AVA GARDNER Y LUIS MOMPEL
Antón CASTRO
Ava Gardner (1922-1990) ha pasado a la historia como una actriz de fotogenia deslumbrante que se comía la cámara y que interpretó estupendas películas como ‘Forajidos’ (1946), ‘Mogambo’ (1953; el director John Ford perdió la cabeza por ella), ‘La condesa descalza’ (1954) o ‘Pandora y el holandés errante’ (1951), que rodó en España. Ava, que se hizo acreedora a la frase “el animal más bello del mundo”, llegó a Tossa de Mar en la primavera de 1950 y allí vivió un romance, un tanto publicitario, con el torero y poeta Mario Cabré. En sus memorias, Ava no fue demasiado generosa con él: “Mario era apuesto y viril, pero también presuntuoso. Escribió los poemas de amor más idiotas que se puedan imaginar”.
Ambos fueron carne de primera plana y las fotos hicieron morir de celos a su marido, el cantante y actor Frank Sinatra. Esa historia y otras –por ejemplo, la afición de la actriz a subirse a las mesas y orinar como si tal cosa- las cuenta Carlos Reyero en ‘Nunca volveré a ese maldito país’ (2015). La presencia de Ava en España está muy historiada: el escritor y crítico teatral Marcos Ordóñez siguió sus pasos en ‘Beberse la vida. Los años de Ava Gardner en España’ (2010) y Nieves Herrero noveló su episodio de amor con Luis Miguel Dominguín en ‘Como si no hubiera un mañana’ (2015). En sus memorias, dijo Ava: “Yo era su chica y él era mi hombre: así de sencillo. Éramos buenos amigos, además de buenos amantes, y no nos exigíamos demasiado el uno al otro». El cineasta Isaki Lacuesta le dedicó un documental: ‘La noche que no acaba’ (2010).
A pesar de lo mucho que se sabe de Ava Gardner y sus amoríos y sus parrandas, no se recuerda en exceso que también estuvo en Zaragoza. Parece que en dos ocasiones. Una está perfectamente datada: acudió a la plaza de toros de La Misericordia el 14 de octubre de 1955 a una corrida con toros de Atanasio Fernández. Según el cronista taurino de HERALDO Don Faroles fue una espléndida tarde de fiesta con la presencia de Antonio Bienvenida, que brindó por la presidencia y la afición y recordó que su padre había debutado en Zaragoza hacía medio siglo; resultaría cogido por un astado. Lo acompañaban Antonio Vázquez, ovacionado, y Julio Aparició que escribió “una página para la historia de nuestra plaza”. En el coso estaban, entre muchos otros, el embajador de Estados Unidos en España John David Lodge y la actriz Ava Gardner. Don Faroles solo alude a ella en el inicio de su texto, en el que elogia “la muleta prodigiosa movida por el temple de la muñeca de Aparicio, y dice: “Y en el momento oportuno brindó Julio Aparicio la faena que jamás se borrará de nuestro ruedo a la estrella cinematográfica Ava Gardner, espectadora de barrera de todas las ferias de España”. Eso es todo. Miguel Marín Chivite captó la imagen de Ava cuando el diestro le rinde honores, o eso se supone, aunque a él no se le ve. Llevaba una chaqueta de lana o rebeca sobre camina blanca, con los puños vueltos. En ese mismo año 1955, la actriz de Carolina del Norte se acababa de instalar en el Hotel Castellana Hilton. Luis Antonio González Marín cuenta en un libro sobre la memoria musical del recinto –donde fecha esta corrida en 1954- que oyó piezas musicales como ‘El mejor torero’, ‘Don Indalecio’, ‘Gallito’ y ‘La jota de los toros’.
Ava Gardner pudo haber estado otra vez más en Zaragoza o, cuando menos, otro día, aunque fuese del mismo año. Todo parece indicar que debió ser antes, se le veía más joven: Luis Mompel, que trabajaba para el estudio de Miguel Marín Chivite, le hizo una impresionante foto en el tendido. Mompel no recordaba con precisión de qué año era. No debió publicarse en HERALDO y el fotógrafo la rescató después. En el rastreo de hemeroteca que han realizado Elena de la Riva y Pilar Rodríguez no aparece la foto impresa ni una alusión explícita a una segunda estancia de la actriz entre nosotros. Mompel solía decir: “Al principio no reconocí a Ava Gardner. Simplemente vi a una hermosa mujer entre la gente y disparé. Descubrí luego quién era”. Detrás de Ava se ve, o eso parece, a un joven José Luis Borau, que era crítico cinematográfico de este diario, y abajo está el alcalde de Herrera de los Navarros, Saturio Bedoya, que “procedía de Valladolid, era farmacéutico, se casó con una joven de la localidad y arraigó en Aragón”, tal como cuenta Genoveva Crespo. Quizá ni sabía que le habían hecho una foto para la historia con una diosa del cine.
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