DIÁLOGO CON MIGUEL MENA: 'CANCIONES TRISTES QUE TE ALEGRAN EL DÍA'
Miguel mena. ‘Canciones tristes que alegran el día’. Pregunta.
¿Las más bonitas canciones son tristes y alegran el día? ¿Suele sucederle eso?
Me gusta todo tipo de música, pero hay algo que me produce un placer especial: conducir por carreteras solitarias mientras escucho música suave, canciones melancólicas con el fondo de paisajes solitarios. En esa situación encuentro una paz y una serenidad inigualables.
¿Qué le ha dado la música a lo largo de 40 años o más?
Para empezar me dio una profesión: me contrataron como locutor de radio para hacer programas musicales y en ello estuve más de quince años. Por esa gatera entré a otro tipo de programas, ya en 1988 con Estudio de Guardia, pero todavía siento una emoción especial cuando alguien me comenta que me escuchaba en los tiempos de Parafernalia o Los 40 Principales. La música me acompaña, me arropa y me produce una curiosidad infinita.
¿Qué le tiran más a un periodista: las historias o los secretos que hay detrás de la vida?
A mí me gustan las pequeñas historias que están detrás de gente corriente. Todo el mundo tiene algo interesante que contar, lo sé muy bien porque he hablado con miles de personas en treinta y siete años de radio. El periodismo que encaja conmigo no es de primicias, exclusivas y grandes titulares. Me atrae la cara B de la vida cotidiana, lo que sin ser trascendente puede ser muy emocionante.
Acababa de publicar ‘Canciones ligeras’ (Pregunta), casi la novela de media vida, y casi en un año arma este libro. ¿Qué quería? ¿Es una reivindicación del escritor que también es periodista o del cronista que también es fabulador?
“Canciones tristes que te alegran el día” es un libro de lenta maduración. Su relato más antiguo se remonta a 2002, con la historia de Los 3 Carino que publiqué en Artes y Letras, y el último tiene fecha de hace unos meses. Por el medio hay textos de épocas muy diversas. Es un libro breve escrito a lo largo de dieciocho años, nada que ver con una novela, que tiene un proceso muy distinto. Este último es una apuesta por la indagación, por el reportaje y por el valor literario de pequeñas historias reales.
Uno de los textos más impresionantes del libro, y hay varios, es el del futbolista Badiola. ¿Qué le conmovió del personaje?
En 2007, Félix Romeo me pidió un relato para el libro que conmemoraba el 75 aniversario del Real Zaragoza. Siempre había tenido la duda de qué había sido de aquel futbolista herido en el incendio del Hotel Corona. Por entonces no se había escrito nada sobre él y me puse a investigar. Llamé a gente de aquí y de allá, periodistas, directivos, futbolistas, y fui averiguando la triste historia que había detrás. Valdano fue especialmente amable conmigo y reveló por primera vez que el motivo de su ausencia aquella noche en Zaragoza fue por discrepancias con el Alavés. Luego, a base de hacer muchas llamadas a Ondárroa, conseguí localizar a la madre de Badiola y el testimonio de aquella mujer, por entonces octogenaria, me conmovió profundamente. El relato finaliza con una frase suya, lo bastante demoledora como para no añadir ni una letra más.
Y no se queda a la zaga el relato del joven oscense Josefo Alcazo, asesinado en Madrid, en el Retiro por los ultras… ¿Se acordaba de la historia o le han puesto tras la pista?
Yo estudiaba en la Complutense cuando mataron a José Luis Alcazo y sufrí varias agresiones de grupos de Fuerza Joven que aparecían de repente en la facultad y arrasaban con todo. Hablo de 1979, 1980, esos años. También los sufrí un par de veces en el Rastro madrileño, cuando aparecían dando cadenazos y empezaban a volar sillas, mesas y tenderetes, con cientos de personas en pánico corriendo a lo loco. Siempre tuve muy presente a Josefo y otros estudiantes muertos entonces. El pasado mes de septiembre, al cumplirse cuarenta años de su asesinato por un grupo de chavales procedentes de Fuerza Joven, realicé un reportaje para la radio. Visité su pueblo, Albero Bajo, muy cerca de Huesca, hablé con sus amigos, y lo más impactante para mí: localicé por teléfono al que fue condenado como autor del golpe mortal. La conversación duró poco más de un minuto y aún tiemblo cuando la recuerdo.
¿Qué crees que pensaría Javier Tebas, jefe provincial de Fuerza Joven de Huesca en 1979, si leyese su texto?
Me gustaría creer que tiene un minuto de compasión para aquel joven paisano suyo apaleado hasta la muerte con bates de béisbol.
¿Por qué le han conmovido y le han posicionado siempre tanto las historias de violencia tan gratuita?
Deploro la violencia de cualquier clase, venga de donde venga, incluida la violencia verbal. Hay que ponerse siempre en el lugar de las víctimas, sentir que su dolor podría haber sido nuestro dolor en cualquiera de esas muertes absurdas.
¿En qué medida en este libro recupera el espíritu de ‘Piedad’?
En toda. Son otras historias, pero el mismo tipo de libro: relatos reales y fotografías. La única diferencia es que en este último los textos son más largos, pero las temáticas vienen a ser las mismas: la violencia, la familia, el azar, la música, el amor, la discapacidad, las paradojas de la vida. Todo eso ya estaba en “Piedad” y vuelve a ocupar su sitio en estas canciones tristes.
En 2011, el día de la muerte de Félix, empezó el ‘Diario de Daniel’, que no tiene muchas entradas. Has pasado del dolor a la emoción y a la aceptación, si me permite decirlo asi. ¿Qué le ha enseñado Daniel, que padece el síndrome de Angelman, o de los niños felices?
Daniel me ha enseñado a aceptar la vida como viene, a saber convivir con la dificultad, a asumir que tu tiempo no te pertenece, a conocer de cerca a toda esa gente maravillosa que tiene como vocación trabajar con la discapacidad, con la enfermedad o con la senectud. Para mí ya eran un ejemplo mucho antes de que apareciera el coronavirus.
¿Qué no sabías de tu familia que te llamaba y has descubierto con ese material histórico y novelesco tan conmovedor?
Me impresionó descubrir el ámbito tan reducido en el que se había desarrollado la vida de mi familia materna durante siglos, sin moverse de dos pequeños valles de la Rioja Baja. Supongo que habrá sido así en la mayoría de las familias, pero verlo corroborado en un documento, con treinta antepasados de cuatro generaciones nacidos durante el siglo XIX en un radio de once kilómetros, me impactó mucho.
¿Un nombre como Ulpiano puede abrir toda una espiral a la memoria?
Era el hermano mayor de los ocho que tenía mi padre. Zapatero de profesión. Contaba 31 años cuando desapareció. En casa nunca se hablaba de él, te ibas enterando por algún primo. También fue un primo quien descubrió los documentos de su encarcelamiento y su orden de traslado de Burgos a Palencia el 3 de agosto de 1936, adonde nunca llegó.
Con lo pudoroso que sueles ser, ¿cuándo y por qué se atrevió a denunciar al religioso Briñas?
Ya había comentado que sufrí abusos en un libro de 2005 (‘1863 pasos’). Lo que ocurrió fue que en la última década mi abusador apareció varias veces en los medios de comunicación por haber sido el fundador de la Escuela de Fútbol del Atlético de Madrid. Aquello me alteró bastante. Hace un par de años, hice gestiones, conseguí su teléfono y mantuve con él la conversación que reproduzco en el libro. Probablemente no habría pasado nada más de no haber sido porque pocos meses después apareció en todos los informativos, junto al presidente atlético, en la presentación del fichaje de Álvaro Morata. Esa continua exhibición pública me llevó a denunciar el caso. Tras de mí aparecieron varias víctimas más, con casos que iban desde los años 60 a los 90. Todos coincidieron en señalar que verlo convertido en un personaje público les resultaba especialmente doloroso, pero ninguno hasta entonces se había atrevido a comentarlo con nadie.
Es como un cazador-fotógrafo sentimental de emociones, de paradojas, de instantes… El libro está lleno de todo ello. ¿No?
El motor que me mueve es la curiosidad. Siempre la he sentido y no mengua con los años, al contrario. Y a menudo la curiosidad por pequeños detalles, por cosas que me resultan emotivas, chocantes o divertidas.
Cuenta varias historias del camposante de Torrero. ¿Qué encuentra en los cementerios?
A mí me parecen un gran archivo de vidas. Unas pocas palabras en una lápida pueden contar muchas cosas. En un pequeño cementerio del Moncayo vi dos nichos contiguos ocupados por dos hermanos fallecidos entre los años 30 y 40. Cotejando las fechas que aparecían allí, comprobé que el segundo había nacido nueve meses y medio después de la muerte del primero. Sus padres lo engendraron días después de perder a un hijo de apenas año y medio. Seguramente fue la manera de enjugar su pena. Detalles así veo a cientos cuando paseo por un cementerio.
Leyendo y releyendo el libro, ¿se ha parado a pensar cuántas vidas hay en una vida?
Es algo que pienso con frecuencia, los vaivenes que da, las identidades que nos va aportando, la responsabilidad que tenemos ante la vida de los demás y cuáles son las cosas que merecen verdaderamente la pena.
¿Cómo debe ser el periodismo de hoy y el del futuro?
Honesto y compasivo.
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