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Antón Castro

DIÁLOGO CARMEN MAINER MARTÍN, FAGOT.

DIÁLOGO CARMEN MAINER MARTÍN, FAGOT.

- Creo que, en realidad, querías ser violinista. ¿Cómo se produjo el cambio, qué te llevó al fagot?

Tenía once años y mi mejor amiga tocaba el violín y en ese momento lo que quería era tocar lo mismo que ella, ir juntas al conservatorio, etc. Recuerdo que el Conservatorio Profesional de Huesca organizó unas jornadas de puertas abiertas a lo largo de las cuales pude probar todos los instrumentos que se enseñaban. El fagot me llamó mucho la atención el día que lo toqué por primera vez, pero lo cierto es que seguía queriendo tocar el violín. Realmente estoy aquí por una (afortunada) casualidad, porque mi madre se quedó con la copla de que el instrumento me había resultado muy atractivo y pensó que había cambiado de idea. Los primeros años no me gustaba mucho, pero cuando empecé el Grado Medio ya se convirtió en mi instrumento. Realmente ahí se produjo un cambio, gracias a los conciertos de Vivaldi. Descubrí un repertorio que desconocía y me enamoré completamente del instrumento y de su sonido.

 

-¿Podrías definir su sonido, qué lo hace especial, qué dificultad tiene el instrumento?

Es muy difícil definir un sonido… El del fagot podría decirse que es aterciopelado, dulce, melancólico… Pero también de una gran presencia, desgarrador en el registro sobreagudo. Para mí, lo que lo hace tan especial es la madera, esa densidad cálida y envolvente.

En cuanto a la dificultad del instrumento, yo diría que las cañas son un desafío constante. Para aquellas personas que no sepan de qué se trata, la caña del fagot está compuesta por dos láminas de madera muy fina (caña) y la vibración que se produce al soplar en ella genera el sonido del instrumento. De este elemento tan pequeño depende la comodidad del intérprete al tocar, la calidad y el color del sonido… Y las combinaciones de materiales y de formas de hacerlas son infinitas. Por no hablar de los cambios de tiempo que les afectan mucho y que pueden hacerlas cambiar de un día para otro.

-En contra de lo que se suele decir, siempre reivindicas el lugar del fagot en la Historia de la Música. Aludes a Vivaldi de manera especial.

Vivaldi ha sido fundamental en mi carrera, realmente un antes y un después, porque al escuchar sus conciertos para fagot pasé de plantearme la música como un hobby a empezar a imaginar un posible futuro profesional. Sus conciertos son de una imaginación desbordante, de una gran riqueza y audacia en el tratamiento del instrumento y en su lenguaje musical y armónico. Vivaldi escribió treinta y nueve conciertos para las huérfanas del Ospedale Della Pietà en Venecia, que eran fagotistas, y en ellos exploró los límites expresivos del instrumento, que además en aquella época era mucho menos sofisticado que ahora. Para mí, la referencia en la interpretación de los conciertos para fagot es Sergio Azzolini, quien de alguna manera ha sabido conectar con la sensibilidad tan particular y subyugante del cura rojo.

¿Quién fue Isang Yun y qué vínculo tiene con el fagot?

Isang Yun fue un compositor coreano que desarrolló su carrera a lo largo del siglo XX en Europa, fundamentalmente en Alemania. Como otros compositores de su procedencia y de su generación, su lenguaje musical se caracterizó por aunar, grosso modo, la sonoridad de los instrumentos tradicionales orientales y las nuevas formas de componer occidentales que se desarrollaron a partir de la segunda mitad del siglo pasado. A principios de los años 80, Yun compuso su Monolog für Fagott, una obra magnífica para fagot solo en la que explora los recursos expresivos y técnicos del instrumento. Se trata de una pieza de unos diez minutos, fascinante por las atmósferas que consigue crear. La he tocado en varias ocasiones y lo cierto es que siempre que la recupero después de un tiempo ofrece nuevas dimensiones que antes no había percibido. No se termina nunca.

-Eres oscense, Enrique Escartín Ara también, y creo que has seguido los pasos de tu hermana menor Ana, flautista. ¿Por qué? ¿Qué te da Francia que no te hubiera dado España’

Cuando terminé la carrera en el CSMA, aún me quedaba un año para finalizar Historia del Arte en la Universidad. Mientras acababa la Licenciatura, mi hermana pasaba su primer año en París y me animó a irme con ella. Lo cierto es que en el momento no lo pensé demasiado y me fui, fundamentalmente porque en España en ese momento (2013) no tenía trabajo. A lo largo de este tiempo, París me ha dado muchas cosas. Ha sido un camino muy duro, he tenido que trabajar mucho y hay que seguir en ello para mantenerlo, pero hago balance y ha merecido la pena. En este momento soy artista freelance (intermittente du spectacle), trabajo en la Philharmonie de París y doy clases en los conservatorios de los distritos 13 y 20. No puedo saber qué hubiera pasado de haberme quedado en España hace cinco años, pero las oportunidades que intuía que podía encontrar fuera en ese momento ni las imaginaba en mi país.

-Has fundado varios grupos como Gavarnie Ensemble y tocas a veces en varias orquestas. Y creo que das clases. ¿Cómo vive un músico, o mejor como sobrevive, incluso en Francia?

Realmente, los músicos sobrevivimos, más que vivimos, pero en Francia existe un estatus especial para artistas (la llamada “intermitencia”), que nos hace la vida más fácil. De forma resumida, se trata de una ayuda que otorga el Estado a las personas que se dedican al mundo del espectáculo (actrices, bailarines, directoras, tramoyistas, técnicos de luces, y obviamente músicos) cuando se justifican una serie de conciertos/espectáculos declarados (con contrato, no pagados “en negro”) al año. Si se reúne ese mínimo anual, se puede optar a esta ayuda, que consiste en que el Estado paga un salario los días en los que no se trabaja. Por ejemplo, yo como intermitente puedo tener un mes dos conciertos; esos dos conciertos me los paga la sala en la que toco, pero los 28 días del mes cobro esa ayuda del Estado. Si un mes no tengo ningún concierto, el Estado me paga todo el mes. Está francamente bien pensado, porque se paga todo el trabajo (¡que no es poco, más bien al contrario!) que hay detrás de un concierto (horas de ensayo, de estudio, de crear proyectos, de hacer contactos, de mandar propuestas a salas, etc., etc.).

-¿Cómo te has planteado el disco de fagot y piano, con Enrique Escartín Ara y con tu hermana Ana?

Este disco es un gran orgullo para mí. Principalmente, porque es el primer CD que grabo como solista y además gracias a un premio otorgado por el Colegio de España en París que vino en un momento bastante delicado de mi carrera. Lo quise plantear con mucho rigor y seriedad, sobre todo en la elección de las obras que quería grabar, pero también quería disfrutar del proceso de creación, de las sesiones de ensayo y de grabación. Por eso no podía pensar en mejor compañía que la de Enrique y Ana. Enrique fue mi pianista durante los cuatro años de la carrera en el CSMA, y con él he vivido momentos muy importantes en mi vida musical. Que él fuese mi pianista una vez más en mi primer CD me daba una seguridad absoluta, la música de cámara con él siempre ha sido un disfrute. Con Ana hago música desde que somos niñas y aún no tocábamos ningún instrumento. Hemos cantado, improvisado ritmos, creado códigos musicales propios, desde pequeñas hasta ahora. Que Ana me haya acompañado en esta aventura es la continuación lógica de este camino.

-¿Qué sonidos, partituras y emociones buscabas? Lo digo porque aludes a un criterio muy personal en la elección de temas… Se ve que te interesa mucho la música contemporánea...

Cuando pensé en el repertorio que quería grabar, mi idea principal era la coherencia. Quería que todo el repertorio fuese original, que no hubiese ningún arreglo. Otro requisito de gran importancia era que quería grabar repertorio de cámara en el que el fagot pudiese “mostrar” su riqueza expresiva y sonora. Y, por supuesto, que se tratasen de obras con un significado especial para mí, de ahí el criterio personal…

-¿Cómo nace un disco así: hay una documentación previa, interviene el azar, intentas fijarte en un repertorio concreto, aquí del arco de un siglo?

El repertorio que a mi modo de ver podía aunar mejor las condiciones que me había “fijado” de alguna manera se encuentra fundamentalmente en la música escrita durante el siglo XX, que me resulta fascinante. Al final el CD es una muestra de la música para fagot que se ha escrito desde 1921 (fecha de la Sonata de Saint-Saëns) a 2017 (fecha en que estrenamos las Variaciones de Alex Nante).

 

-Hay piezas que son muy bellas y raras, por ejemplo la de Saint Saens. Dices que es como el canto del cisne del compositor…

La Sonata de Saint-Saëns es una obra maestra de nuestro repertorio. La compuso en su último año de vida, de ahí que la considere como su canto de cisne, y, a pesar de su deuda con el romanticismo (pienso fundamentalmente en el primer movimiento), anuncia un tratamiento muy audaz del instrumento, ya que abarca la totalidad del registro del fagot, yendo aún más allá que Stravinsky en La Consagración de la Primavera.

-Está Paul Hindemit, que es uno de los grandes músicos de hpy…

La sonata de Paul Hindemith para fagot y piano se suele considerar una obra menor, pero lo cierto es que es una pequeña gran joya de nuestro repertorio, muy interesante y en absoluto anodina. A mí misma me llevó tiempo aprender a valorarla como merece, y en este proceso de “apropiarme” de la música ha tenido también un papel muy importante Enrique en el transcurso de los ensayos, trabajando parte por parte, escuchando las armonías, la forma en que está escrita la parte de piano. La Sonata de Hindemith es un poco como el Monolog de Isang Yun, no se termina nunca.

-¿Quién es Alex Nante, el más joven de todos?

A Alex le conocí en París, durante el primer año que pasé en el Colegio de España en la Cité Universitaire. Él estaba viviendo en la Casa de Argentina y acababa de crear el Ensemble Écoute, dedicado a la música contemporánea, junto al director y pianista Fernando Palomeque. Alex está terminando su Master de Composición en el Conservatoire National Supérieur de Musique et de Danse de Paris y en estos momentos desarrolla su carrera fundamentalmente en Europa, pero también en Argentina. En 2017 nos compuso sus Variaciones, que tuvimos el placer de poder estrenar y de grabar en este disco y que para mí eran, por muchas y diferentes razones, una manera estupenda de cerrar el CD.

-¿Cómo te defines como intérprete? ¿Eres científica, apasionada, serena?

Si me tengo que definir como músico, diría que soy intuitiva, aunque luego tenga la necesidad de justificar el porqué de lo que hago. Mi forma de aproximarme a la música no es racional en un primer momento, sino que me dejo llevar por lo que me sugiere la partitura a la hora de tomar una decisión interpretativa. En un segundo nivel, razono el porqué de la forma de interpretar y rectifico o no en función de criterios más “científicos” (estilísticos, camelísticos, etc.). No me considero especialmente “científica” ni “serena”, salvo cuando trabajo el repertorio contemporáneo, cuando mi forma de trabajar es mucho menos intuitiva y más racional desde el primer momento.

-¿Cómo has trabajado con Enrique Escartín Ara y con tu hermana, podrías definirlos un poco?

Siempre es un placer trabajar con ellos. Enrique es un estupendo compañero de cámara, con el que toco muy a gusto y en quien tengo una confianza absoluta. Nuestra forma de trabajar es diferente en algunos aspectos, pero lo que uno aporta el otro no, de manera que nos complementamos muy bien en los ensayos. Con Ana tocamos juntas desde hace muchísimo tiempo y cada vez que hacemos un concierto aprendemos algo nuevo, es un camino que no se acaba nunca, porque las dos buscamos una perfección, un ideal, que se aleja conforme nos acercamos a él. Lo mejor de haber trabajado con los dos en este disco han sido los ensayos en los que hemos jugado, en el sentido inglés o alemán del término (play, spielen), literalmente, con la música. Ana y Enrique tienen una forma muy similar de entender la música, más racional que yo, y resulta muy enriquecedor poder trabajar con ellos.

-¿Cuál va a ser el recorrido del disco, lo vas a presentar en España, lo vas a tocar en Aragón?

El disco se ha publicado en un momento difícil para darlo a conocer, ya que salió a la luz en pleno verano. No obstante, la idea es darlo a conocer tanto en España como en Francia a partir de este otoño, aunque de momento la presentación se circunscriba a la prensa. Mi idea sería hacer uno o varios conciertos de presentación, aunque el disco ya lleve unos meses en el mercado, y por supuesto en ese sentido sería muy importante para mí poder darlo a conocer en Aragón.

-Tocas en el Foro Romano, en Uncastillo. ¿Sigues teniendo a Aragón en el corazón?

Sin duda. No creo en las naciones como construcción política, pero me siento profundamente ligada a la tierra en la que he nacido y crecido. A pesar de vivir fuera, de lo mucho que esté viajando en este momento de mi carrera, siempre es un placer poder volver y tocar “en casa”. Este verano tocamos con Gavarnie Ensemble por segunda vez en el Foro Romano y nos estrenamos en el ámbito del cine en el Festival de Uncastillo. Ambos proyectos eran muy distintos, pero nos hacía especial ilusión poder hacerlos primero por el reto musical que suponían, y segundo, pero no menos importante, por poder compartir nuestra música con un público que nos quiere mucho. Es indudable que tocar en una sala como la de la Philharmonie de Paris es un lujo, pero también lo es finalizar un concierto en el Foro Romano y que el público se acerque a ti para decirte lo mucho que les ha gustado.

-¿Le reprochas algo a la política cultural español o al Gobierno de Aragón?

En el ámbito cultural y, más concretamente, en el musical, les reprocharía la situación de toda una generación de grandes músicos que se ha visto obligada a salir de España para poder ganarse la vida. Nuestro sistema de educación musical, con los Conservatorios Profesionales que imparten las Enseñanzas Elementales y Profesionales, es uno de los mejores de Europa. Los músicos formados en España tienen un nivel de base muy sólido al terminar lo que antes era el Grado Medio y antes de iniciar estudios superiores. Mejor que en Francia, donde el sistema de Conservatorios es mucho más elitista y la formación básica mucho menos exigente. Lo mismo sucede en otros países europeos. Y, sin embargo, hay una generación de grandes intérpertes, compositoras, directoras… que ha tenido que salir de España para poder ejercer su trabajo. Europa está llena de músicos formados principalmente en España, con un nivel muy alto. Lamento profundamente que esta generación, formada en uno de los mejores sistemas de educación musical de Europa, no pueda ejercer en su país y “devolver”, de alguna manera, la inversión que el Estado ha hecho en su formación, y por supuesto el esfuerzo de las familias, que es fundamental para desarrollar una carrera profesional en la música. Si esta generación de músicos tuviese la oportunidad de estar trabajando en España en este momento, bien fuese impartiendo clases, dando conciertos, creando nuevos espacios para propuestas multidisciplinares… No me cabe duda de que contribuirían a generar una sensibilidad diferente hacia la cultura en general y hacia la música, clásica o no, en particular.

-Si te pones a soñar, ¿cómo y dónde querrías estar, qué desearías hacer como instrumentista?

En este momento de mi vida casi me parece estar viviendo ya ese sueño, porque compagino dos actividades que para mí son fundamentales como fagotista: la parte artística, con Gavarnie Ensemble, y los proyectos en los que me estoy embarcando con otros grupos, y la docente, con el proyecto DÉMOS en la Philharmonie de Paris. A medio/largo plazo me encantaría que Gavarnie Ensemble se desarrollase con nuevas propuestas que aúnen diferentes formas de expresión artística. No me veo tocando en una orquesta profesional, me interesa más el trabajo de cámara o de ensemble de cámara, donde hay una gran cantidad de repertorio interesantísimo para explorar. Y en cuanto a dónde, por el momento me veo viviendo en París, viajando mucho, pero sin dejar de mirar hacia el sur.

 

*Retrato de Carmen y Ana Mainer Martín.

 

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