CUENTO PARA BELIEVE IN ART
'BELIEVE IN ART': JAVIER HERNÁNDEZ ILUSTRA AL NIÑO DIEGO
Hace algún tiempo, María Luisa Grau Tello, que trabaja en el IAACC Pablo Serrano y que es una apasionada del arte mural, nos pidió a Javier Hernández y a mí participar en el proyecto de Believe in Art que coordina con otras personas, entre ellas Beatriz Lucea. Yo escribí un pequeño cuento y Javier le ha dado toda esta vida para mejorar las sensaciones de los niños, para emocionar con sus colores...
Como suele suceder, el cuento está basado en escrupulosos hechos reales.
UN PASEO A CABALLO
Me llamo Diego y vivo en el campo. Entre mi casa y la carretera, había un descampado. Siempre lo veía vacío, hasta que un día aparecieron unos hombres y con ellos unas máquinas. Lo cerraron con una alambrada y al día siguiente ya había dos perros grandes como leones, un pavo real y un caballo pequeñito.
Una tarde, al volver del colegio, vi que habían levantado una casa de madera, enorme, con ventanas, chimenea y porche. Todos los días había algo nuevo. Al caballo pequeño, como un poni, se le sumaron otros dos: uno, elegante y oscuro, y otro, blanco y más flaco. Y después llegaron las gallinas, dos cerdos, uno rosado y otro negro, como un jabalí, y también trajeron patos. Los que más me impresionaban eran el pavo real y un gallo que apareció de repente.
Un día decidí llamar a la puerta. Salió una mujer rubia a recibirme. Como estaba muy ocupada, le pidió a su padre que me atendiese. Se llamaba Arcadio. Era simpático y cariñoso. Le dije:
-Quiero saberlo todo.
-¿Todo?
-Sí. ¿De dónde vienen los caballos, cómo se llaman los perros, por qué extiende su gran cola el pavo real? Todo.
Arcadio me llevó hasta un pequeño establo o cobertizo, y me sentó en una silla. Habló y habló sin parar. Era carpintero, mecánico y granjero. Me dijo tantas cosas que me dormí. Me cogió en brazos, creo, y me llevó a casa. ¡Con lo que yo peso! Entreabrí los ojos y, adormecido, le oí decir mientras me entregaba a mi padre:
-Mañana nos traen una vaca rubia, viene de lejos, de la orilla del mar y de los bosques, y se llama Ermelinda.
Esa noche no pude pegar ojo. En la cabeza me bailaban los animales y los nombres: los perros leonados eran Jack y Lord, el pavo real se llamaba Volador, el gallo Edmundo y el poni era Rojito… Eso sí, lo mejor de todo, sucedió en sueños: el caballo Edmundo venía a buscarme, relinchaba ante nuestra puerta y me decía: “Sube a mi grupa”. Y aquello sucedía en el tiempo en que los caballos hablaban.
A la mañana siguiente, Arcadio se paró ante mi puerta con el propio Edmundo. Me alzó del suelo, me puso delante y me dio las riendas. Cuando vuelva del paseo, os contaré todo lo que ha pasado. Esperadme.
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