ANGÉLICA MORALES: POEMAS
ANGÉLICA MORALES: POEMAS DE 'ASNO MUNDO'.
La escritora y actriz Angélica Moralas me envía unos poemas de su último libro de poemas: 'Asno Mundo', que resultó ganador del “XX Premio Internacional de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria“. El libro fue presentado el viernes 17 de octubre en la Librería Anónima de Huesca. La fotografía de escritora la realizó su compañero, el artista surrealista José Manuel Ubé.
POEMAS DE ÁNGÉLICA MORALES
De 'Asno Mundo'.
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De las veces en que caminas detrás de un autobús sin luz
(con el número pintado a lo lejos).
De las veces que sueñas con la ceniza de un jarrón que contiene el cuerpo más amado
(dormido ahora en el manto de un reloj).
De las veces en que respiras el humo de la calle,
el perfume de aquella muchacha descalza que ríe.
De las veces que dejas pasar el tiempo y las manos en la ventana
mientras el ruido se hace hombre y grita,
sin dejar de romper la tarde.
De las veces que lees el prospecto de una aspirina
(los nudos melancólicos que traen su sabor).
De las veces en que tus pies caminan solos, sin ti,
sobre el mar en calma y el petróleo muerto.
De las veces en que te has quitado los ojos y se los has dado
a comer a un cuervo
(como ofrenda al infinito amor que sientes por la oscuridad de sus alas).
De las veces en que suspendiste en pasión
(en que el sexo te abandonaba bajo la almohada y lo escuchabas roncar).
De las veces que masticas versos mudos, incapaces de hacer
despertar la vehemencia del plástico.
De las veces en que pierdes la cuenta,
los rezos de tu cabello,
el latir del corazón bajo el peso de tu propio cadáver.
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Nada asoma a la tierra excepto una ventana con el mes de octubre recostado en el alféizar.
Nada asoma a la tierra, sólo el reflejo del sol poniéndose enfermo
(es ahora de un amarillo sucio, como las baldosas de un piso en Berlín).
Postales de humo.
Siluetas de árboles corriendo en pos de sus raíces, de todo el pelo dormido que sostiene su existencia.
Y el frío, siempre el frío en los cajones, en el bolsillo izquierdo de la chaqueta con la que te enterrarán mañana.
Y después del silencio, un horizonte desenfocado
(como ojo de nigromante).
Y las costas que no llegan,
desnudas de viudas,
sin agua.
Nada asoma a la tierra.
Ni al otro lado de los huesos y sus leyendas.
Ni siquiera el perfume a violetas de un seno corrompido por el tiempo.
Cantos que llegan un instante a la ventana y se pierden lejos, con sus pies de barro.
Y todo vuelve a ser nada.
Una oscuridad resplandeciente que nos ciega.
Es octubre que arrastra estatuas en la memoria.
Pliegos antiguos con las claves de nuestra destrucción.
Es octubre y su ventana piramidal.
Octubre oxidando el pecho.
Su pasar lento.
Todos sus olores planchados.
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Todo lo que se conforma está condenado,
se destruye la materia y cae a los charcos.
Hay en la mella de un campesino tierra podrida,
círculos de vegetales huyendo del hambre.
También las flores se extinguen en el interior del pecho,
estallan sus pétalos de pronto,
antes de que el amor cumpla su juramento.
He visto el cerebro de los niños
bailando a dos metros bajo el suelo
mientras sus madres fumaban y miraban fotografías
de hombres plásticos.
El silencio intoxica la acción (creedme).
Fulmina el diálogo de un pez en la ventana.
Y he aquí que todo lo que muere conversa en un rincón,
con los gusanos dormidos en tu boca.
Nada tengo que decir al respecto de los días, excepto
que traen fósiles de sirenas, es por eso que
tejo mantos de nylon y escamas, a medianoche,
al tiempo que se pierden los barcos entre los acantilados y llegan a la
playa cuchillos con piernas.
Todo lo que besa el corazón, vuela,
se hace fuga de violines sobre el hombro en espiral de una mujer.
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