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Antón Castro

LOLA FERREIRA: UN RETRATO

LOLA FERREIRA: UNA MUJER DE LIBROS Y SUEÑOS

Hace unos días, hablé con Lola Ferreira, una gallega en el mundo del libro desde Círculo de Lectores & Galaxia Gutenberg. Ella se despedía de un trabajo que le apasionaba y estaba serena, como siempre, con esa voz tan peculiar. Lola es una mujer de seda y sílabas, una defensora de la cultura y de la edición: conservo muchas de sus notas, de sus cartas cariñosas en las que ponderaba a autores como José Miguel Ullán, José Ángel Valente, José Luis Pardo, Manuel Longares o Juan Eduardo Zúñiga. Ellos, junto a Vassili Grossman, la conmovían a diario, y su deber era que no se rompiesen el hilo del temblor. Se toma un respiro una criatura especial, afable, generosa, de esas que dejan huella. Juan Cruz acaba de hacerle un precioso retrato en una contraportada de ‘El País’. La foto es de Bernardo Pérez.

 

"NUNCA PRETENDÍ ESTAR AL MISMO NIVEL QUE LOS AUTORES"

-LOLA FERRERIA FUE RESPONSABLE DE COMUNICACIÓN DE CÍRCULO DE LECTORES Y DE GALAXIA GUTENBERG

Por Juan CRUZ. El País. 8 de febrero de 2012

Esta mujer que se sienta y pide un cruasán en esta tienda-cafetería ecológica que lleva nombre tan literario es aquí la protagonista de un desayuno. Pero durante más de veinte años no se ha enterado de lo que ha comido; ha estado junto a los autores, “viviendo sin ser vista”. “Han sido tantos, tantas comidas...”. Ella los ha pastoreado como responsable de comunicación de Círculo de Lectores y de Galaxia Gutenberg.

Es Lola Ferreira, un nombre mítico en el sector. Ya no ocupará ese puesto. Seguirá vinculada al Círculo para un proyecto específico: la conmemoración de los cincuenta años de este “centro neurálgico de la apuesta por la lectura en España”.

Fue batalladora (“prochina, eran otros tiempos”) en los años del antifranquismo; en una película de Pere Portabella (El sopar) cuenta su lucha, sus “tres años de cárcel, las discusiones ideológicas desatinadas que tenían en prisión...”).

Luego entró en el mundo editorial, donde tuvo, dice, “la suerte de encontrar a gente como Pancho Pérez González, cuya frase ‘Un libro ayuda a triunfar’ sigue valiendo quizá más que nunca”. Este trabajo la llevó “a conocer gente extraordinaria, como Octavio Paz y José-Miguel Ullán, Peter Esterhazy e Imre Kertesz, José María Ridao o Juan Eduardo Zúñiga, Carlos Edmundo de Ory o Nicanor Vélez, artífice de nuestra maravillosa colección de poesía y fallecido a finales de 2011”.

Referente del mundo editorial, cree que "culturalmente somos hoy más vulnerables"

Se detiene poco en la comida Lola Ferreira; está acostumbrada a ver comer, a nutrir egos literarios, cuyo alimento es el mimo. “Yo no he pretendido dominar el ego; solo he tratado de ser discreta, no pretendí nunca estar al mismo nivel que los autores”. Ayer recordaba, ante la muerte de Tàpies, “la maravillosa conversación que tuvo con Valente, recogida en Conversación ante el muro, iniciativa de la revista La Rosa Cúbica”.

¿Y cómo comían esos autores? “A Valente le encantaba el pescadito frito de Almería, donde tuvo su casa, pero era feliz con la cocina gallega, su tierra...”. ¿Y Paz, tan cotilla? “Era de una vivacidad apasionada. ¡Lo seguía todo al día! Pero solo le vi comer en sitios institucionales”. ¿Y la comida de Lola? “Yo me conformo con las croquetas de El Quinto Vino [su taberna favorita en Madrid]”.

Deja el acompañamiento de escritores —“donde he tenido al lado a compañeros valiosísimos, Miguel Ángel Delgado e Isabel Lerma”— en un momento muy malo para el sector. “¿Cómo saldremos de la vorágine? Lo que sé es que el resultado de lo que pase no me atrevo a calificarlo de mejor o de peor, pero será distinto. Culturalmente, ahora somos más vulnerables”.

Muchos almuerzos, muchas cenas... ¿Y si tuviera que reunir ahora en torno a una mesa a los que forman parte de su memoria? “Uy, hay tantas ausencias. De los que están por aquí llamaría a Esterhazy, a José Luis Pardo, a Miguel Morey, a Azúa, a Ridao, a tantos y tantos, a Longares, a Zúñiga, a Jordi Llovet...”. ¿Y qué les ofrecería de comer? “Todos querrían jamón, croquetas, y cada uno elegiría a su gusto el segundo. Y yo misma creo que elegiría lomo bajo bien hecho. ¡Pero no me lo comería todo!”. Estaría comprobando que los autores estaban felices.

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