ADAM ZAGAJEWSKI EVOCA AL PADRE
Desde hace pocos años, soy un buen lector de Adam Zagajewski (Lvov, ahora Ucrania, 1945), que se exilió en París y luego en Estados Unidos. Es poeta y prosista. Acaba de publicar en Acantilado uno de esos libros deliciosos: el poemario ‘Mano invisible’, donde hay un poco de todo: amor y memoria, recuerdo de pasiones pasadas, exaltación de la música y de esa figura casi enigmática e imprescindible que es el afinador de pianos, hay viajes, pensamiento, geografías y atmósferas, pero hay algo muy conmovedor a lo largo del libro: la presencia de su padre, enfermo, con la memoria borrada, hablándoles de su hijo y de sus poemas a sus amigos, etc.
Esos poemas, breves por lo regular, son conmovedores, aunque en realidad es conmovedor todo el libro: elegante, narrativo, lleno de sutileza, de ritmo y de talento. Uno de esos libros de un escritor muy hecho: me ha hecho pensar mucho en Wislawa Szymborska, a la que he estado leyendo y releyendo tras su muerte. Para los amantes de la buena literatura, exquisita y honda, ‘Mano invisible’, en Acantilado y en traducción de Xavier Farré. Este es uno de los poemas que más me gustan:
NO PENSABA EN LA ESTÉTICA
Cuando en los años ochenta mi padre copiaba
para sus amigos mi poema ‘Ir a Lvov’
(me lo explicó pasado mucho, mucho tiempo,
un poco cohibido), no pensaba quizá en la estética,
en las metáforas, sílabas, en un sentido más profundo,
sólo en la ciudad que amó y perdió, en la ciudad
donde quedaron detenidos, como un rehén,
su juventud, su revelación, el encuentro con el mundo,
y seguramente golpeaba las teclas de su antigua y fiel
máquina de escribir con tanta fuerza que, si hubiéramos
conocido mejor las leyes de la conservación de la energía,
sobre esta base podríamos
reconstruir al menos una calle
de su primer entusiasmo.
*Adam Zarajewski, retratado por Jerry Bauer.
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