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Antón Castro

WILLIAM FAULKNER: GRANJERO Y PREMIO NOBEL

WILLIAM FAULKNER: GRANJERO Y PREMIO NOBEL

El escritor del siglo

 

Mario Vargas Llosa dijo que William Faulkner fue el primer escritor que tuvo que leer con un lápiz, anotándolo todo: las interminables frases, que en algún caso podrían alargarse hasta las diez líneas, los personajes, la complejidad estructural de sus novelas, quizá el léxico. Otros han sufrido idéntica persuasión: García Márquez, cuyos primeros relatos respiran la atmósfera agobiante y tórrida aunque destilan menos talento; Juan Carlos Onetti, que reeditó a su modo en Santa María el universo cerrado y compacto, espejo del mundo, de Yoknapatawpha; el mismo Jorge Luis Borges, que tradujo muy libremente un libro pródigo en paralelismos y virtuosismo: Las palmeras salvajes. Y entre nosotros, el gran heredero de Faulkner fue Juan Benet, quien no sólo fundó Región sino que dibujó los mapas con sus caminos, montes y praderas de su condado de ficción, algo que el caballero del sur --galardonado con el Premio Nobel en 1950-- había hecho desde 1930.

         Nació en 1897, en New Albany (Mississippí), en el seno de una familia arruinada del sur. Su bisabuelo, el Viejo Coronel que le inspiró Sartoris, fue un héroe de la Guerra Civil norteamericana, abandonó el ejército y se dedicó al contrabando, para acabar con el bloqueo del norte hacia el sur; esa ocupación le hizo enriquecerse, y acabó dedicándose a los negocios del ferrocarril y de la banca, además de escribir una novela de gran éxito: La rosa blanca de Memphis. Con cinco años, William se trasladará con su familia a Oxford, donde ocurrirá la mayor parte de sus ficciones. Nada hay demasiado reseñable de su infancia: fue un mal estudiante, un mediocre jugador de fútbol americano, y a los quince años se enamoró de la que sería su esposa, Estelle Oldham, aunque antes vio cómo se casaba con un abogado de Hawai. Trabajó en el banco, escribió mucha poesía, fue dibujante de inspiración modernista, quiso ser piloto de aviación en la I Guerra Mundial pero el ejército estadounidense lo rechazó por bajito (medía 1.65), lo aceptaron en Canadá y navegó por los aires sin llegar a entrar en combate, que era su gran ilusión.

         Faulkner fue siempre un gran mentiroso: al cabo de un tiempo reapareció por Oxford con una leve cojera y dijo que había sido abatido en Francia; ora se fingía dandy impoluto, lo cual le valió el título de El Conde; ora salía a las calles completamente descalzo como si fuese un mendigo; ora deambulaba por aquí y por allá con un ademán cansino de amante despechado. Realizó mil ocupaciones: fue despedido como jefe de boy scouts por su afición al alcohol, trabajó en la librería neoyorkina de la mujer de su gran maestro Sherwood Anderson, estuvo empleado en correos, donde lo acusaron de parlanchín y de curioso: abría los sobres de revistas literarias y las leía con lo cual se producía un considerable retraso en su envío. Incluso solía presumir de que había sido administrador de un burdel en Memphis; decía que el lugar ideal para el escritor es un burdel, por la mañana hay la tranquilidad necesaria, y por la noche el ajetreo de gentes cuya vida podría llenar muchas novelas y alimentar la imaginación del escritor. Faulkner era altivo y a la vez tímido, leía El Quijote una vez cada año, le apasionaba la Biblia (en el fondo, su obra aspira a ser una Biblia de las relaciones humanas) y tenía un gran sentido del humor. Cuando Kennedy le cursó una invitación para que visitase la Casa Blanca, le contestó: "Esa casa está demasiado lejos para comer con personas que no conozco".

         Dominaba muy bien su oficio. "Un escritor nunca logra realizar su sueño de perfección", dijo una vez. Y otra, tras recordar que él era un autor permanentemente inspirado, matizó que la función del escritor consiste en "Crear a partir del espíritu humano algo que anteriormente no existía".

         Su primera novela fue La paga de los soldados (1926). Pasó inadvertida, igual que la siguiente, Mosquitos. Pero su gran periodo de fecundidad se produjo entre 1929 y 1939. Aparecerán todos sus libros capitales: El ruido y la furia (1929), quizá su mejor creación, narrada en primera personal por el joven Benjy, un retrasado mental. Mientras agonizo (1930) es otra narración que destila virtuosismo, tensión, sentido telúrico y fatalidad, está narrada desde un montón de puntos de vistas y desde la órbita de distintos personajes. La anécdota que rodea este texto es sumamente curiosa: Faulkner escribió este libro en un instante en que trabajaba de carbonero en la Universidad de Mississipí; lo hizo durante la noche sobre el reverso de la carretilla con que transportaba el carbón. Con Santuario (1931) ensanchó un cuento antiguo y consumó su texto más escandaloso, próximo --según algunos críticos-- al sensacionalismo macabro. Narra la historia de un joven gángster que, en apariencia, era todo virilidad, al que había conocido una noche de parranda. Popeye, impotente en realidad, presumía de violar mujeres con toda suerte de artilugios: en la novela humilla a la protagonista con una mazorca de maíz. Hay otros títulos como Luz de agosto, Sartoris (reescrita luego en Banderas sobre el polvo), ¡Absalom, Absalom! o la espectacular trilogía de la familia Snopes, El villorrio, La ciudad y La mansión, publicada por Alfaguara, que también rescató, entre otros títulos, La escapada, una nueva traducción de Los rateros, y una selección de su poesía, a cargo de Javier Marías. Falleció en 1962.

         A Faulkner le interesaba el hombre: con su furia, con su desesperación, con su sacrifio, con sus crímenes, con su desamparo. Todos los hombres y mujeres: las ancianas, las jóvenes fogosas, las ancianas llenas de vida y de sabiduría, los negros, los campesinos (su frase favorita era: "Sólo soy un granjero"), los niños. Y a todos ellos los ha metido en un ciclo narrativo sin parangón: duro y terrible, lírico, violento y dulce, envolvente y abrumador. El fresco incontenible de la vida visto, en el profundo sur, por el que acaso sea el novelista del siglo.

[He rescatado este artículo sobre William Faulkner porque acabo de encontrar esta foto de la máquina Underwood que usaba el escritor. La máquina fue localizada en Oxford Mississippi.]

 

1 comentario

Marieta -

Me encanta tu artículo. ¡Qué cosas tan curiosas! Gracias por publicarlo ;-)