tan fuertes, tan generadoras de fuerza y misterio. Nunca me ceñí la realidad, mis figuras soñadas flotaban en un mundo tenebroso y simultáneamente luminoso y sugerente. Picasso y su trabajo incesante de investigación y ruptura me han fascinado siempre.

¿Qué han significado en su producción los monstruos?

Son una manifestación de los vacíos, los miedos, los terrores inmateriales y difusos que pululan en mi mente. En general, amo a los animales, me apasiona la compleja simplicidad, el rigor y el orden de la vida de las abejas, el vuelo de los pájaros, ese dominio del aire, esa libertad. Y amo a mi perra Laia, que me da mucho amor.

 

¿Cuál es su vínculo con Latinoamérica?

Para mi pintura, trasladarme allá fue sumergirme en esa explosión de color y luz, de una vida exuberante y magnífica, de su alegría de vivir, de su comunión profunda con esa naturaleza prodigiosa donde la primavera dura todo el año. Debido a la alta humedad del aire, me permitió pintar con la técnica del fresco sobre lienzo y sacar toda la luz que esconde la materia pictórica.

 

¿Qué ocurre en su taller? ¿Qué lee, cómo se inspira, cuál es su relación con los materiales?

Mi taller es mi paraíso particular, es el territorio de mi verdadera vida. Puedo pintar horas y horas sin descanso con la única compañía de Radio2 clásica. Mi relación con los materiales es intensa y visceral. Preparo con pigmentos mis colores personales en una elaboración intensa y enigmática. Procuro leer mucho, mi libro de cabecera son las obras completas de Saint-John Perse, también 'Lo bello y lo sinIestro' de Eugenio Trías, 'Capital del dolor' de Paul Eluard, y el último, muy interesante porque trata de la indefensión y el ninguneo al que somos sometidas las mujeres en general y en el mundo del arte especialmente, es 'El mundo deslumbrante' de Siri Hustvedt, una gran escritora y esposa de Paul Auster.

 

Ha estado casi en el más allá. ¿Qué le queda por hacer, cómo sueña su porvenir?

Me siento con muchos deseos de seguir trabajando intensamente. La “experiencia de la muerte”, y he estado al otro lado del túnel, te da una nueva forma de ver, de saber que el tiempo es finito, que un soplo negro te puede arrastrar en un segundo al más allá, por eso es imprescindible aprovechar cada minuto como si fuera el último ¡nunca se sabe…! Me quedan por hacer muchas cosas, espero.

 

¿A qué se refiere?

He estado realizando dibujos y pinturas sobre mis sensaciones de esos momentos y de una larga y penosa recuperación, sobre la fragilidad, sobre la complejidad de un cerebro que puede producir imágenes terribles y fascinantes. He estado escribiendo una autobiografía novelada sobre mis experiencias artísticas. Creo que seguiré en esos dos caminos complementarios.

 

¿Qué consejos le darías a los jóvenes que desean ser artistas?

Desde el cariño y el respeto, les diría que trabajen incansablemente para encontrar su propio camino, que no se adhieran a modas, que sigan la luz de su espíritu. Y les aconsejaría trabajar, trabajar, trabajar.

 

¿Qué cuadro le habría gustado haber pintado?

Dos me habría gustado pintar: 'Perro enterrado en la arena' de Francisco de Goya y 'Las señoritas de Avignon' de Picasso. Los dos cuadros abrieron caminos a nuevas formas de ver.

 

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