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Antón Castro

MIGUEL ÁNGEL ORTIZ ALBERO

Miguel Ángel Ortiz Albero (Zaragoza, 1968) albergó durante algún tiemplo la idea de esdcribir una novela sobre el proceso de creación y sus apéndices: el naugrafio, la zozobra, la obsesión o la imposibilidad de concluir una obra. Leía a sus autores favoritos, descubría diarios o contemplaba cuadros, e iba anotando citas. Un día, leyendo la novela ‘El mar’ de John Banville, descubrió una anécdota de dos pintores, Vuillard y Bonnard; este retocó, sin que se percatase el guarda del museo de Luxemburgo, un cuadro suyo. “Ahí empezó todo. Hablé con mi editor Javier Jimenez, de Fórcola, donde había publicado el libro ‘La danza de la muerte’. Y fue él quien me condujo hasta el ensayo y hacia esta reflexión sobre la impotencia de terminar un libro, una composición, un cuadro”. En el fondo, dice Ortiz Albero, la obra de arte es como si no estuviese acabada nunca, ni siquiera cuando tiene éxito. “Al autor le suele ocurrir que siempre tiene dudas, piensa que podría hacer tal o cual cosa, darle otro giro. El desasosiego suele acompañar al creador casi siempre. La duda es el motor esencial de la creación”, dice Ortiz Albero.

El autor de ‘Variaciones sobre el naugrafio. Acerca de lo imposible del concluir’ dice que él, ante todo, se siente poeta y que no ha querido agotar el tema. “Este libro, aderezado de citas, reflexiones, confidencias, etc., en el fondo también es un diario personal de lecturas y de conversaciones con autores que siempre me han interesado. Apenas he tecleado ningún nombre en Google”, dice. Y declara que, en el universo del arte, hay dos personajes que le han impresionado especialmente: Paul Cézanne y Alberto Giacometti. “De Cézanne sabía poco. Me ha sorprendido. Encarna la incertidumbre constante; da la sensación de que nunca estaba satisfecho con ningún cuadro. A Giacometti lo conocía mejor. Es un artista con leyenda: hemos visto sus fotos bajo la lluvia o en el taller. Pero también era un hombre atormentado, insastifecho. Si alguien alguna vez le decía que estaba contento con un dibujo o se lo elogiaba, él era capaz de cogerlo y romperlo”.

A Miguel Angel Ortiz Albero, que cree mucho en el azar y en la intuición, le interesa mucho el proceso creativo, matizado por algunos sustantivos: obsesión, imposibilidad, desesperación o aniquilación. Por un instante mira hacia la literatura. “Uno de los escritores que más me impresiona es Franz Kafka: en sus diarios siempre habla de quemar, destruir, destrozar. Algo que le sucede también a autores como Robert Walser, Samuel Beckett, que no tiene que decir en ‘Lo innombrable’ y escribe 300 páginas de una gran densidad; pasa del silencio a la verborre absoluta, que quizá sea un modo de ocultar el miedo”. Ortiz Alberto cita a Roland Barthes, del que se dice que llegó a escribir páginas y páginas de ensayo para no escribir una novela.

“’Variaciones sobre el naufragio’ no es un ensayo, sino más bien un libro personal, poético y referencial, donde yo resumo muchas de mis preocupaciones estéticas y poéticas”, concluye el artista y escritor. 

 

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