GEORGES PEREC: RESCATE BREVE DE ALPHA DECAY
Ana S. Pareja me envía un fragmento del nuevo libro de Georges Perec que publica el sello Alpha Decay, que dirige junto a Enric Cucurella. Dice Ana:
Te mando un extractito breve que aparece justo a mitad del libro, ‘¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio?’, de Goerges Perec, y que creo que puede tener cierta gracia suelto.
Lo interesante del libro es que al final existe un índice de muchas figuras retóricas francamente enrevesadas, cada figura aparece en una página del libro, pero no con notas al pie, si en este índice al final.
Así que el lector debe ir al índice, mirar la figura, entender en qué consiste sin ayuda alguna, y encontrar la figura en la página correspondiente.
GEORGES PEREC
Permitidme recordar a grandes rasgos lo que vuestro cerebro de lector ha podido, o habría podido, o hubiera debido almacenar:
En primer lugar: que hay un individuo llamado, quizás aproximadamente, Karacosa, que se niega a irse al mar Mediteráneo (no estoy muy seguro de que se escriba así) mientras las condiciones climáticas sean las que son. Punto este que, además, se precisa poco, atentos como estamos a aquimilar piquiños misterios en torno a nuestro modesto relato; en segundo lugar: que hay una panda de buena gente entre los cuales de los cualos yo me cuento, valientes como Marignan, fuertes como Pathos, sutiles como Artemis, orgullosos como Artabán; en tercer lugar: que hay una tercera persona, de apellido Pollak, y de nombre Henri, de condición cabo furriel, que parece pasarse el tiempo yendo de uno a otros y de otros a uno, y viceversa, en un petardeante pequeño ciclomotor; en cuarto lugar: que este pequeño ciclomotor tiene un manillar cromado; en quinto lugar: que unos individuos que pueden y deben calificarse de comparsas, circulan entre los intersticios del asunto principal y ponen aqueste de relieve siguiendo los mejores preceptos que los buenos autores me enseñaron de pequeño; en sexto lugar: que estando las cosas como están, donde las hemos dejado, tiene uno perfecto derecho de preguntarse: Santo Dios, Santo Dios, ¿cómo acabará todo esto?
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