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Antón Castro

AMÉLIE NOTHOMB: ASÍ ESCRIBE, CASI A CUCHILLO

AMÉLIE NOTHOMB: ASÍ ESCRIBE, CASI A CUCHILLO

 

Josep Massot firma casi todos los lunes en La Vanguardia una sección que me gusta mucho y que, imagino, no tardará en recoger en un libro: “Vidas contadas”, que suele llevar fotos de José María Alguersuari. Ayer dedicaba su perfil a una inquietante escritora, Amelie Nothomb, nieta de Paul Nothomb (la oveja negra de una familia de derechas: combatió en España y era escritor). Massot resume así algunas facetas:

 

“La angustia le convirtió en escritora compulsiva: se levanta a las cuatro de la mañana y escribe con un Bic azul –dice no tener ni móvil, ni ordenador ni televisor- hasta las ocho, alimentada, como Balzac hacía con el café, con medio litro de té negro. Escribe –confiesa- casi una media de cuatro libros al año, pero publica sólo uno: Le Fait du Prince [el libro que sale el 21 de agosto] es el decimoséptimo publicado y el 63º escrito. (…) Escribe “para escapar de la angustia”, porque inventar otros mundos, nombrar las cosas, es la única manera de exorcizar el peligro. Escribe tan fácil como se lee, sin arquitecturas literarias y apenas dos personajes. Simple: tesis-antítesis, con diálogos a lo Diderot, absurdos y mordaces, fascinada por la monstruosidad, con sexo sólo indirecto. Cuentos, metafísica de lo cotidiano, escritos a cuchillo”.

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Expo No -



¿Por qué decimos NO a la Expo?



FIRMAR EL MANIFIESTO, p2
Manifiesto en aragonés, p3

La Expo 2008 de Zaragoza ha traído consigo la “Gran Transformación” de nuestra ciudad. Esto es lo que nos dice la propaganda oficial. Y sin duda, Zaragoza se está transformando, pero... ¿en qué?

Las operaciones urbanísticas asociadas a los macroeventos (Expo, Fórum, Copa América, Olimpiadas…) no son un efecto secundario sino su principal razón de ser. A nadie se le escapa que, para hacer las exposiciones y charlas previstas, hubiera bastado con la Feria de Muestras, la Multiusos y algún otro espacio más. Pero ese no era el objetivo, claro.

Los tres meses que nos esperan de fuegos artificiales son la excusa, pero también una pieza fundamental, para convertir nuestra ciudad en una empresa dinámica y competitiva – una marca - que compita con otras ciudades por turismo e inversiones. Para ello, Zaragoza, tiene que quedar “bonita”, “limpia” y, sobre todo, generar “un ambiente propicio para los negocios”.

El macroevento es una pieza fundamental para crear la ciudad-marca, la ciudad-competitiva, la ciudad-empresa, porque acelera la transformación urbana, pero sobre todo porque genera el consenso de los agentes económicos y sociales, y el entusiasmo ciudadano alrededor de un objetivo común: La Expo, que pronto se equipara con la propia ciudad. Así se va generando un “patriotismo de ciudad” donde no hay intereses encontrados, donde lo que es bueno para la ciudad es bueno para sus ciudadanos, donde no hay apenas debate, donde no hay fisuras acerca del modelo de desarrollo.

Y para triunfar, el tema elegido es muy importante. Sin duda una Expo sobre maquinaria agrícola no hubiese despertado el mismo fervor social. Siempre se eligen temas como la paz, el deporte, la cultura... Aquí se eligió “agua y desarrollo sostenible”, con lo que, además, se ganaba el apoyo de parte del tejido social que podría haber sido crítico con todo lo que se venía encima.

El problema es que lo que es bueno para atraer al turismo y a la inversión, lo que es bueno para “la ciudad”, casi nunca lo es para la gente que vivimos en ella.

La Expo nos deja una ciudad hipotecada por años, si no décadas, en una locura de derroche (papeleras, bancos y fuentes exclusivos a 1.873 euros la unidad, fachadas y edificios que se tiran al día siguiente del cierre...) y de desfases presupuestarios consecuencia de las prisas. El suculento negocio para los mismos pocos de siempre a costa de las arcas públicas (de Zaragoza o de Madrid) ya está hecho. Al resto nos quedarán unos servicios sociales camino de la precarización y la privatización, unos mínimos presupuestos para cultura...

La Expo nos deja un río herido a su paso por Zaragoza, con un canal cavado en su seno para meter barcos grandes para turistas. Un azud. Unas riberas, por fin arregladas, tras la tala de centenares de árboles porque ralentizaban el ritmo de las obras. Más de una decena de denuncias por parte de organizaciones ambientalistas que han recibido el silencio por respuesta.

La Expo nos deja un meandro de huerta periurbana convertido en un centro de ocio privado (campo de golf, canal de aguas bravas, apartahotel..) y en un parque empresarial a unos precios de risa.

La Expo nos deja una ciudad con la calle prohibida para su disfrute y para la protesta. Cientos de nuevos policías de diferentes cuerpos, que han venido para quedarse, se encargarán de los que nos quejemos, pero también de los pobres y no tan pobres que quieran dormir en los parques, de los que coman o beban fuera de un negocio, de los que jueguen...

La Expo nos deja una ciudad inabarcable, con nuevos barrios como Arcosur que contaban con gran oposición política y social, hasta que por arte de la magia de la permuta de terrenos de Ranillas, una parte de esa oposición desapareció. Nuevos barrios con miles de viviendas nuevas mientras más de 50,000 viviendas siguen vacías en el centro consolidado de la ciudad. Nuevos barrios en medio de una nada que habrá que urbanizar y dotar de servicios mientras los barrios antiguos necesitan esos recursos para mantenerse. Nuevos barrios que necesitarán el coche para moverse.

Pero sobre todo, la Expo nos deja en el camino de un modelo de desarrollo devorador de recursos naturales y de personas, con esa lógica política que prima el beneficio privado por encima del bien social necesaria para “poner la ciudad en el mapa” y traer inversiones y turistas. Donde la ciudadanía no somos más que mendigantes de trabajo, consumidoras/es y público dispuesto para el aplauso. Y todo ello con la hipocresía de la etiqueta verde como generador de legitimidad.

Por todo esto hacemos un llamamiento, no sólo a no colaborar con la Expo, si no a luchar contra este macroevento y lo que representa, en la forma que cada cual encuentre más oportuna; a resistirse contra este modelo de desarrollo; a rebelarse contra la ciudad-empresa; a romper consensos legitimadores; a crear resistencias.