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Antón Castro

GUSTAVO GIMÉNEZ, UN DIÁLOGO

GUSTAVO GIMÉNEZ, UN DIÁLOGO

-¿Cómo defines tu trabajo esencialmente? Sería el trabajo vocal de un narrador, de un cantante, de un filósofo, de un rapsoda, de un poeta…

El trabajo de narrador presupone que el universo está cosido de historias, que nosotros no somos más que los personajes de un puñado de historias que se vienen contando desde el principio de los tiempos, que el propio tiempo no es más que un elemento narrativo y que nuestra vida sólo adquiere sentido cuando la convertimos en narración. Narrar es consustancial a la vida. Todos tenemos una o varias voces con las que nos contamos la vida, a través de las cuales nos relacionamos con nosotros mismos y con nuestro entorno. El tono y la manera en que esa voz se expresa define la relación que tenemos hacia nosotros mismos y hacia el resto de seres.

Los filósofos antiguos consideraban la sabiduría como aquella narración que trasciende el drama individual. El logos era la voz divina al margen de los acontecimientos que presencia el espectáculo cósmico. Consideraban que el conocimiento era esa voz, que pensar era escuchar esa voz. Para oír esa voz se aplicaban a ejercicios catárticos y necesitaban aquel favor de la divinidad que llamamos inspiración. Por eso todos los discursos y narraciones en la antigüedad comenzaban con un encomio a las Musas.

La filosofía consistía en aquellos ejercicios, incluida la dialéctica, que nos arrancan de la historia parcial en la que estamos inmersos; se servían de expresiones que provocaban cambios en la percepción, destruían identidades, desvanecían ilusiones, despertaban de los sueños individuales, expresiones de fuerza que sacaban fuera del ensimismamiento o planteaban nuevos escenarios; véanse, por ejemplo, los fogonazos de Heráclito, la impracticable propuesta de Parménides, las locas aventuras de Nasrudín o los desconcertantes koanes de tradición zen. Aún a día de hoy, la filosofía desempeña ese papel de preservar la alteridad en las culturas y de provocar giros argumentales en la historia imperante; siempre advirtiendo que las cosas no son lo que parecen y que la historia que nos contamos tal vez no sea cierta.

Como performer vocal trabajo la voz más como acción que como expresión. Exploro el poder de la voz para fabricar nuevos contextos, como si la voz fuese una mano de aire que moldea el alma del oyente.

¿Qué hay en ti de chamán? ¿O de mago vocal?

En realidad, aunque Mircea Eliade haya generalizado este concepto, un chamán es un especialista de una región oriental bastante concreta. He tenido el privilegio de conocer a chamanes de aquella zona, de alguno incluso he recibido clases de voz, y he podido saber cosas como que el poder del chamán es de transmisión familiar aunque haya, por éstas latitudes y por aquellas, mucha gente sin poder impartiendo formaciones a turistas de la espiritualidad. Un chamán es algo muy determinado y maneja una cosmología muy específica, no un pupurri, que sólo en ciertos puntos conecta con las de otras culturas. Ellos ven claramente la descontextualización comercial y neocolonial que se ha hecho de su tradición. Es posible que yo coja elemento e ideas de ésta, como cojo de otras, pero yo no tengo ese conocimiento, no he heredado ese poder ni tengo una inclinación terapéutica. El poder que yo pueda tener lo desconozco aunque sepa que está relacionado con la voz.

Y en cuanto a la magia: si considero mi trabajo como un desafío al sentido común, como una disidencia de la ciencia, que no es otra cosa que la hegemonía de filosofía de la naturaleza anglosajona, si me tomo como alguien abierto a la maravilla, como un creador humilde de pequeños rituales y no como un especialista de aquella antigua religión de Zaratustra, entonces, sí, en un sentido laxo, soy un mago de la voz. De hecho encuentro muy útil para explorar la voz echar mano de principios animistas y demonológicos.

¿Es la experimentación una de tus constantes o características?

Considero la experimentación como una metodología. Experimentación significa que la teoría es el resultado de la práctica y no a la inversa; significa que cualquier teoría debe ser tratada como mera hipótesis de trabajo; significa que la teoría es un simple pretexto para mi búsqueda; significa que no sé qué busco pero sé que busco algo y que no sabré qué es hasta que no lo haya encontrado; significa que estoy abierto a ese encuentro, y significa, también, que no tengo que demostrar nada pero que os voy a mostrar algo.

¿Cómo nace ¿Ora’, de qué espectáculos, de qué tentativas? ¿Qué ideas tenías en la cabeza? Por ejemplo, me ha parecido reconocer algunos instantes de tus trabajos con Natxo Arantegui.

Trabajar con Natxo Arantegui me ha permitido explorar otros registros y me ha colocado en escenarios que me dan la oportunidad de ahondar en la dimensión narrativa de la voz y en su vertiente performática. Y, aún habiendo afinidades previas, como cierto primitivismo o alusión a la fantasía, he de decir que trabajar con él también me ha impregnado de su hermosa estética.

El concepto ORA nace en una etapa mínima de fuerzas en la que no tenía nada que decir pero sí podía cantar. En aquel momento empecé a caminar hacia algo muy esencial. El disco no es más que el reflejo de un tramo de ese camino; es sólo un episodio en esta historia de búsqueda en la que estoy inmerso, en esta historia que yo me cuento.

Mis hallazgos los voy volcando en mis encargos y, supongo, que un prerrequisito que debe asumir quien requiere mis servicios es el respeto hacia mi trabajo creativo. Puede sonar caprichoso pero para mí es sagrado. Por suerte, es tan específico lo que hago que quien me contrata sabe que le voy a ofrecer el resultado de una investigación que parte de su propuesta, que puede contar con mi expresa voluntad de contribuir a que las cosas salgan bien y que creo, además, que si algo que se me da bien es precisamente realzar el trabajo ajeno. Así lo entendió, por ejemplo, Santiago Meléndez las veces que contó conmigo, dejándome libertad total para interpretar las obras de teatro; como director se empleó en favorecer mi interés por el fondo de la obra y en ser claro a la hora de exponerme su visión.

ORA recoge espacios sonoros para algunos espectáculos; por ejemplo, “Diagonal”, que considero el tema más duro del disco, es una la diagonal de danza; hay temas que aparecen en “In between” o “Attraverso” de la bailarina italiana Elisa Sbaragli, con la que tengo la suerte de colaborar a menudo, por eso también encontramos la versión de un clásico de la canción romántica italiana que sirvió para contar una historia de violencia de género. Encontramos “Las puertas del Alma”, uno de mis favoritos, que es un tema creado para Pares Sueltos (danza y diversidad funcional) con quienes colaboro con frecuencia, o “Mientras dormías” que es la voz en off del documental “Local 7” del realizador Jorge Nebra... Tras su publicación, también han cogido otros temas del álbum con fines diversos. A día de hoy, creo que sólo quedan dos temas (que yo sepa) que no hayan sido usados. Es para mí un honor y me hace muy feliz que tomen mi música para otras creaciones, sobre todo de danza. Díganme si no es magia eso de mover cuerpos con la voz.

-¿Qué buscas, qué sugerencias o sensaciones deseas transmitir?

Al menos durante el tiempo que me escuches querría abrir una puerta en el mundo ordinario, invitarte a que recorrieses el viaje que te propongo, que entrases conmigo en cuestiones interesantes, en las zonas oscuras de mis inquietudes y trasmitirte una pasión. Quisiera sugerirte otras maneras de comunicar, comunicar otros universos distintos al habitual y generar nuevas experiencias en las que encontrarnos para hacer saltar por los aires este mundo fascista y desgastado.

¿Cuál es la relación de tu trabajo con el misterio?

Como trabajo la voz desde la musicalidad más que desde el verbo, se podría decir que trabajo sobre lo inefable. No sé qué me voy a encontrar, no sé qué pongo en juego, no tengo suficiente conocimiento del instrumental que voy a usar y me aventuro a hacer cosas que no sé hacer y no he hecho nunca, con escasas referencia o sin ellas. Llevo una antorcha en la mano y me rodea el misterio. Lo más difícil a veces es manejar la ansiedad que produce todo esto; pero, ¿es que, acaso, sería interesante la vida si no hubiera misterio?

Contra la certeza y la repetición conviene una cierta ignorancia autoinducida, porque si ya sé todo, no tengo nada que aprender. Tener siempre presente el “¿y si no es así?”, como una hipótesis para darse la vuelta y quedarse del revés, siempre funciona porque nunca es así, una especie de falsacionismo creativo, y ser conscientes de que cada vez que nos expresamos con la arrogancia de la certeza está hablando por nosotros el “genio maligno” para evitar que escuchemos otras voces que nos cambien.

Me parece que tu obra se acomoda mejor a la noche. ¿Sería así?

Sí, mi obra es nocturna. Esta hecha de fuego y oscuridad. Hay una lumbre con la que sólo vemos la forma sinuosa de lo inmediato y el resto permanece en la penumbra. En la oscuridad no sabemos si hay algo o no hay nada pero nuestra imaginación proyecta, sobre cualquier sonido o sombra, fantasmas, ilusiones y monstruos. La oscuridad es una reserva infinita de posibilidades. Conviene recordar entonces, en el caso de que nos sintamos amenazados por la oscuridad, que siempre podemos apagar nuestra antorcha y volver a ser parte de esa noche, y así, en igualdad de condiciones, convertirnos en los fantasmas, ilusiones y monstruos de los seres que nos acechan. No debemos olvidar nunca que también nosotras y nosotros podemos ser temibles.

¿Quién son tus referencias, tus maestros, los creadores con quienes te sientes afín?

Aquí nombraría siempre a Meredith Monk, a Demetrio Stratos, a Joan La Barbara, a Juan Pablo Villa, a Tanya Tagaq..., pero realmente no soy muy mitómano. En mi trayectoria autodidacta he tenido pocos maestros y aquellos que los han sido han acabado convirtiéndose en amigos. Creo que mis mejores maestros están entre mis amigas y mis amigos, todos ellos, si leen esta entrevista, se pueden dar por aludidos. También los enemigos enseñan y no hace falta ir muy lejos para encontrarlos, que todos aquellos que trabajamos con la voz sabemos que nuestro peor enemigo lo llevamos dentro.

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