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Antón Castro

DAVID TRUEBA. ENTREVISTA

 

CINE. David Trueba (Madrid, 1969) estrenaba hace algunos días en Zaragoza, en el Paraninfo, a las 22.30, ‘Madrid 1987’, su nueva película, que edita Anagrama en un estuche con el texto del guión. Cuenta la historia de un encierro en el baño de un viejo lobo del periodismo y una joven. [Este texto se publicó en ’Heraldo de Aragón’]

 

Hasta lo malo te puede

llevar a lo maravilloso”

 

La gran tragedia  de nuestro mundo es

quitarle a los jóvenes la pureza y los ideales”

 

¿Qué tenía de especial el año 1987?

Nada especial, por eso me gustaba utilizarlo. Creo que toda fecha esconde algo trascendente y que las personas menos relevantes también hacen la historia cada día. 1987 era un año especial para mí, entré en la universidad y sentí que el país se satisfacía en su entrada en la OTAN y el Mercado Común hasta límites impropios, que propiciaron una siesta institucional que dura hasta hoy. Ningún esfuerzo por la transparencia, por armar la sociedad civil, por mejorar un país que tiene todas sus estructuras heredadas de la dictadura. Y además nació el pelotazo como orden moral en todos los estamentos, incluido los culturales. Vamos, un año histórico.


¿Qué tipo de película quería hacer con ‘Madrid, 1987’?

Quería que fuera una película íntima, pero con enorme esencia. Que hubiera poca distracción y que lo espartano ayudara a comprender mejor, a través de los personajes, lo que quieres contar. Menos es más, o al menos puede serlo, y ese baño donde sucede el relato quería que contuviera los dos estados de ánimo de dos generaciones en esa época. Y nunca renunciar a la historia particular de los dos personajes, su deseo, su ambición, las dos pieles, tan distintas, que son la clave estética de la película.

 

¿Se inspiró en una leyenda, no sé si urbana o real, de Paco Umbral y su pasión por las jóvenes?

Me gustaba esa representación de Umbral del deseo de las jovencitas, las ninfas, entre literario y desinhibido. Pero creo que era extensible a personajes del periodismo de esa época. Se contaban cosas muy sustanciales de Emilio Romero, Anson o Julián Lago. Algo de eso había en el ambiente, claro, era un país muy distinto y la mujer muy diferente a la de ahora. Me gustaba retratar eso con fidelidad, no caer en la reconversión a la moral actual.


Hay otro homenaje, en la historia de Suso, al periodista Martín Prieto, secuestrado en apariencia por ETA...

Sí, son anécdotas de periodistas, es un género que me encanta desde que leí ’Primera Plana’ de Ben Hecht y McArthur. Una obra maravillosa que abrió el género del periodista cínico y deslenguado.


Cuando presenta al personaje, dice: “No es un hombre guapo, pero ser famoso le hace interesante”. ¿Lo cree así?

Es otra de esas mentiras sostenidas. Ha habido chicas modernas y jóvenes que me han dicho que es imposible que esta historia sucediera. Otras en cambio me han contado, a raíz de la película, sus episodios personales en ese ámbito. La experiencia, y si preguntas a la gente y la escuchas, te demuestra que la gente que dice que algo no puede pasar lo que le sucede es que carecen de curiosidad por los demás y hasta por la vida. La fama, en lo que tiene de poder, es un atractivo. No tienes más que mirar ciertas parejas, donde el atractivo, es obvio, viene de lugares recónditos. Alguien con talento puede ser muy atractivo. Por suerte, si no, aquí solo tendría vida sexual Cristiano Ronaldo.

¿Derivan de un accidente o del azar las cosas más insólitas de nuestra vida?

A menudo es así, el azar y el riesgo, también los accidentes, nos colocan en lugares no previsibles y por tanto muy estimulantes. No hay que protegerse de lo sorprendente, sino abrirse a ello. Hasta lo malo te puede llevar a lo maravilloso.


¿Qué pasa ahí dentro? ¿Una aventura sexual de un lobo de la literatura y el periodismo con una joven, una historia de amor y claustrofobia, un debate generacional?

Me gustaría pensar que un poco de todo eso. Pero sobre todo el cruce de dos visiones de la vida, la que está de vuelta, cargado de cinismo y fatalismo, y la que aún camina hacia el futuro con ideales y ganas de cambiar lo que está mal. La gran tragedia de nuestro mundo es quitarle a los jóvenes lo que tienen de pureza y de ideales. Ver una juventud sin espíritu de lucha, vencida, que acepta la sociedad del dinero y el cinismo es muy triste. Limar sus ambiciones, destruyen el alma de la sociedad.

 

¿Ha encerrado a los personajes para hacer, también, una película sobre la libertad, la emoción, el amor, la desesperación?
Cuando era joven, y creo que le pasa a la mayoría de los jóvenes decentes, tienes una sensación de prisión. Te sientes encerrado en dimensiones diminutas, que te oprimen: tu país, tu entorno, tu familia, tu clase... La película quería desarrollar esa metáfora de encierro juvenil y además poner la presencia del poder a tu lado. Siempre me gustaron las películas de dos personajes, desde ’Mi cena con André’ a ’Mi noche con Maud’, pero también ’Antes del atardecer’  y ’Antes del amanecer’ de Linklater, y por supuesto ’¿Qué hora es?’ o ’Una jornada particular’ de Ettore Scola.


¿Qué dificultades ha tenido en el rodaje?

Solo teníamos trece días de rodaje, no teníamos tiempo para recibir a la prensa ni agente de prensa, no teníamos distribuidora ni ningún canal de televisión detrás, así que éramos una película secreta incluso cuando se consiguió estrenar.


¿Cómo ve a los actores?

Han sido maravillosos. Pepe Sacristán, permitiendo que se aportara su carácter de icono de aquella época y con una generosidad vital y profesional ejemplar. Y María es muy especial, una chica delicada y fuera del arquetipo de la chica moderna. Lo pasamos de maravilla. Todo el mérito es de ellos, les gustó mucho el guión y hasta me empujaron a mí  para hacer la película cuando todo se puso en mi contra a nivel de financiación y producción convencional.

 

¿Cómo ha evolucionado el cineasta y guionista David Trueba? ¿En qué ha cambiado? ¿Es más valiente, más libre, no temes ser minoritario?
No, siempre he dejado que me guiara mi intuición, no abrir sitio al cálculo de carrera. Sé que hay gente que aprecia una película más que otra, pero para  mí forman parte de una continuidad que me retrata en cada instante, No aspiro a más. Todas ellas eran la película que quería hacer en cada momento. He sido  muy afortunado y soy culpable de todos mis errores.


¿Cómo conviven el guionista y el director de cine y el crítico de televisión?

De maravilla. Siempre me han encantado los críticos que tienen un perfil profesional, que trabajan en el medio y por lo tanto conocen desde dentro muchas cosas. De todas maneras mi columna en El país, desde que la fundó  Haro Tecglen, es una columna de opinión más que de crítica. Hablas de todo lo que pasa o lo que quieras. Yo trato de asociarla más a la televisión, pero es una cosa mía, porque creo que ayuda a los lectores que llegan a esa sección.  Además la tele es un mundo paralelo y merece una observación comparativa con el mundo real constante. La verdad es que me lo paso muy bien, me siento privilegiado y en elmomento en que m ponga a escribir una novela en serio seguramente tendré que dejarlo, porque a la escritura sí que le resta mucho tiempo la columna diaria.

Ahora que no hay dinero, ¿cómo se va a hacer el cine?

Sufrirá porque necesita un tejido industrial. Es un error de cálculo del gobierno, las industrias del entretenimiento han mantenido o catapultado las economías de países como Estados Unidos, Japón o Corea. Incluso Francia e Inglaterra, las explotan porque saben que tienen futuro y traen trabajos de alta calidad.

 

¿Entonces?

Es patético que en España se puedan subvencionar constructoras, bancos y toda la patulea de industrias sin futuro que elijas, y en cambio los sectores con más futuro, como el videojuego, la música, la cultura, tengan que sufrir cada día la sospecha interesada. Pero hay cine hasta en Palestina, surge de una necesidad personal y tendrá que seguir haciéndose en cualquier situación que sea.

 

 

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