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Antón Castro

'APÓLOGOS' DE ALFREDO CASTELLÓN

'APÓLOGOS' DE ALFREDO CASTELLÓN

’APÓLOGOS’ de Alfredo Castellón. STI. Zaragoza, 2016.

[El escritor y cineasta acaba de publicar el libro ’Apólogos’ en STI, el sello de Javier Cinca, que tiene la amabilidad de pasarme algunos textos.En la foto de 1959, en Collioure, Alfredo Castellón es el primero, sentado, por la derecha. Con él están; arriba: Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Ángel González y José Ángel Valente; abajo: Gil de Biedma, Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald.]

 

Una selección de Javier Cinca Monterde

 

El escritor es el enemigo

de la mentira y de la servidumbre

Albert Camus 

 


LO QUE FUE

 

A veces le cuesta a la memoria devolvernos el recuerdo. ¿Qué pretende? ¿Protegernos? ¿Cree que no seremos capaces de afrontar lo que fue? No creo que mi memoria intente, a estas alturas, ocultarme esa evidencia. Jung asegura que las ideas olvidadas se mantienen más allá del recuerdo.

 

LAS CAMPANAS

  

A José Luis L. Z.

  

Visité la ciudad norteamericana de Jacksonville en un día primaveral de 1963, una etapa más de mi viaje. Allí, como médico, trabajaba un amigo de juventud. Vivía en una gran calle con supermercado, restaurante, pequeñas tiendas de esto y lo otro y en la ladera de la colina, chalés, iglesias de diferentes credos. Era domingo, las campanas de por lo menos doce torres de aquellos templos hacían sonar sus badajos. Cada una al son de su dogma, orientadas, eso sí, a un mismo paraíso.

Un caos.

 

EVOCACIONES

 

Lo llaman viaje de novios pero, en realidad, esa pareja ya son matrimonio y su fogosidad es manifiesta. Viajan en coche. El toro negro del coñac Osborne con sus exagerados atributos sexuales va apareciendo constantemente. “Qué anuncio más descarado”, dice ella. Y él, ingenuamente, le contesta: “ya sabes que yo no bebo”.

 

SEÍSMO ESPIRITUAL

 

No he perdido la palabra, ni el aire y ni siquiera el aliento, pero sí la capacidad de amar y eso sí que es una catástrofe, pues me impide ensimismarme y sufrir. Ahora el silencio me ahoga y no puedo atravesar la barrera que impone mi sombra. Me he reducido a un signo que tan sólo constata que he vivido.

 

COMPARACIÓN

 

Este corazón mío late con el mismo compás que el de cualquiera de los pequeños animales que nos rodean, y todos podemos desaparecer en un instante. Pero, claro, yo tengo un cerebro pensante que me entristece a cada momento y esa es una desventaja.

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