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Antón Castro

ADIÓS A PACO CAMARASA

ADIÓS A PACO CAMARASA

HA MUERTO PACO CAMARASA, DE NEGRA Y CRIMINAL


[Hace algo más de un año, en diciembre de 2016, con Sergio Vila-Sanjuán de embajador de la amistad, visité a Paco Camarasa en su librería Negra y Criminal, que creó con su mujer Montse Clavé. Ya estaba enfermo, pero tenía entereza, serenidad y unas ganas inmensas de contar su vida y de explicar sus encuentros con muchísimos autores. Acaba de fallecer. Por ello recupero el texto que le dediqué en 'Artes & Letras' en diciembre de 2016. La foto es de Carles Ribas del diario 'El País'. En 2017 recibió un premio de Aragón Negro.]


Paco Camarasa recibe en su librería Negra y Criminal, en la calle La Sal de la Barceloneta, que tiene algo de laboratorio del alquimista o de santuario de lecturas. La cerró en 2015 y ahora, con pocas luces y muchas sombras, este laberinto de silencio sigue teniendo sabor, olor, magia oscura y algunas presencias inquietantes. Los libros siguen ahí, en las repisas, y los carteles, las cartas, las fotos, las dedicatorias, los recortes de prensa: todos esos recuerdos que hicieron de este espacio un lugar de encuentro y también la semilla de anécdotas y personajes y escritores que han dado lugar al libro ‘Sangre en los estantes’ (Destino, 2016. 453 páginas).

Por allí también anda Montse Clavé, su compañera desde hace años, su cómplice, la otra lectora de Negra y Criminal. Avanzada la conversación, dirá Paco : «Un librero es un lector y es un prescriptor y aprende de todo: de los libros y los autores, de las reseñas y de las entrevistas, de su propia curiosidad y de sus clientes, que siempre enseñan. Debe estar alerta. Nosotros hemos sido dos lectores, Montse y yo. Ella es muy inteligente -señala-. Por lo regular, a cada autor le he abierto una carpeta y ahí he ido guardando todo lo que caía en mis manos sobre él. Esos materiales, sumados a mis recuerdos, a su paso por aquí y a tantos años de lecturas, esas notas me han permitido organizar el libro».

De Dupin y Holmes a Carvalho

Casi para empezar, Paco, seriamente enfermo, da una pequeña primicia: el escritor irlandés, John Connolly, residente en Estados Unidos, será el gran invitado de Aragón Negro en enero. «¿Qué es la novela negra? Hay que distinguir el concepto y la etiqueta. Novela negra es aquella que, como decía G. K. Chesterton, contiene delitos o asesinatos de distintas formas, pero bajo la etiqueta caben muchas cosas. Piense en Agatha Christie: hace en realidad novela de misterio, novela enigma, en la que en muchas ocasiones hay crímenes».

En su viaje por el alfabeto de la infamia, de la A a la Z, que es ‘Sangre en los estantes’, Paco Camarasa habla de muchos autores. Diferentes, brillantes, certeros, entretenidos, perturbadores, con visión crítica y social. «El inventor de la novela policial es Edgar Allan Poe cuando publica, en 1841, tres cuentos: ‘La carta robada’, ‘Los crímenes de la calle Morgue’ y ‘El misterio de Marie Rogêt’. Él, sin saberlo apenas, crea el primer detective, Auguste Dupin, e incorpora un término clave: la palabra deducir. A Dupin, más que el culpable en sí, le interesa explicar el proceso, cómo fueron las cosas, cómo se cometió el delito».

Para Camarasa, poco después, aparecía el maestro de la lógica y la deducción: Sherlock Holmes, una creación de Arthur Conan Doyle. «Es mucho más que un detective infalible. Es un gran personaje de la literatura, a la altura de Hamlet o don Quijote, querido y reconocido en todas partes. Se convirtió en un icono, incluso con algunos equívocos. Él nunca dijo: “Elemental, querido Wat-son”, que tan famoso se ha hecho. Lo hizo un actor norteamericano que encarnó al personaje».

Paco Camarasa confiesa que la novela negra le interesa desde finales de los años 60, cuando estudiaba en la universidad de Valencia. Entonces el género carecía de prestigio, era puro divertimento y «estaba mal visto. Pero cuando cayó en nuestras manos ‘Cosecha roja’ de Dashiel Hammett, que era la novela de la corrupción de toda una ciudad, nos impresionó. Al menos a mí. Aquella novela contenía una crítica de la realidad, había algo más que crímenes, y esa era una vertiente que siempre me ha interesado de la novela negra. La denuncia social, el compromiso, la mirada hacia los de abajo, la revelación de la sordidez».

Poco a poco vendrían otros autores: Raymond Chandler, Jim Thompson, James M. Cain, Chester Himes... En España ya andaba por ahí aquel Plinio de Francisco García Pavón. «Algo que salía en TVE no podía ser bueno, pensaba, ja, ja. Y, además, nosotros sabíamos cómo era la policía del franquismo: represora, dura, sin contemplaciones. Eran los tiempos de ‘El caso’. ¿Cómo iba a ser detective alguien así? Con el paso del tiempo reconocí el mérito de García Pavón, su condición de pionero y su encanto, la personalidad de su policía municipal de Tomelloso, aunque para mí sus novelas se inscriben en el género del costumbrismo», matiza.

Paco Camarasa dio un nuevo paso: descubrió la fascinación salvaje del mal de Patricia Highsmith y le impresionó una novela como ‘Extraños en un tren’, que le sigue interesando y es motivo para realizar seminarios y viajes con sus alumnos. De repente, cita a la escritora Vera Caspary, famosa por su novela ‘Laura’, que ha publicado Alianza, el libro que inspiró la famosa película de Otto Preminger con Gene Tierney. «Ella es víctima de lo que yo llamo las ‘novelas caníbales’: un solo título ha eclipsado la calidad de las restantes, alrededor de una docena». En los 70 empezó a leer a Manuel Vázquez Montalbán: «Me gustaban mucho sus artículos de la revista ‘Triunfo’ para la sección ‘Crónica sentimental de España’, donde habla de coplas, de cultura popular. Y en 1977 publicó ‘La soledad del mánager’, con Pepe Carvalho. Nos conocimos poco después, me pidió que le presentase uno de sus libros y fuimos muy amigos». Quizá su debilidad, entre los españoles, sea Francisco González Ledesma.

Autores que vienen y van

Paco Camarasa trabajó dos décadas en el mundo del libro, sobre todo en la distribución. Y en 2002, con un amplio bagaje a sus espaldas, abrió con Montse Clavé la librería Negra y Criminal, que ha sido una casa de citas literarias, un punto de lectura, un escaparate y un espacio donde siempre pasaban cosas: algunos escritores se enamoraron allí (Cristina Fallarás y Raúl Argemí, «aunque luego se les rompiese el amor»; Ernesto Mallo y Cristina Manresa; bromea Camarasa : ¿quién visitó su librería con una mujer, Benjamin Black o John Banville, sería su esposa o su amante?), otros le transmitieron su afición por el jazz (Michael Connelly, que le envió un disco de Theolonius Monk), otros le deslumbraron como Donna Leon, con su humor y su pasión por la ópera; el irascible James Ellroy estuvo amable.

Y todos, más de un centenar de escritores, van y vienen con sus detectives, entre asesinatos y crímenes, por las páginas de ‘Sangre en los estantes’. «La novela negra es entretenida, tiene calidad literaria, explica el mundo que vivimos, sus paradojas y su violencia; y sobre todo, es una atmósfera. Para entender el nuevo Estados Unidos de Trump hay que leer a Dennis Lehane, Richard Price y Georges Pelecanos».

Montse se levanta con suavidad. Paco tiene que medicarse. En la calle abro el libro que me ha dedicado, y leo: «‘Sangre en los estantes’ también es tuyo, Montse». Y ahora ya del mundo.

 

 

1 comentario

Francisco -

Recuerdo las conversaciones que tenía yo con Paco en su librería. Le pedía un libro y él lo apuntaba en una libreta, como a la antigua usanza. Ya era todo un ritual llegar a la librería. Caminar por las calles de la Berceloneta e imaginar que la Barcelona de Pepe Carvalho seguía estando allí. La imaginación no es solo para crear y dejarlo patente en un papel, sino también para vivir y sentir. Paco y yo hablábamos de otros escritores menos conocidos, pero no menos geniales, porque Paco lo sabía todo, como Mycroft, el hermano de Sherlock Holmes. Hablábamos de Fredric Brown y Simenon, que a veces podíamos verlo caminar con su pipa por delante del Molino, en el Paral·lel y saludar con su sombrero a Curtis Garland, otro ignorado y genial.

Pasear ahora por la Berceloneta ya no es lo mismo, pero puedo asegurar que ejerzo mi imaginación cuando llego a la calle La sal y me digo que acabo de llegar demasiado pronto porque la librería todavía está cerrada. Busco un bar para hacer tiempo y cuando entro veo apoyado en la barra a Francisco González Ledesma, como si fuera uno de sus personajes del western, pero con los ojos impregnados de film noir.

Un cordial saludo