XOÁN ABELEIRA ANALIZA EN ADN A SYLVIA PLATH
[La joven periodista Marta Peirano publica en el periódico ADN un estupendo artículo sobre la “Poesía completa” (Bartleby Editores) de Sylvia Plath: “La chica que quería ser Dios”. Y además, le envía un pequeño cuestionario al traductor Xoán Abeleira, donde él le contesta a estos cinco epígrafes sobre su trabajo, la vida y la obra de Sylvia Plath y su marido Ted Hughes.]
El libro. Por lo que yo sé, ésta es la primera traducción de los Collected Poems de Sylvia Plath que se realiza en castellano, y la segunda o tercera que se publica en el mundo (a pesar de ser uno de los libros de poesía más reeditados de la segunda mitad del siglo XX). Desde luego, no creo haber resuelto todos los "enigmas" léxicos, sintácticos, metafóricos... que los poemas de Plath entrañan (incluso para los especialistas anglosajones) pero sí creo haber aportado muchas posibles soluciones a los mismos, mejorando, en buena medida, la calidad de las pocas traducciones que había hasta el momento (la mayoría de ellas, muy defectuosas).
El volumen incluye casi doscientos poemas inéditos en el ámbito hispanoamericano, así como la única traducción de la edición restaurada de Ariel que Frieda Hughes publicó en el año 2004. Siguiendo su edición y las pruebas aportadas por otros críticos, hemos corregido las erratas y la puntuación no sólo de los de Ariel sino también de algún otro poema mal transcrito en su momento.
Así que, el lector y la lectora de habla española, cuenta, en cierto sentido con dos libros a la vez: la Poesía Completa de Plath, y el poemario Ariel tal y como ella lo dejó antes de morir.
¿Por qué Plath? Por la misma razón que Rimbaud, Apollinaire o Desnos. Cuando empecé a traducir, hace ya veinticinco años, lo hice impulsado por los mismos motores que me llevaron a escribir: la pasión y el ansia de "conocimiento espiritual" -digamos. Eso que, en un poemario homónimo, definí como identidad. Y esa pasión y ese ansia, lejos de menguar con el tiempo, se han ido intensificando a medida que he ido "desentrañando" las obras de los y de las poetas que, literalmente, amo: padres y madres, hermanos y hermanas que, en muchos momentos de nuestra existencia, nos ayudan -e incluso nos enseñan- a vivir. A sentir. A Ser.
A Plath, comencé a traducirla hace unos veinte años, cuando publiqué la primera versión que se realizó en castellano de "Tres mujeres" y de Árboles de invierno (en las revistas Cuadernos Hispanoamericanos y Quimera). Dos décadas después, me di cuenta de que, la única manera de "rescatar" a Plath en España, era traducir los Collected Poems, y decidí apostar por una editorial "pequeña", independiente, en vez de por una "grande", integrada en alguno de los grupos capitalistas que imperan a su antojo. Y debo decir que acerté, que acertamos, pues Pepo Paz, el editor de Bartleby, no sólo se implicó de manera extrema en el proyecto sino que me trató como muy pocos editores tratan a los traductores y las traductoras: con suma dignidad.
La labor, en efecto, fue ardua pero muy, muy satisfactoria, pues, al realizarla, me percaté, más que nunca, de la genialidad de Plath. Como dije el día de la presentación en la FNAC de Madrid, comentando unos versos de "Cementerio en noviembre", en más de una ocasión tuve que parar de traducir, deslumbrado ante el talento, casi increíble, de esta mujer que comenzó a escribir y a publicar con nueve años y que, a su cortísima edad, dejó, cuando menos, unos cincuenta poemas incontestables, varias obras maestras de la lírica universal, una gran primera novela, varios relatos hermosos y un diario y una correspondencia de máximo interés. Ni siquiera Lorca, que también era un genio, habría dejado semejante herencia de haber muerto a los treinta años.
Ted Hughes. Mi admiración por la obra de Sylvia Plath es pareja, en efecto, a la que siento por la de Ted Hughes -un poeta que también me ha influido enormemente. De Hughes también traduje una pequeña antología hace años, en la revista El Urogallo. Antología y, a la vez, ensayo que, ahora, he ampliado en gallego y forma parte de un libro en ciernes titulado Catro olladas, catro ventás (Cuatro miradas, cuatro ventanas).
Más de una vez me he planteado la posibilidad de publicar un libro entero de Hughes, pero, por ahora, quiero dejar de traducir por un tiempo. He abordado una treintena de autores y de autoras. En estos últimos tres años, he traducido cuatro libros: dos en gallego (Porca terra, de John Berger, y O viaxeiro astral, de Jack London, con cerca de doscientas notas) y dos en castellano (Plath, y una biografía de Anna Ajmátova, que también incluye muchos poemas suyos). Ahora quiero volver a mi propio trabajo, y sacar adelante varios libros de poemas, relatos y ensayos que llevan parados demasiado tiempo!
La evolución de Plath. No creo haber descubierto nada, en ese sentido, que no hayan descubierto en su día Ted Hughes (también un excelente crítico, y, quizás, quien más ha comprendido la obra de Plath) y los escasos grandes especialistas que existen sobre su obra. Pero me han llamado especialmente la atención: 1º) el enorme dominio técnico, métrico, que alcanzó Plath en muy pocos años; 2º) la manera "concatenada", casi "irracional", como una suerte de escritura automática, en la que Plath crea sus imágenes; y 3º) su intenso amor por las palabras y sus diversos sentidos (idéntico al de Rimbaud, o al de Dylan Thomas: cosa que dificultó aún más esta labor, pero que también me enseñó mucho!).
Respecto a estos tres puntos, podríamos decir que la diferencia entre la primera y la última etapa de Plath es que, en ésta, todas esas virtudes, todos esos logros poéticos ya están plenamente asimilados, interiorizados. En ella, todo fluye ya de manera propia y natural. Y, en el caso concreto de la imaginería, sin el "lastre" de la conexión "lógica": como si el inconsciente de Plath hablase "a chorros", libremente, sin ningún freno -por mucho que ella retocase luego sus versos. Por eso los poemas de Ariel parecen tan "herméticos", a veces; pero, por eso mismo, nos resultan tan increíbles y hermosos.
La muerte de Plath. Es imposible "juzgar", explicar la muerte de cualquier ser humano que decide poner fin a sus días. ¿Quién desea realmente morir cuando se mata? ¿Quién no desea vivir plenamente y ser feliz? En general, todos somos esclavos de nuestra mente, de nuestros pensamientos, de nuestras percepciones, de nuestras sensaciones y reacciones...
Máxime cuando estamos psicológicamente enfermos, deprimidos.
Sylvia Plath, una mujer que amaba con toda su alma a su marido, una madre con dos hijos a los que adoraba, una escritora que sabía que había empezado a crear una gran obra... debió de sufrir enormemente durante sus últimos días para llegar a matarse. Sabemos que todo se puso en contra suya: el desamor, la soledad, la sensación de fracaso, de vacío un invierno terrible que le acarreó un sin fin de problemas domésticos... Sabemos, sobre todo, que estaba física y psicológicamente agotada.
Por la nota que dejó, es probable que confiase en que, al final, alguien la salvase. Como la primera vez. No lo sé. Nadie puede saberlo. Lo que sí sé es que su muerte fue una inmensa pérdida para los que hallamos en su poesía muchas y grandes razones para seguir viviendo. Porque Ariel no es el libro de una mujer que ansía matarse sino el de una mujer que luchó, como siempre lo había hecho, por superar su crisis y renacer una vez más: igual que Lady Lázaro.
*Autorretrato del autor de "Identidades" (Hiperión) y de la traducción de Sylvia Plath.
4 comentarios
Lector -
xoán abeleira -
Te agradecería que le reenviaras a esa persona esta mi
Respuesta: no es cierto que despache por igual a todos los traductores, y mucho menos que no sienta respeto por ellos. Para empezar, he incluído TODAS las traducciones que actualmente se encuentran en España (cosa que no hace casi ningún traductor ni crítico) y sin comentar ninguna. Lo que sí dije es que "la mayoría de las traducciones son muy defectuosas", y es cierto, salvo casos como el de Eli Tolaretxipi y sus compañeros. A Buenaventura lo conozco y lo respeto, y hasta le rindo un pequeño homenaje en mis notas, pero: su traducción de "Ariel" no es ni la de Hughes ni la de PLath, y contiene bastantes errores. De hecho, Munárriz me comentó un día que era la traducción más protestada de Hiperión -cosa que, pese a sus fallos, me parece injusta, pues Ramón fue uno de los iniciadores de Plath en España.
No tengo más que decir, salvo agradecer el comentario crítico -pero injusto, creo.
Xoán Abeleira
Lectora -
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