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Antón Castro

1916-1956: JUAN RAMÓN Y ZENOBIA

1916-1956: JUAN RAMÓN Y ZENOBIA

El amor inagotable de Zenobia

y el poeta Juan Ramón Jiménez

 

‘Diario de un poeta recién pasado’ cumple un siglo y a la vez hace 60 años que el escritor recibió el Nobel, tres días antes de la muerte de su esposa

 

Antón Castro

Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881-Puerto Rico, 1958) fue un poeta depresivo y neurasténico con una inmensa capacidad de trabajo. Aquel “muchacho despatriado”, como lo llamó Ignacio Prat, tenía la cabeza en las nubes y en las más hermosas regiones de la poesía, pero los pies y el cuerpo en el suelo. Fue enamoradizo y vivió grandes historias de amor, algunas tan literarias como la de Georgina Hübner, la mujer inventada por unos poetas peruanos, o de sexo sencillamente como se ve en su poemario ‘Libro de amor’: no tenía reparos en seducir a monjas (algunas aragonesas: Pilar Ruberte, de Zaragoza; Amalia Murillo, de Sariñena, y la madre superiora, Susana López, de Mallén) o la esposa del director del hospital. Luego en la soledad de su estancia les dedicada hermosos poemas de trasfondo erótico. En 1913, casi por casualidad, conoció a Zenobia Camprubí Aymar (1887-1956) y decidió que iba a ser la mujer de su vida. Ella era todo un carácter: había vivido en Mallorca, Barcelona y Estados Unidos, hablaba inglés, era traductora y escritora y se manejaba en diversos negocios, sobre todo de artesanía popular y de inmobiliaria. Era una mujer moderna e independiente, que escribía cuentos, poemas y diarios en inglés y castellano, y que había tenido algunos novios. Uno de ellos, norteamericano, aún andaba por ahí al acecho; deseaba casarse con ella. Exhalaba vitalidad y energía. Ya de joven había escrito: “Estoy tan encantada y tan entusiasmada con todo, que no creo que haya ni una persona que disfrute de la vida más que yo”,

Al principio a Zenobia el poeta Juan Ramón Jiménez no le hacía mucha gracia. Tenía fama de raro, pero él se armó de paciencia y de poesía, y logró sus sueños: seducirla y convencerla para que se casasen, pese a la oposición materna. Ella lo llevó en secreto, consultó con algunas amigas y con su hermano, siempre cauteloso, pero al final accedió y fijaron la fecha de la boca el 3 de marzo en Nueva York. A la madre de Zenobia le costó aceptar la noticia: a ella el novio le gustaba nada.

En febrero de 1916, hace ahora un siglo, Juan Ramón Jiménez decidió viajar a Estados Unidos y empezó un libro: ‘Diario de un poeta recién casado’, que se inicia con su salida de Madrid hacia Cádiz, continúa con el viaje en barco, sigue en Nueva York, contempla una nueva travesía, ahora en el buque Montevideo, el retorno a Madrid y el recuerdo de muchos instantes. Ese libro se publicó a principios de 1917, pero la primera edición de Calleja lleva en portada la fecha de 1916. Es uno de los grandes textos de Juan Ramón, de gran unidad: un libro de viaje, un volumen de confesiones y emociones, la crónica de una luna miel donde se explora una nueva poesía, más desnuda, con ecos simbolistas en ocasiones, que se alza sobre tres elementos: el amor, el cielo y el mar.

La Universidad de Huelva publicó un precioso estuche de ‘Diario de dos recién casados’, donde la editora Emilia Cortés Ibáñez recoge el texto de Juan Ramón y las distintas notas del diario de Zenobia. Por ejemplo, escribe: “Juan Ramón y yo tenemos un gran disgusto y luego mayor comprensión y mucho más cariño verdadero”. Y un domingo anota: “Voy a misa, luego me encuentro mal y me meto en la cama. Por la tarde mamá viene a hacerme compañía y me lee cuentos”. Zenobia y Juan Ramón colaboraron en varias traducciones: la más famosa fue la de Rabindranath Tagore. Juan Ramón, perfeccionista hasta la exasperación, fue nombrado director de publicaciones de la Residencia de Estudiantes.

En 1936 se fueron de España. Juan Ramón firmó un documento de adhesión a la II República. Al poeta le concedieron un puesto de agregado cultural en la Embajada de España en Estados Unidos. Vivieron allí, luego en Cuba, más tarde en Marylanda y en Nueva York, de nuevo, y en 1951 llegaron a San Juan de Puerto Rico. Ambos daban clases y el poeta afinaba sus grandes libros: ‘Romance de Coral Gables’, ‘Animal de fondo’, ‘Dios deseante y deseado’ o el famoso poema en prosa ‘Espacio’. Zenobia no le dejaba ni un instante: a su modo, con ese código secreto que tienen todas las parejas, se amaron con locura. A Zenobia se le descubre un cáncer. Y un 25 de octubre de 1956 le dan la gran noticia de su vida: la concesión del Premio Nobel de Literatura por “por su poesía lírica, que constituye un ejemplo de elevado espíritu y pureza artística en lengua española”. Como su esposa está muy enferma, JRJ se plantea no decírselo. Al final se lo dijeron y quizá fue el mejor regalo en el momento del adiós. Ella había escrito: “A Juan Ramón no se le puede dejar solo en absoluto. Él es queridísimo aunque me vuelva loca”. Apenas dos años después falleció el poeta. No se acostumbraba a estar sin su amor, su mujer, su cómplice, su enfermera. Al fin y al cabo aquella mujer le impulsó a escribir: “Yo solo vivo dentro / de la primavera”.

 

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