Blogia
Antón Castro

JORGE SANZ BARAJAS HABLA DE 'CAPITAL DEL DESIERTO'

CAOUTAK DEK D

El escritor y profesor Jorge Sanz Barajas (Zaragoza, 1967) acaba de publicar su segunda novela: 'Capital del desierto', que transcurre en la Guerra y en la posguerra, en concreto en 1958 cuando en Zaragoza se rueda 'Salomón y la reina de Saba'. Una parte de esta entrevista publicaba ayer en Heraldo de Aragón.

-¿Qué tipo de novela has querido hacer: un relato de la Guerra Civil o de la posguerra, un friso social, la construcción paulatina de la imposible normalidad en la posguerra?

Capital del desierto” es un relato que trata de contar cosas pequeñas en apariencia, a gente que no figura en los libros de historia, en esos años en que la posguerra debería haber terminado ya. Pero lo importante en la narración es hacer que las cosas pequeñas parezcan grandes. Esta gente descubre que sigue viviendo igual o peor que en 1936, que les han engañado y que quienes han ganado la guerra son los grandes terratenientes de siempre, las grandes familias que han gobernado esta ciudad desde la Restauración. Por azar, la vida de esta gente pequeña se cruza con la de la gente importante, y a veces saltan chispas… Hay un puñado de personajes que están mucho más cerca de lo que imaginan, pero no lo descubren hasta que no salen del cascarón en que el Régimen los quiere mantener. No sabría decirte a qué género puede adscribirse, pero seguro que no es otra novela más de la guerra civil o de la posguerra. Hay en ella un cierto análisis de cómo se diseña Zaragoza y cómo vivió ese momento un barrio como el del Las Fuentes. Ficción, sí, pero quizá no tanto.

-¿En qué medida te ha obsesionado o interesado a ti la Guerra Civil?

Siempre me ha interesado. Trabajé durante años la literatura del primer tercio de siglo y me interesé por la estimativa de quienes escribieron a uno y otro lado del frente. Hay heridas sin sanar y me preocupa que haya políticos que insistan en que hay que olvidar: como si no hubiera sucedido nada. Recordar y reconocer es una etapa esencial para la reconciliación. Nuestros mayores problemas presentes (corrupción, política de vivienda, modelo de crecimiento, crisis del modelo político, del sistema educativo y cultural) provienen de una gestión arcaica y feudal tolerada durante cuarenta años y consentida en parte durante la transición. Para salir de este atolladero, hay que conocer qué pasó y quién hizo qué… Y todavía no lo sabemos, mientras Alemania conoce al detalle todo lo que sucedió y ha rasgado todos los veos que había que rasgar. El precio que tuvimos que pagar por la libertad fue el silencio. Esta novela es un intento humilde de dar voz a esa gente que tuvo que callarse.

 -¿Por qué has distribuido la novela en tres tiempos distintos: la Guerra, la posguerra y 1958? ¿Querías hilvanar un continuum?

En realidad intenta ser una novela a escala humana. Como nuestro mayor poder es la imaginación, que suele llevarnos al futuro o al pasado aunque no queramos, eso le pasa a la narración: empieza en los últimos momentos de Primitivo y se va desplegando desde su memoria convulsa, desde los recuerdos de alguien que no quiere que se le escape nada de lo vivido. El continuum existe porque el narrador está convencido de que la posguerra no acaba en 1958 sino que se convierte en otra cosa: lo dice el ministro Arrese: “ya no seremos proletarios, seremos propietarios”. Pensaron que dar una casa acababa con la conciencia de trabajador, pero en realidad lo que estaban haciendo era un gigantesco pelotazo urbanístico a base de recalificaciones cuya magnitud desconocemos aún, pero da el pistoletazo de salida al modelo económico español de fin de siglo (y de la actualidad). Estoy convencido de que aún seguimos ahí en cierto modo. Lo pagamos todos, y lo seguimos pagando.

-¿Qué significó el año 1958 en la ciudad?

 1958 fue un soplo de aire fresco: la llegada de Gina Lollobrigida, Tyrone Power, George Sanders o King Vidor a Valdespartera, una fosa común con más de mil fusilados que se convertía por obra y gracia del séptimo arte en un escenario de cine. Luego vendría la primera ofrenda de flores. La gente empezaba a conocer el movimiento surrealista en torno al Niké, a Miguel Labordeta, a Manuel Pinillos, a Santiago Lagunas, Cirlot había hecho la mili aquí y había dejado impronta, había un puñado de excelentes pintores… Zaragoza era un pequeño oasis en medio del desierto, una ciudad emergente en medio de un país que aún se frotaba los ojos tratando de entender lo que había sucedido. Siempre hemos tenido un punto “perro” en esta tierra, y no siempre lo hemos sabido apreciar. Tampoco desde fueera lo han sabido entender, ciegos de tanto mirar al este y al oeste.

¿Qué trajo de sueño, de despertar, el rodaje de 'Salomón y la reina de Saba o fue una construcción posterior, de carácter casi legendario?

He hablado con mucha gente que conoció ese episodio de cerca: la llegada de los actores al Gran Hotel, el morbo de la presencia de la Lollobrigida, la posibilidad de hacer de extra… Si hoy pidiéramos a todos aquellos que tienen una flecha de goma de aquel rodaje, llenaríamos un almacén. La gente acudía en masa paseando con los niños para ver el rodaje. Todo eso se desvaneció con el tiempo, como si no hubiera tenido importancia. En esta tierra tenemos una cierta tendencia a dejarle hacer al viento, a la resignación y a un encabronamiento tardano. Pero para mí, lo esencial de ese episodio es que quienes recordaban haber enterrado allí tantos cuerpos, callaron por miedo o por desidia. Nadie parecía recordar que ese escenario era una fosa común: eso es abrir la puerta a que se convierta en una autopista o unas ferias.

-Parece una novela coral, aunque hay un personaje más importante como Primitivo, que ha estado en la División Azul… ¿Cómo te has planteado la relación y la psicología de los personajes?

La casa donde sucede la historia es mi casa, uno de esos viejos bloques de sindicatos a la entrada de Compromiso de Caspe. Conviví con decenas de personas que bajaban la persiana, que chistaban cuando alguien levantaba la voz, que se estiraba la falda al sentarse, que miraban con miedo, de reojo. Había muchas historias en ellos y ellas. No he pretendido contarlas todas, obviamente, pero era gente que merecía y esperaba algo más. Y nunca lo tuvieron. Muchos murieron antes de tiempo. Hay muchas voces porque los sentimientos que se despliegan son comunes a muchos hombres y mujeres, no son propios ni propiedad de nadie. La humillación, la vergüenza, la alegría, la esperanza no se consumen cuando se conviven: se multiplican. Todos los personajes tienen algún vínculo que les une a algún otro. Y todos tienen algún atisbo de profundidad. Como decía Dickens, estamos mucho más cerca unos de otros de lo que nos imaginamos. Nos creemos ese cuento del individualismo mientras estamos dándonos codazos en el autobús. El individualismo está pensado para que no seamos conscientes de que somos multitud, somos más. Cada propietario es uno y único, pero cada proletario es todos los proletarios y uno mismo. Primitivo ha vivido desde su vida pequeña todo el siglo, como muchos otros: la pérdida, el desconsuelo, la guerra, la esperanza, la venganza, la libertad… Va creciendo en la novela conforme va viviendo. Es un personaje que fermenta. En la novela, algunos crecen y otros no, pero los que no lo hacen es porque han elegido quedarse como están: les va mejor… Primitivo, en cambio, ha estado en la División Azul por obligación: es un superviviente de esta y muchas otras cosas. Como otros muchos, siente que les invitaron a ir a esa guerra para poder medrar entretanto en la ciudad mientras ellos caían en Rusia: no estaban muy equivocados.

-Zaragoza sería algo más que un escenario… ¿Es también un personaje?

Tienes razón: Zaragoza es una mujer que va recibiendo hijos a oleadas, los va criando, los va empujando al combate, los entierra con más o menos poma, los esconde… Veo la ciudad, salvando la distancia, como la veía Víctor Mira en aquellos poemas de Madre Zaragoza. Es la ciudad más viva y activa que conozco, la que más vibra, la que más alto grita, la que más odia y la que odia con más amargura. En cierto modo, seguro que le duele tener tanto hijo mal enterrado y está necesitando un aquelarre..

-¿Qué supuso el crecimiento de la ciudad? ¿Qué contradicciones levantó, cómo fue?

Zaragoza se estudia en geografía urbana como un modelo de crecimiento caótico. No conozco tan a fondo el tema como para hablar de él, pero parece claro que creció en función de intereses urbanísticos de grandes familias, que ha sido terreno abonado para la especulación y que ese clasismo ridículo que determinaba el barrio en el que habías crecido, sigue existiendo hoy en día. Un dato concreto: hay unos mapas interesantísimos en la red acerca del nivel de estudios y el barrio de procedencia en esta ciudad. Lo explican todo mejor que yo. Esa es la herencia que nos dejó este modelo de desarrollismo tramposo. Es curioso que en el Barrio de Las Fuentes, al estallar la guerra, apenas había media docena de afiliados a Falange, el porcentaje más bajo de toda la ciudad; al repoblarlo con casas de sindicatos, llegan muchos viejos falangistas que ya están desencantados con Franco, añoran la revolución pendiente se consideran mal pagados por la guerra. Pero es gente pragmática y se calla. Casi toda, porque algunos empiezan a agitarse, a encontrar lazos comunes con otra iglesia, con movimientos de izquierda, con gente inquieta, y es el fermento del asociacionismo de barrio que ha sido tan importante para entender esta ciudad.

-Hay un momento en que un personaje se pone a soñar, mira el futuro y ve una ciudad de millón de habitantes. ¿Cuánto tardaremos en llegar a esa cifra y qué piensas que podría pasar entonces?

Ese sueño es una pompa de jabón. Para el desarrollismo, el número “millón” era mágico en muchos sentidos, no todos honorables. Dudo que algún día alcancemos esa cifra. En todo caso, no creo que cambiáramos mucho. Me dijeron hace poco que seguimos teniendo un 60% de ADN ibérico pese a todas las culturas que nos han atravesado. Esa tendencia sigue marcándonos: por desgracia, muchos de los chavales de mi colegio han estado en Paris, Londres o Roma pero jamás han pisado el Barrio Oliver, Las Fuentes o Montemolín; serían incapaces de ubicarlos en un mapa de Zaragoza. Eso sería una ciudad de un millón de habitantes, por desgracia: un archipiélago con una isla central descconectada de sus partes.

-Se ve que ha habido un proceso minucioso de documentación. ¿Cómo ha sido, qué buscabas, qué te ha interesado especialmente?

El trabajo de documentación ha sido minucioso y artesanal. He pasado cuatro años hurgando y leyendo, mirando mapas, consultando planos, leyendo periódicos, memorias...  Me ha costado algún disgusto en casa porque me embebía en exceso. Cuando veo que algunos escritores tienen equipos de documentación que les dan el trabajo masticado, me parece un gravísimo error: conforme buscas un camino, encuentras otros tres más ricos que el primero, pero eso solo lo huele el que busca con toda la artillería narrativa en la cabeza. Me ha interesado especialmente los planos de las casas, los callejeros, la ubicación de los comercios, la vida cotidiana, los problemas sindicales y laborales, las condiciones económicas… Desde ahí podía fermentar cada conflicto. Y luego me interesaba mucho lo que se iba despertando en mi memoria de mis vecinos, de las historias que contaban mis amigos de infancia, las de sus padres. Me interesaba más lo que se callaba que lo que se contaba.

-¿Es tu visión de la política del momento como un pico de chiste, inconsistente, casi frívola, dentro de un clima de desconfianza general y represión?

Creo que tenemos una predisposición al chiste en medio de la represión: cuanto más nos aprietan, más risa nos entra. El ejemplo es esa escena real en la que el ministro Arias Salgado defiende la censura, Eduardo Haro Tecglen le pregunta qué tiene de beneficiosa, Arias le contesta que ha disminuido la masturbación en España… Y cuando Haro, con morbosa curiosidad le pregunta cómo se sabe ese dato, el ministro le espeta: “Pues hombre, por las estadísticas de los confesionarios”. Esa anécdota es cierta: está en las memorias de Haro y yo se la he oído contar de su boca. No es que lo provoquemos, es que el chiste está escondido en los pliegues de la represión, solo hay que darle algo de aire. La política del momento daba para mucho: advenedizos, golfos, crápulas, teóricos de pacotilla, trileros disfrazados de empresario, políticos analfabetos, viejos militares sedientos de otra guerra, como un cuadro de Georg Grosz, esa era la corte del Faraón que pinta Berlanga en La escopeta nacional. Nadie dibujó mejor que Azcona ese tiempo.

-¿Qué hay de esa afirmación de “Zaragoza está llena de furcias”?

Era un dicho de la época: “Zaragoza, la ciudad de las tres pés: Pilar, palomas y putas”. Se trata de una exageración, pero es que al lado de mi casa estaba el Club La Asturiana, y siempre que pasaba de día estaba cerrado con una gruesa reja pero al atardecer entraban tipos que miraban a un lado y a otro antes de pasar adentro, un local con luces rojas y una densa humareda que se adivinaba desde fuera. Las mujeres del barrio convivían con esta realidad desde sus silencios. Una ciudad con tantos militares, con tanta feria agrícola, con tanto terrateniente de paso, era terreno abonado para la prostitución; pero la expresión “furcia” tiene el tono despectivo del varón cliente. En aquellos años de la posguerra, muchas mujeres no tenían otra alternativa que la prostitución y todas tenían una inmensa necesidad de dignidad. En El Coso, todo el mundo sabía de pisos de mantenidas, de queridas, etc. Pero no creo que en esto fuéramos una excepción.

-Aparece el Real Zaragoza pero un poco como un cameo desde el presente. ¿Por qué?

Soy socio y sufridor. La Romareda se estrena en la Liga 57-58. Tener un estadio nuevo y grande significaba tener un equipo con potencial. Pero es verdad, sí, es en cierto modo un conjuro para ver si volvemos a primera de una puñetera vez. Y hay algo de nostalgia: un día, Pepe Melero nos presentó a mi hijo Juan y a mí a José Luis Violeta; le había contado a Juan que mi padre, su abuelo, adoraba a Violeta. El azar quiso que acompañáramos un rato a José Luis por Gran Vía y Juan no entendía cómo la gente no le reconocía y le paraba por la calle. Lo decía con cierto desconsuelo. A mí me parece espléndido tenerlos en la mente: esos viejos jugadores son nuestra memoria y nuestra genética.

-Hablemos de los personajes femeninos...Mercedes, Felisa, Nena Guillén…

Son lo más poderoso de la novela: fueron educadas para ser alguien, se tuvieron que conformar con ser invisibles y cada una tiene su historia y sus sueños. Mercedes es estraperlista todavía, Consuelo vive entristecida con un marido amargado y sediento de venganza, Carmen sueña con ser actriz aunque sabe que nunca podrá serlo, y Felisa es quizá el personaje más elaborado: enviudó demasiado pronto, nunca mira a los ojos pero lo sabe todo de la gente desde su vida gris. Cada día rellena una botellita con agua de la fuente de la Samaritana y riega la acacia de la calle Rusiñol donde se le declaró su novio. Esa acacia existe y tiene una oquedad en su base donde Felisa escondió la medallita que le regaló Baltasar. Es una romántica que espera la mano de nieve y observa a sus vecinas con una extraña mezcla de envidia y nostalgia. He conocido a mujeres como ella, enlutadas y fuertes como el acero, pero discretas y silenciosas, celosas de la virtud y listas como el hambre.

-Entre los personajes pintorescos, aparece José María Zaldívar, 'El vigía de la Torre Nueva'. Explícanos ese personaje

Está quizá demasiado caricaturizado, y fue más importante de lo que pudiera pensar quien lea la novela y o indague más sobre él. Lo uso en un par de momentos y es cierto lo que cuento: gana unos juegos florales con unos versos no demasiado afortunados si los comparamos con lo que estaban escribiendo los poetas del Niké, pero los gustos del régimen eran así. El segundo momento también es histórico: le expulsan del rodaje de Salomón y la reina de Saba porque intentó colarse en el camerino de la Lollobrigida para entrevistarla. Podría haber cambiado su nombre pero me pareció poco honesto hacerlo porque las cosas sucedieron así. En otros personajes sí he alterado su nombre por diversas razones, aunque muchos son fácilmente reconocibles para quien conozca la Zaragoza de aquellos años. Repito que Zaldívar me parece una persona muy interesante, de vasta cultura y grandes conocimientos, y es cierto que la narración tiende a caricaturizarle, pero las novelas no están para hacer justicia y salen como salen.

-Ultimo asunto: ¿fue la posguerra como una letanía ininterrumpida?

Sí. Fue mucho más larga de lo que podamos imaginar. De hecho, estoy convencido de que el plan Arrese fue un intento fallido por darle carpetazo. Nos sacó de ella un poco de aire fresco como las películas de Fellini o el rodaje de Salomón y la Reina de Saba. Creo sinceramente que este rodaje, la ofrenda de flores y unos cuantos eventos más invitaron a mirar hacia delante con una mirada más limpia. El surrealismo maño acabó por revolverlo todo. En cierto modo, estos años fueron un punto de inflexión. Entre 1957 y 1961, Zaragoza dejó atrás muchas cosas y empezó a ventilarse un tanto. Los barrios que se gestaron con estas casas de sindicatos, lejos de ser corrales de ovejas sumisas, empezaron a ser semillero de libertad.

-¿Qué autores te han acompañado durante la redacción del libro?

Muchísimos. Mentiría si dijera que no leo mientras escribo para no contaminar mi estilo. La voz narrativa en una novela se va cuajando a base de lecturas. Por sus páginas quisiera haber atrapado huellas de los diálogos de Max Aub, las voces de Rafael Azcona, la capacidad para convertir lo sencillo en profundo que tiene Martínez de Pisón, el estilo seco de Cheever, la prosa paciente de Berta Vias Mahou, la mirada de García Pavón, la lentitud de García Badell, la chispa verbal de Jordi Soler, muchas viejas historias que cuenta Pepe Melero en sus columnas, las memorias de Luis Horno, de La Cadiera… Miro los archivos de notas que guardo en mis cuadernos y en el ordenador y te podría anotar cientos de autores. A muchos los leo con suma atención, de otros tomo prestado un par de apuntes, a otros los envidio de manera insana. Ha pasado mucha gente por esta historia. Pero la voz ha estado sometida a una depuración exhaustiva. Una vez terminé el primer borrador, lo dejé dormir durante seis meses hasta poder leerlo como si no fuera mío. Luego lo he revisado otras tres veces a partir de consejos de amigos que tuvieron acceso al manuscrito. Los autores están ahí presentes, pero su voz se detuvo hace un año largo para dejar hacer a la del narrador.

1. Tomo la foto del libro de aquí: 

http://static.plenummedia.com/40793/images/20160725181100-9788494398858-web.jpg?dh=NDcweDQ1MA%3D%3D&m=resize

2. http://antoncastro.blogia.com/upload/20140218015205-jorge-sanz-de6aea90.jpg

1 comentario

Austin -

I am interested by this topic and would love to discover some greater facts as my buddy want statistics in this subject matter. Do you have got every other articles approximately this? please keep touch academic writing service.