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Antón Castro

CINCO POEMAS DE LUISA MIÑANA

CINCO POEMAS DE LUISA MIÑANA

[Luisa Miñana, poeta, narradora y especialista en los nuevos soportes tecnológicos y editora, publica en Olifante un nuevo poemario: ’Ciudades inteligentes’. Aquí ofrezco una selección de cinco textos. La foto es de Columna Villarroya.]

 

Balcón

 

Antes plantaba flores. Cultivé geranios media vida 

como si fueran a salvarme de algo.

Los cuidé casi igual que a mis hijos. Ahora riego esta antena parabólica, con más mimo aun si cabe, para que crezca 

y me proteja de la desgracia como la carpa de un circo.

  

Panadería

 

Para la arquitectura de mis huesos guardo

la levadura blanca y la primera espiga que levantara el sol  sobre la tierra, no importa cuándo fuera. Y para que se aligere  el ritmo de la circulación en mis arterias, recurriré al agua  que apuntaló la vida en un principio, cuando no había tumbas,  sino sólo paisaje, y eran tan semejantes muerte y vida.

Para continuar viviendo sin pensármelo mucho, me obligo

a alimentarme en lo sencillo y a entretenerme lejos de la ciudad y de sus cementerios. Debo evitar a toda costa la bulimia 

que enrarece la atmósfera de mi respiración, debo volverme  tan transparente como la sal.

 

Cafetería

 

Todos los días, a la hora en punto, como un tren de alta velocidad, la máquina bombea en mi organismo

la dosis de cafeína que preciso para recomponer con elegancia el equilibrio: todos los días 

en este viejo bar entra directa por la fístula de la costumbre  hasta mi corazón.

 

Amante con cigarrillo

 

 

Te deberé la vida, afirmo en voz muy baja, sin oxígeno.

Y él piensa que lo digo como una parte más de este juego amatorio que los dos nos traemos. El riesgo azuza las ganas

de ofertarle la piel en prenda. Y él recorre primero mis piernas con su boca y estruja luego mis costillas.

Te deberé la vida. Y él golpea

en el único peldaño de mi cuerpo que no me pertenece.

Por fin la muerte ablanda mi vida equivocada. Y oigo

la balacera en el cuarto de al lado. Se echa a un lado en la cama y su risa es brutal e inacabable. Ya no le teme a nada.

Llega un sms a mi teléfono. Fumo. Susurro: no podemos salir hasta mañana, hay redada. Ok, me dice, y fuma, bebe un trago, y me apunta con el mando a distancia de la televisión.

 

 

Ciudades inteligentes

 

Si hubiera que morir, morirse en Montparnasse sería soportable. Para morir, París, ya lo dijo Vallejo.

Y Vallejo decía: la soledad, la lluvia, los caminos… Tú me amas en Londres, yo me muero

en París. Una vez y otra vez voy muriendo pegada 

a las querencias aprendidas:

me moría en Raspail, en el Café Le Dome, en la Rotonde,

junto a la Gare de Montparnasse, siempre esperándote y viéndote marchar una vez y otra vez y otra vez …

Constantemente ruedan, se transforman, lugares de partida 

y de destino en los paneles –sin principio ni fin– de información.  Mis vidas cambian más rápido que yo.

Y decía Vallejo: la soledad, la lluvia, los caminos…

Alguien grita mi nombre, resuena en Buenos Aires, cruza 

el océano Atlántico y retorna –mi nombre– embridado a la órbita  de un satélite, ondeando en el cielo como un anuncio antiguo,  como un ala sin aire del pasado.

Yo me muero en París bajo la forma subjuntiva del silencio.

Es un tiempo sin luz el subjuntivo, no se conjuga ni funciona  en los vídeos ni en las fotografías. ¿Dónde te buscaré, 

si no te reconozco?

En Buenos Aires, en Londres, tú me amabas.

Intentarás amarme en Estambul, porque Estambul reúne,  estadísticamente comprobado, la tasa mundial más elevada 

de amores literarios y desapariciones.

Atravesando el Bósforo de Occidente hacia Oriente alguien toma

mi mano. Cierro los ojos, debo fiarme. Ni el saber de la sangrada  Alejandría, ni el arte de Venecia, ni siquiera las horas 

que ya nadie recuerda, excepto yo, de infinitos veranos 

a la orilla del mar en Barcelona justifican la vida. Sólo el amor funámbulo sobre los continentes la sostiene.

¿Dónde vas a llevarme? La soledad, la lluvia, los caminos…Tú me llamas a gritos desde Delhi, Moscú, La Meca o Sidney. Yo me muero en París,

una vez y otra vez, y para amarte me reinicio y borro

mi memoria, vengas de donde vengas.

Tú me amas en roma, Nueva York, en DF, en Manila,

o en Santiago de Cuba. Yo moriré asomada en primer plano

desde la gran pantalla del cielo de París, en Montparnasse,

pues soy amante fiel y tú me necesitas atrapada en tu red: los caminos, la soledad, la lluvia … Ya decía Vallejo.

1 comentario

Luisa Miñana -

Antón, como siempre, muchas gracias, por este post, y por este blog y por todo el trabajo incansable. Un abrazo.