CINCO POEMAS DE LUISA MIÑANA
[Luisa Miñana, poeta, narradora y especialista en los nuevos soportes tecnológicos y editora, publica en Olifante un nuevo poemario: ’Ciudades inteligentes’. Aquí ofrezco una selección de cinco textos. La foto es de Columna Villarroya.]
Balcón
Antes plantaba flores. Cultivé geranios media vida
como si fueran a salvarme de algo.
Los cuidé casi igual que a mis hijos. Ahora riego esta antena parabólica, con más mimo aun si cabe, para que crezca
y me proteja de la desgracia como la carpa de un circo.
Panadería
Para la arquitectura de mis huesos guardo
la levadura blanca y la primera espiga que levantara el sol sobre la tierra, no importa cuándo fuera. Y para que se aligere el ritmo de la circulación en mis arterias, recurriré al agua que apuntaló la vida en un principio, cuando no había tumbas, sino sólo paisaje, y eran tan semejantes muerte y vida.
Para continuar viviendo sin pensármelo mucho, me obligo
a alimentarme en lo sencillo y a entretenerme lejos de la ciudad y de sus cementerios. Debo evitar a toda costa la bulimia
que enrarece la atmósfera de mi respiración, debo volverme tan transparente como la sal.
Cafetería
Todos los días, a la hora en punto, como un tren de alta velocidad, la máquina bombea en mi organismo
la dosis de cafeína que preciso para recomponer con elegancia el equilibrio: todos los días
en este viejo bar entra directa por la fístula de la costumbre hasta mi corazón.
Amante con cigarrillo
Te deberé la vida, afirmo en voz muy baja, sin oxígeno.
Y él piensa que lo digo como una parte más de este juego amatorio que los dos nos traemos. El riesgo azuza las ganas
de ofertarle la piel en prenda. Y él recorre primero mis piernas con su boca y estruja luego mis costillas.
Te deberé la vida. Y él golpea
en el único peldaño de mi cuerpo que no me pertenece.
Por fin la muerte ablanda mi vida equivocada. Y oigo
la balacera en el cuarto de al lado. Se echa a un lado en la cama y su risa es brutal e inacabable. Ya no le teme a nada.
Llega un sms a mi teléfono. Fumo. Susurro: no podemos salir hasta mañana, hay redada. Ok, me dice, y fuma, bebe un trago, y me apunta con el mando a distancia de la televisión.
Ciudades inteligentes
Si hubiera que morir, morirse en Montparnasse sería soportable. Para morir, París, ya lo dijo Vallejo.
Y Vallejo decía: la soledad, la lluvia, los caminos… Tú me amas en Londres, yo me muero
en París. Una vez y otra vez voy muriendo pegada
a las querencias aprendidas:
me moría en Raspail, en el Café Le Dome, en la Rotonde,
junto a la Gare de Montparnasse, siempre esperándote y viéndote marchar una vez y otra vez y otra vez …
Constantemente ruedan, se transforman, lugares de partida
y de destino en los paneles –sin principio ni fin– de información. Mis vidas cambian más rápido que yo.
Y decía Vallejo: la soledad, la lluvia, los caminos…
Alguien grita mi nombre, resuena en Buenos Aires, cruza
el océano Atlántico y retorna –mi nombre– embridado a la órbita de un satélite, ondeando en el cielo como un anuncio antiguo, como un ala sin aire del pasado.
Yo me muero en París bajo la forma subjuntiva del silencio.
Es un tiempo sin luz el subjuntivo, no se conjuga ni funciona en los vídeos ni en las fotografías. ¿Dónde te buscaré,
si no te reconozco?
En Buenos Aires, en Londres, tú me amabas.
Intentarás amarme en Estambul, porque Estambul reúne, estadísticamente comprobado, la tasa mundial más elevada
de amores literarios y desapariciones.
Atravesando el Bósforo de Occidente hacia Oriente alguien toma
mi mano. Cierro los ojos, debo fiarme. Ni el saber de la sangrada Alejandría, ni el arte de Venecia, ni siquiera las horas
que ya nadie recuerda, excepto yo, de infinitos veranos
a la orilla del mar en Barcelona justifican la vida. Sólo el amor funámbulo sobre los continentes la sostiene.
¿Dónde vas a llevarme? La soledad, la lluvia, los caminos…Tú me llamas a gritos desde Delhi, Moscú, La Meca o Sidney. Yo me muero en París,
una vez y otra vez, y para amarte me reinicio y borro
mi memoria, vengas de donde vengas.
Tú me amas en roma, Nueva York, en DF, en Manila,
o en Santiago de Cuba. Yo moriré asomada en primer plano
desde la gran pantalla del cielo de París, en Montparnasse,
pues soy amante fiel y tú me necesitas atrapada en tu red: los caminos, la soledad, la lluvia … Ya decía Vallejo.
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Luisa Miñana -