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Antón Castro

CARRASQUER ELOGIA A RAMÓN ACÍN

[Francisco Carrasquer Launed fue un entusiasta de la obra y de la vida de Ramón Acín. Le dedicó varios artículos. Esta mañana, Emilio Casanova, que administra la interesantísima página web de la Fundación Katia y Ramón Acín, me ha enviado dos artículos de Carrasquer sobre Acín. Uno aparecido en el catálogo de la muestra de 1988; del otro aparecido en la revista ‘Trébede’, selecciono este fragmento.]

 

Ramón Acín por José Luis Cano, 1992.

 

Ramón Acín cree sobre todo en la educación, en la formación de la personalidad más que en el profesionalismo de «hacer carrera» y más que en la Información que puede ser mediatizada. Cree y se aplica a los métodos de la Escuela Nueva, cuya promoción impulsará con otros compañeros del joven magisterio oscense: Evaristo Viñuales, Francisco Ponzán..., con quienes se asoció para la difusión de la imprenta en la escuela, técnica del pedagogo francés Celestin Freinet, con la que los niños son capaces de investigar, estudiar y escribir e ilustrar juntos su propia revista, que intercambian con revistas de otras escuelas también confeccionadas por los alumnos. Con la imprenta en la escuela, no sólo aprenden los escolares a escribir, entre otras cosas, sino también a responsabilizarse de lo que hacen y, por trabajar en equipo, a contar con los demás, que es lo más importante que tienen que aprender y practicar los españoles.

Como artista, Ramón Acín no estuvo falto de talento e ingenio, aunque no me atrevería a calificar su arte de genial. Fue seguramente mejor maestro de dibujo que dibujante magistral, sin que por eso pueda llamársele un negado para la creación artística; al contrario, era un creador de arriba abajo, empezando desde su propia vida hasta sus ideas, pasando por sus aficiones manuales, sus hobbies y su labor en las artes plásticas. Quizá en lo que más destacó, como artista plástico, fue en la escultura. Sus estilizaciones de chapa metálica recortadas y sus famosas Pajaritas del parque, municipal de Huesca, atestiguan de sus aciertos en el arte escultórico, un arte más que simple y sencillo humilde, como lo califica Antonio Saura. No me resisto al impulso de transcribir aquí unas líneas de este gran pintor, también oscense, a propósito de esas Pajaritas:

«En realidad, he conocido a Ramón Acín por amor a una escultura. Esta escultura se convirtió en fetiche infantil, símbolo del perdido jardín de las delicias; icono fijado para siempre en la fervorosa nostalgia, resumidor, incluso, del sensual vuelco de la mirada. Desde mi infancia, este monumento ha permanecido en la memoria como un símbolo de mi ciudad natal, como un espacio feliz y central cuyo recuerdo se impregnó más tarde, en el conocimiento de la historia, de un contenido trágico.»[i]

 



[i] Antonio Saura, “Las Pajaritas de Ramón Acín”, pág. 63, en Ramón Acín 1888-1936, Manuel García Guatas (dir.), Huesca-Zaragoza, Diputaciones Provinciales, 1988.

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