Blogia
Antón Castro

JAVIER LOSTALÉ EN ZARAGOZA: 'CIELO'

JAVIER LOSTALÉ EN ZARAGOZA: 'CIELO'

 

El martes 27, en la sala 00 del  Museo Pablo Serrano, a las 19.30, en el teatro que ha montado Tranvía Teatro, el poeta y periodista y rapsoda Javier Lostalé (Madrid, 1942) presenta su último libro de poesía: ‘Cielo’ (Fundación Lara: colección Vandalia), un libro sobre el amor y desamor, la memoria, el paso del tiempo, la espiritualidad y el deseo, expresado todo ello con una poesía desnuda, depurada, próxima a la lírica del silencio. Javier Lostalé, que ha trabajado más de 35 años en RNE, ha sido la voz de la poesía en la radio durante años con una característico modo de leer. Admira a Paco Brines, Vicente Aleixandre y Rilke, entre otros poetas. En Zaragoza, hablaremos sobre su trayectoria, su libro, y ofrecerá luego un pequeño recital en ese teatro tan maravilloso que ha instalado Tranvía Teatro. Cristina Yáñez leerá también algunos textos. Estos días, Javier Lostalé (retratado aquí por César Toro) ha estado en varios lugares presentando su libro. Ha dicho, entre otras cosas:

  1. “En mi poesía, la columna vertebral es el amor, o quizás el desamor, y siempre intento ir más allá de una presencia convirtiéndolo en una indagación sobre el acto de existir, apoyada tanto en elementos emocionales como sensoriales y reflexivos”.
  2. “El buen lector de poesía –dice- es fiel a sus poetas y tiene la capacidad de amanecer con cada nuevo libro. Y aunque no figuran en las estadísticas, son muchos los que leen en las bibliotecas públicas, o sacan de ellas un poemario. Un mismo libro de poesía pasa de unas manos a otras con más asiduidad que una novela. En fin: soy optimista sobre este género del que es devota una inmensa minoría”
  3. “El poeta siempre es único en su creación, aunque no pueda aislarse de su contexto histórico y personal. El poeta verdadero tiene su propia voz, y por ella debe ser reconocido. Conoce sus limitaciones y su verdad se mide por la capacidad para admirar la obra de los demás”.

-La presentación está organizada por el Museo Pablo Serrano y Tranvía Teatro y la librería Los Portadores de Sueños. Colabora la Fundación Lara. Intervendrán el autor, Cristina Yáñez y Antón Castro.

 

UN POEMA. ‘REGRESAS’

REGRESAS

La luz que envuelve hoy tu casa,
mientras a ella regresas,
es la misma que un día te borró
en la dicha pasajera de saberte amado.
Tanto es así que no eres tú
el que ahora en soledad camina,
sino aquel que nunca acabó de llegar
extraviado en el único paisaje
de la memoria encendida de otro ser.
Por eso un momento te detienes 
para, separado del mundo, 
escuchar de nuevo la voz
de quien ya no existe,
pero que ahora te otorga
el don inmortal
de volver a nacer dentro de su olvido.

https://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/aleixandre/lostale.htm

Yo conozco un jardín…

Por Javier Lostalé

«“No hay amigos literarios, sino amigos sin más calificativos”, solía decir Aleixandre, y en su corazón extendido encontraban consuelo el que, tímido, empezaba a escribir; el desengañado; el que, temblando, buscaba correspondencia en otro ser»

Yo conozco un jardín donde es, callado, el amor. Muchas tardes empujé la verja que me introdujo en un ámbito donde todo era misteriosa propagación y, traspasado el umbral, vi al fondo un rostro batido por la luz de unos labios cuyo hálito los años no borraran, que reflejase continuo un fuego y secreta vida a la sangre comunicara, y unos ojos que sin tiempo ahondaban la luz, a pesar de ser mortales. Esos ojos eran los de Vicente Aleixandre que, recostado en un sofá testigo de tantas confidencias, brillaban con el pulso de gran parte de la poesía española del siglo xx bautizada en Velintonia. Las sombras de Neruda, Lorca, Alberti, Miguel Hernández, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Carlos Bousoño, José Luis Cano o Claudio Rodriguez, caldeaban ese habitáculo de la creación poética donde la palabra alentaba existencia, se tornaba conocimiento, en alguien se encendía solitaria y brotaba tan pura como la amistad: «No hay amigos literarios, sino amigos sin más calificativos», solía decir Aleixandre, y en su corazón extendido encontraban consuelo el que, tímido, empezaba a escribir; el desengañado; el que, temblando, buscaba correspondencia en otro ser. Jóvenes o viejos todos resonaban en él a través de la única edad: la del amor. El latido de su vivir depurado convertía cada respuesta al interlocutor, siempre protagonista, en algo esencial, iluminador de su existencia. Y en su diálogo, nunca tertulia (el número mágico era el dos), había una demora, una pausa impuesta por el significado de lo dicho, que hilaba voz, mirada y gesto hasta el punto de alumbrar la desnuda condición humana. Ningún tema se sustraía a su nombrar dignificado: desde la publicación de un libro hasta el advenimiento o la pérdida de la persona amada, pasando por la inauguración de un club o la última película estrenada. Todo era materia viva surcada por la sangre de unos sonidos.

Y se repetía siempre el respeto emocionado al que en silencio escuchaba, que se veía así reconocido dentro del misterio último presente en la comunicación humana. «No hay amigos literarios, sino amigos sin más calificativos», pronunciaba quedo Vicente Aleixandre. ¡Y cómo los enaltecía en su ausencia! ¡A cuántos verdaderamente conocí desde la altitud de su nombrar! Su memoria del ausente era canto propagador de sus virtudes, desaparecido cualquier espacio entre maestro y discípulo. Y es que continuamente su personalidad se desvanecía al ponerse en el lugar del otro. Actitud del poeta que no era sino la confirmación de la solidaridad que respira toda su obra, de ese fluido amoroso que irriga su poesía, principio de un mundo en el que una única y sucesiva criatura resplandece con la luz de lo habitado. Hasta el seno de esa luz llega la escritura del premio nobel y, tras besar la pulpa humana, se retira para que cada lector encuentre en libertad su destino, pues la obra aleixandrina crea destino. Lectores con nombre y apellido y, por tanto, con rostro: «Tú que me lees eres tan amigo mío…», decía, y de nuevo sonaba la música de la amistad. Sentimiento que, como expresa en una de las cartas de su inabarcable epistolario, dirigida a José Luis Cano, se caracteriza por su «serenidad y afinamiento», por escoger «sin ceguedad, y en virtud precisamente de los valores que le individualizan. Tanto es así, que se puede tener más de un amigo simultáneamente, porque más de uno puede tener los valores individuales que le hacen meritorio para nuestro cariño. Si el amigo muere —añade Aleixandre—, él no será sustituido. Su personalidad era lo que veíamos y amábamos, con sus precisos contornos».

Yo conozco un jardín donde es, callado, el amor, donde habitaba la soledad más poblada que era la de la amistad, pues no había despedida y siempre se esperaba al que nunca dejó de estar, donde decir te quiero es irse quedando un día sin aire y más hondamente respirar. Yo conozco un jardín, el de Velintonia, del que no se podía salir sin sentir que unos ojos más allá de la vida una piadosa mirada enviaban al corazón del hombre.

0 comentarios