DIÁLOGO CON ROSENDO TELLO
Esta entrevista se publica hoy en Heraldo de Aragón.
Rosendo Tello Aína (Letux, Zaragoza, 1931) sueña los poemas. Acaba de cumplir 87 años y redacta, con infinita paciencia, sus versos, transidos por la memoria, la música, la sensualidad y la pasión por el paisaje y sus ángeles. Publica ‘Apología simbólica del jardín’ (Gara d’Edi-zions), escrito con ese estilo lujoso, ebrio de imágenes y de plasticidad que le caracteriza. Rosendo Tello resume las claves de una lírica imaginativa que mereció en 2005 el Premio de las Letras Aragonesas.
Mis últimos libros vienen a ser una explicación consciente de lo que en mi vida poética ha permanecido inconsciente en mis versos. Mi obra lírica finaliza con el libro ‘Consagración al alba’. Después afronté mi enfermedad y pude escribir tres libros: ‘El regreso a la fuente’, ‘Revelaciones del silencio’ y este, ‘Apología simbólica del jardín’. El primero terminaba un camino nómada por un desierto de la existencia hacia la fuente de un lugar ansiado. ‘Revelaciones del silencio’ regresaba lo que planteaba en mi primer libro, ‘Ese muro, ese silencio’, sobre todo el silencio que habla y no el que silencio que calla.
¿Y ahora? ¿Quería hacer un homenaje al jardín, a la poesía misma y a la música?
‘Apología simbólica del jardín’ es un libro en el que recuerdo a mi padre cuidando amorosamente su huerto llamado La Cerrada, ‘hortus conclusus’, como un jardín. El huerto de mi padre y el huerto de mi casa de Gurrea de Gállego se fusionan convirtiéndose en uno solo: jardín viviente por el que mi padre se pasea en sueños.
¿Ha querido hacer un libro unitario, como una sinfonía?
El libro se divide en cuatro parte relacionadas con el jardín interior, con la intimidad exterior de la existencia, con la poesía y con la música. Las cuatro partes han sido concebidas como una gran sinfonía musical.
¿Pensó en su jardín de la casa de Gurrea, casi un santuario, o en un jardín en abstracto?
El plano real era antes un huerto y ahora, melancólicamente, es un jardín. Está tratado de manera esencial y poética con las adherencias que conlleva. En otra parte del libro se podría pensar en un espacio físico y mental, cerrado en la lírica.
Hay un texto dirigido a un joven poeta. ¿Cuáles serían sus consejos, sugerencias o advertencias a los creadores líricos?
Ese es un poema con fondo real y personal, aplicable a un plano general. Espero que mis consejos y sugerencias sirvan a los que esperan ser creadores líricos. "No te distraigan ni la fama ni el brillo / ni los deseos de gloria; vendrán cuando / tengan que venir...", les digo.
Hay varios poemas de amor, uno específico dedicado a la amada. ¿Cuál ha sido la importancia del amor en su vida?
El amor y la amistad son constantes en mi vida y en mi poesía. Amor y amistad conjuran dos individualidades que se funden en la intimidad interior y perduran a través del tiempo.
Es conocida su pasión por Cernuda y Juan Gil-Albert, pero parece que aquí a veces dialoga con Juan Ramón Jiménez y con libros suyos como ‘Jardines lejanos’ o ‘Arias tristes’.
Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado fueron mis poetas desde mis quince años. Me dejaron una huella imborrable. Después llegaron otros poetas: la Generación del 27 con Guillén, Loca, Cernuda, etc. Luego, los poetas extranjeros, ingleses y alemanes, y entre ellos Rilke y John Keats han tenido mi predilección; de este último, pienso en su ‘Oda a un ruiseñor’. Juan Ramón Jiménez es un poeta excepcional, sin duda.
Ha aprendido a escribir, de nuevo, con la mano izquierda. ¿Ha cambiado eso su manera de componer poesía?
Desde luego, y gracias a mi silencio puedo hacerlo. A veces pienso que mi falta de comunicación con los demás ha sido determinante. La falta de comprensión te marca, la ausencia de interlocutores. Además, oigo menos, el cuerpo me responde mucho peor y mi alma lo siente. Y eso pasa de diferentes formas a mi escritura.
¿Ha encontrado una nueva voz el poeta que ha perdido la voz de trueno tras la enfermedad?
He hallado de otra manera la voz del silencio. He aprendido que necesito hablar, pensar y sentir a solas. El silencio no es el silencio corriente, sino un silencio vivo y sensual. A lo lejos se oye sonar la belleza en el silencio. Cuando uno sueña en la noche, siempre en la noche y no en el día, la belleza se percibe en el silencio mientras espero la llegada de sus imágenes.
Acaba de morir la escritora Ursula K. Le Guin y dice que el ritmo es esencial en la escritura. ¿Qué piensa usted?
Es un tema que me obsesiona y que siempre está ahí. He asimilado el ritmo de la poesía de mi pasión por la música, que es uno de los temas del libro, como algunos otros que siempre me obsesionan: la naturaleza, la hermosura y el pensamiento, que para mí ha de ser esencialmente poético.
*La foto es de José Miguel Marco.