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Antón Castro

GEORGE SAND EN PANTICOSA

De mi sección 'PASARON POR AQUÍ' / HERALDO

 

La enamorada del amor

que reposó en Panticosa

 

La escritora y periodista francesa, compañera de Merimée, Musset y Chopin, alude al balneario de la localidad pirenaica en algunos de sus textos

 

 

 

 

Amandine Aurore Lucile Dupin (1804-1876), hija de un aristócrata y de una costurera, ha pasado a la historia como la escritora y periodista George Sand, una de las grandes mujeres de su época. Se casó joven con el barón Casimir Dudevant, tuvo dos hijos con él, Maurice y Solange, y luego lo abandonó. Se marchó a París, se disfrazó de hombre, abrazó el periodismo y la literatura, y se haría amiga de los grandes creadores del momento: Balzac, Victor Hugo, Delacroix y Gustave Flaubert, con quien tuvo una intensa relación de amistad, tan peculiar y hermosa que se explica muy bien que el autor de ‘Madame Bovary’ llorase en su entierro como un niño. Fue una socialista utópica y una defensora de las mujeres. Le propusieron concurrir a las elecciones, dado su prestigio, pero no se atrevió y regaló una frase a la posteridad, se la dijo al citado Balzac: “Los que conocen anatomía saben que no hay más que un sexo”.

Escribió casi un centenar de libros de todos los géneros: cuento, novela, teatro, ensayo, autobiografía, diarios y libros de memorias. Su voluminosa correspondencia alcanza los 24 volúmenes, y fueron de los materiales básicos que utilizó Jean Chalon para redactar ‘George Sand. Una biografía’ (Edhasa, 1992), donde desmontaba algunos mitos y, en cierto modo, la desposeía de tópicos: no fumaba puros como se dijo, sino cigarrillos normales; y sus grandes amores, con Musset y Chopin, tienen matices entre chocantes, humorísticos y algo patéticos. Con el poeta romántico Alfred de Musset vivió una temporada en Venecia: llegaron el 1 de enero de 1834 y a los dos días empezaron a sufrir unas incómodas diarreas que quizá no fuesen lo más estimulante para una pasión veneciana. Con todo, Alfred y Aurore fueron bautizados como “los amantes de Venecia”.

TAL COMO ERA. Así retrató Félix Nadar a la mujer que amó en Venecia y Mallorca. 1864.

La historia con el compositor y pianista polaco Frederic Chopin en Mallorca también tiene sus sombras. Se habían conocido en París en 1831, poco después de que ella abandonase a su esposo, el barón de Dudevant, pero el afecto no debió cuajar hasta el año 1838, aunque el instante más elevado de su amor se produjo en el invierno de 1839. Ella escribiría, entre otras cosas (ahí está su crónica de aquellos días: ‘Un invierno en Mallorca’), que en la cartuja de Valldemosa había vivido con tres niños “y el más pesado era Chopin”. El biógrafo Chalon observa en su libro que dormían los cuatro en la misma habitación, que Aurore era muy pudorosa y sugiere que lo más probable es que no hubiera sexo entre ellos.

George Sand tuvo otros amantes: uno de ellos,  recién llegada a París, fue Jules Sandeau, que fue secretario de Balzac, y con quien firmó una novela a cuatro manos. También hubo escarceos con Prosper Merimée, autor de ‘Carmen’, aunque para ella ese idilio “no valió la pena”. Amó, o esa da a entender, a un joven, Aurelien, que habría conocido en los baños en uno de los balnearios que frecuentó, entre ellos el de Panticosa.

¿Estuvo realmente George Sand en el balneario de Panticosa? Siempre se ha dicho que sí, aunque sin demasiado entusiasmo. Con prevenciones, como si no estuviera claro del todo. El balneario aragonés aparece en algunas ocasiones en sus textos al lado de otros centros termales en Luchon, Gavarnie, Eaux Bones, etc., pero eso sucede especialmente en su narración ‘Mi hermana Jeanne’, publicada en 1874, dos años antes de su muerte. Esta novela, que fue traducida en 1877, tiene alusiones a la zona aragonesa. “Me asociaba a los guías que me conducían a los naturalistas a la Brecha de Roldán, al Monte Perdido, a los circos de Marboré y de Troumouse, a los Montes Malditos”. En esa novela alude, también y explícitamente, a Panticosa. El geógrafo y escritor y alpinista Eduardo Martínez de Pisón, que acaba de publicar el impresionante volumen ‘La montaña y el arte’ (Fórcola, 2017), dice a HERALDO desde Madrid: “George Sand estuvo por las áreas fronterizas altas y ello le dejó recuerdos vivenciales muy profundos, aunque con una memoria geográfica bastante confusa, pues en una de sus novelas, la citada ‘La hermana Juana’, sitúa al pueblo de Panticosa en Navarra, lo que no es pequeño despiste”.

El periodista Juan Gavasa, historiador del Altoaragón y de sus personajes, ha contado la historia de las mujeres viajeras por los Pirineos, un espacio majestuoso que también atrajo, entre otros muchos, al escritor Victor Hugo, el poeta Charles Baudelaire y al pintor Eugene Delacroix. Se fija en George Sand y documenta dos expediciones de la autora de ‘Confesión de un hijo del siglo’ y ‘Consuelo’ a las cordilleras. Una en 1825, cuando el alpinismo empezó a ponerse de moda e “ir a las montañas era como ir a la meca de la cultura” (como dice Eduardo Martínez de Pisón), y la segunda, ya en 1837, y fue acompañada por su hija Solange, que había nacido en 1828. Al parecer allí, en una de las diversas termas a las que fue, en esa atmósfera romántica de sosiego, idónea para la creación, descubrió el amor con un hombre más joven que ella. Cuenta en ‘La hermana Juana’ que durante su estancia se aficionó a las ciencias naturales, y al regresar a París “las estudié con ardor”. En cierto modo, la escritora Luz Gabás en ‘Como fuego en el hielo’ (Planeta, 2017) recrea ese universo y se inspira en las villas termales de Cauterets y Bagnères de Luchón, y en el antiguo balneario de Benasque, Albort en el libro.

La tumultuosa e intensa existencia de George Sand se interrumpió en 1876. Murió en su castillo de Nohant de cáncer gástrico. De inmediato empezaría a ser inmortal.

 

*La imagen de Felix Nadar, de 1864, la tomo de aquí.

https://www.herodote.net/Images/Nadar_Sand1864.jpg

-El retrato al pastel es de Charles Louis Gratia, 1835.

 

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