LOS VERANOS DE LUIS ALEGRE
LOS VERANOS DE... LUIS ALEGRE
Luis Alegre (Lechago, Teruel, 1962) es profesor de economía, escritor y agitador cultural del universo del cine. Ha sido director de programas de televisión, en Tele 5 o Aragón Televisión, y de documentales como ‘La silla de Fernando’, y es responsable del Festival de Cine de Tudela. Dirige el ciclo ‘La Buena Estrella’.
“Lo peor es la melancolía de la gente que ya no está”
“¿El momentazo? Mis charlas sobre sexualidad en el bar El Chato”
ANTÓN CASTRO
-1. ¿Qué hace un artista en verano?
Un artista no lo sé. Yo, pensar hasta que me quedo dormido.
-2. ¿Dónde has veraneado a lo largo de los años?
En mi infancia y adolescencia, en Lechago y Calamocha, mis dos pueblos, con un paréntesis de dos años en los que vivimos en Fuentes de Jiloca. Luego, en Zaragoza y en los lugares a los que he viajado. En 2004 arreglamos la casa familiar de Lechago –en la que nos parió mi madre, que también nació en ella- y desde entonces ese es nuestro refugio.
-3. ¿Es de playa, de montaña, de ciudad o de pueblo?
Soy un chico de pueblo.
-4. ¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida?
He tenido suerte con mis viajes de verano. Uno de los más inolvidables lo hice con Mariano Gistaín y José Antonio Labordeta el 18 de julio de 1986. Fuimos a Toulouse, a la conmemoración del 50ª aniversario del comienzo de la Guerra Civil. Unos anarquistas de la CNT invitaron a Labordeta y él nos animó a acompañarle en su coche. Fue delirante el viaje y fue delirante nuestra estancia en Toulouse.
El primero inolvidable fue uno del verano del 79. Tenía 17 años. Hice el viaje “a dedo” desde Calamocha para ir a las fiestas de Villanueva de la Jara (Cuenca), el pueblo de Emiliano Albarrilla, compañero de bachillerato. Era la primera vez que viajaba solo.
También recuerdo muchos otros que asocio a los amigos con los que los compartí: con David Trueba, los viajes a Lisboa, Praga o al impresionante Karlovi Vary; con Javier Gurruchaga a La Habana; con José María Gómez, ‘Cuchi’, al Festival de San Sebastián; con Maribel Verdú a Venecia; con Javier Tomeo y Blanca Carvajal a Segovia; con Concha García Campoy, Andrés Vicente Gómez y Verónica Forqué a París; con Concha a Marbella, a la casa de Antonio Banderas y Melanie; con David y Santiago Segura a Ibiza, durante muchos veranos, a la casa de Concha; con Penélope y su familia, a la Toscana y a las Bahamas. Un verano fui a ver a Penélope a Cefalonia, una isla griega, del archipiélago de las Jónicas, donde rodaba una película. Tal vez haya sido el lugar que más me ha impresionado. Qué belleza.
-6. El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Cómo ha sido esa época?
Me recuerdo de muchas maneras: en Lechago, con mi madre cantando jotas mientras ella fregaba; con mi padre enseñándome a jugar al ajedrez y corriendo detrás de mí cuando me quemé las manos al caerme en la hoguera de su huerto; la mañana en la que mi madre echó un bando porque creía que me había perdido con Merceditas, mi amiga y hermana de leche; con mis hermanos Salvador y Carmen en la cama en la que dormíamos los tres juntos; la muerte de Caracola, nuestra perra, el primer gran sofoco de mi vida; en el bar del Calamochilla y en el de mi tío Eduardo, con todo el pueblo jugando al guiñote y la tele en blanco y negro de fondo; en brazos de mi tío Paco, con dos años; con mi tía Amalia en casa de su amiga Juana viendo por la tele las corridas de El Cordobés y El Viti. Luego, en Calamocha, las tardes lentas, los ratos tontos que perdíamos mirando las matrículas de los coches que pasaban; las clases particulares que daba a chicos del pueblo; los cromos del fútbol; las carreras con la bici entre Lechago y Navarrete; las revistas ‘Lib’ e ‘Interviú’, grandes estrellas de los 70; los partidos de fútbol con los amigos; mis tíos y primos; las peñas; los bailes agarrados; las fiestas de Calamocha y Lechago; la piscina; los futbolines; el ping pong; el tenis; las discotecas, las primeras chicas que te volvían loco, los encuentros furtivos; los bares, la gramola, las canciones del verano. Y, como momentazos cumbre, las charlas sobre sexualidad que daba a mis amigos y amigas en el bar El Chato, después de leer el Consultorio sexológico que el doctor Luis Serrat llevaba en ‘Interviú’. Casi todas estas cosas las viví con Pascual Peiró, mi inseparable amigo de la infancia y adolescencia.
-7. Y entre tantos recuerdos, ¿cuál es el mejor?
La primera vez que una chica de Lechago, Conchita, me dijo que sí cuando la saqué a bailar en una peña del pueblo. Estaba muy oscuro y sonaba ‘Michelle’ de Los Beatles en el radiocassette. Fue muy emocionante. Tendría unos 13 años. También fue muy eufórica la tarde en la que en Calamocha recuperé una bicicleta azul que me habían robado.
-8. ¿Qué tipo de lecturas hace en estos días?
Me han encargado el prólogo de la nueva edición de ‘El tiempo amarillo’, las memorias de Fernando Fernán-Gómez, de 720 páginas. Con ese pretexto, las releo. Menuda delicia.
-9. ¿Qué libro, qué cuadro, qué museo, qué película está asociados a un verano inolvidable?
En los veranos de finales de los 70 y primeros 80 iba mucho a Madrid. A cada rato iba al Museo del Prado. Un día fui a ver ‘El Guernica’ de Picasso con mi tía María, que no entendía por qué estábamos tanto tiempo delante del cuadro. También fueron más que inolvidables los veranos en los que devoré ‘El largo adiós’, ‘Cosecha roja’ y ‘El guardián entre el centeno’, tres de las lecturas de mi vida.
-10. ¿Cuál ha sido el gran personaje de tus veranos?
Las chicas de las que me enamoraba en la adolescencia.
11. ¿En qué han cambiado los veranos?
Ahora transcurren a una velocidad desesperante. Es para cabrearse.
-12. ¿Cómo resumiría en un tuit el espíritu veraniego?
Los veranos siempre pasan demasiado rápidos. Hasta cuando pasaban lentos.
-13.¿Cuál es la mejor, la más extraña o sorprendente anécdota veraniega vinculada a su profesión?
En el verano de 1987 Mariano Gistaín y José Antonio Ciria escribieron un libro sobre Perico Fernández, ‘La vida en un puño’ (El Día-Ediciones del Valle). Me pegué a ellos con el pretexto de echarles una mano. Pasamos un verano formidable, al lado de Benito Escriche y de Perico, uno de los tipos más surrealistas y divertidos que he conocido. Al verano siguiente, 1988, volví a ayudar a Mariano en ‘No me esperes a comer’, un programa que Pepe Royo le encargó para el centro regional de TVE. Con nosotros estaba la fantástica Pilar Labadía. Por las noches no salíamos de dos bares, ‘La avenida de la Ópera’ y ‘La Marioneta’, en la calle del Olmo. Ese fue uno de los grandes veranos de mi vida. También fueron muy divertidos los veranos que, con mi amigo de la infancia José Luis Campos, presenté el programa especial que la tele de Calamocha dedicaba a las fiestas de agosto. Yo salía de madrugada a hacer reportajes por las calles y peñas, tratando de poner el micrófono a los que más mamados iban. Y, luego, también, recuerdo muy bien algunos cursos de verano. Por ejemplo, uno sobre cine español que, con la ayuda de Cristina Palacios, dirigí en El Escorial para la Universidad Complutense. Fue en el 2005. A ese curso asistieron, entre otros, Luis Berlanga, Rafael Azcona y Juan Luis Galiardo. Eso es lo peor. La melancolía de la gente que ya no está.
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