Blogia
Antón Castro

MAS DE DIEGO O MASADA AZCÓN: VIAJE EN EL TIEMPO

MAS DE DIEGO O MASADA AZCÓN: VIAJE EN EL TIEMPO

Desde hace algunos años, quizá veinte tal vez, los descendientes de la masada Azcón o Más de Diego de Ejulve celebran un día anual de encuentro. La saga es prolija y soy incapaz de resumirla, por eso me quedo más cerca de lo que más me toca: allí vivieron Francisco Gascón y Carmen Pascual, y luego sus tres hijos: Leoncio, mi suegro, Almerinda, cuyo nombre salió de un cuento, y Vidal. Los dos primeros han fallecido, y Vidal, de 73 años, padre de tres mujeres (María José, Anabel y Almerinda) y marido de Isabel, sigue trabajando en lo que puede: cuida los huertos, recoge el cereal, visita el gran territorio del Mas de Diego, usado aquí y allá, en distintas maquetas, como modelo de masada del Maestrazgo.

 

Hacía algún tiempo que no iba. En los últimos años me había distanciado de la celebración, y he vuelto con mis familiares. Esta vez había menos gente, mucha menos, pero la tarde del sábado volvió a ser una tarde de risas, de recuerdos, de meriendas y de poesía. Una de las descendientes de la masada, Apolonia, tiene por feliz hábito escribir un poema la víspera o la antevíspera. Y este año también fue así: redactó un poema en verso libre, sin ningún tipo de rima ni siquiera en asonante, y lo leyó con su sinceridad y su gracia habitual. Volvió a pedir la libertad, la paz y la convivencia, y recordó el agujero de ozono, aquellos tiempos en que no había televisión ni nevera ni preservativos, y no quiso mentar la bicha del rencor, lo digo porque salieron a relucir los crímenes del pasado y esos laberintos tan difíciles de encauzar como los de la memoria histórica.

 

La masada Azcón es un lugar con vistas hacia Molinos sobre todo. Se encuentra en lo alto de una loma: al fondo campan los ciruelos, una fuente más bien escasa, la floresta de robles y carrascas, los caminos hondos que desaparecen en el bosque o en las laderas de un monte abajo. Aquel es un paraíso rural en el destacan la fuerza de sus celajes, el vuelo admirable de los buitres o las cordilleras a lo lejos, que se recortan a lo largo de un horizonte casi intangible. Hice muchas fotos. Me gustan los interiores del antiguo porche, las paredes desconchadas como un cuadro de Tàpies. Ahora mismo acabo de acordarme de algo: Modest Cuixart tuvo una aya de Ejulve, Dolores Pascual, que lo cuidó y lo mimó; de vez en cuando, hace ya algunos años, él venía a verla y pasaba algunos días en Ejulve. Una vez regresó, convertido ya en un pintor famoso, y le dio a Francisco, el hijo de Dolores hasta tres cuadros de colecciones especiales y específicas que sin esas piezas estarían incompletas. Cuixart le dijo: “Cúidalos. Estos cuadros tienen gran importancia. Forman parte de una colección imprescindible”.

 

No podría enumerar aquí a todo el mundo. Esta vez, como en los dos años anteriores, Isabel Brumós, esposa de Leoncio, no quiso venir. Conservo un montón de fotos donde están ambos sentados, riendo, charlando y comiendo: Leoncio salió de aquel lugar prácticamente para compartir su vida con esta mujer apacible y elegante que solo ha cometido un pecado en su vida: llamarse “Feíca” a mi perra Zara, de raza boxer.

 

Quizá sea su única ligereza o imperfección. La verdad, no sé cómo definirla… *La foto es de Modest Cuixart, vinculado sentimentalmente con Ejulve. 

0 comentarios