Blogia
Antón Castro

INGRID BERGMAN. RETRATO DE GORDON PARKS. POR ALEJANDRO ALAGÓN

INGRID BERGMAN.  RETRATO DE GORDON PARKS. POR ALEJANDRO ALAGÓN

 

RETRATO DE INGRID BERGMAN

EN BLANCO Y NEGRO

 

COMENTARIO DE UNA FOTOGRAFÍA

DE INGRID BERGMAN

POR ALEJANDRO ALAGÓN

 

  Ésta es otra de esas poderosas instantáneas que llaman la atención. Fue tomada por Gordon Parks durante el rodaje de la película Strómboli en Italia. La radiante imagen de Ingrid Bergman cautiva a la cámara, a pesar de que siente incómoda y ladea la mirada al oír lo comentarios o murmullos de tres mujeres enlutadas que la miran con envidia. Mujeres de distintas edades y estaturas, pero unidas en ese atuendo común que incluye, zapatos. medias, faldas, chaquetones, abrigos y pañuelos negros. Es la modernidad enfrentada al pensamiento arcaico, primitivo, de una sociedad cerrada. Una forma de pensar atávica, ancestral, heredada de madres a hijas en una isla, un entorno aislado. Y frente a esa forma de pensar rancia y anticuada irrumpe el volcán de una belleza nórdica, juvenil.

  Conviven en el rostro de Ingrid Bergman la sombra del reflejo y la claridad, la sombra como metáfora de la críticas de una sociedad cerrada hacia una forastera, que se atreve a llevar un jersey blanco y un cabello sin pañuelo, desafiando a las estrictas normas de un ambiente rudimentario, prehistórico. Quizás murmuran que es una actriz y que ese oficio es sinónimo de una vida sucia, frente al estricto cumplimiento de los mandamientos religiosos que ellas cumplen a rajatabla. Tras esos comentarios áridos se insinúa un secarral, un conjunto de matorrales llenos de espinas, cuya máxima aspiración es recibir una gota de agua que los resucite, ya que sus raíces siempre estará unidas a ese suelo que carece de ambición y que, a veces, se desespera en un conato de erupción.

 Entre Ingrid y el coro de seres, que parecen cornejas, se abre un profundo cráter. A la derecha de la imagen aparecen hombres sentados o asomados en la parte superior a una barandilla, que miran con lujuria a esa belleza, de paso efímero, que ha llegado para rodar en la isla. Son las contradicciones del mundo que empuja a sus gentes hacia la falsedad, la crítica fácil, frases destructoras de mordisco fácil, y miradas lascivas alejadas del catecismo de la escuela rural. Arriba en la colina, se sitúan las casas blancas que quizás cobijan a las mujeres vestidas de negro, como cuervos. Otra contradicción más, el enigma de los seres humanos, su color interior y su color exterior, los valores y los recelos, la suspicacia y la aprensión hacia los nuevo. Cobran vigencia aquí los imponentes versos de Garcilaso de la Vega en este soneto.

 

Coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto antes que el tiempo airado

cubra de nieve la airosa  cumbre.

 

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.

0 comentarios