CRISTINA FERNÁNDEZ CUBAS: UN CUENTO
Ayer, Aloma y yo comimos, en José Luis, con Ignacio Martínez de Pisón, Enrique Vila-Matas, su musa y destinataria de sus libros, Paula de Parma, en otros tiempos Paula Massot, y con Cristina Fernández-Cubas. He escrito varias veces que Cristina influyó mucho en mis inicios, con dos libros deliciosos y turbadores: 'Mi hermana Elba' y 'Los altillos de Brumal'. Nos habíamos visto hace poco en Zaragoza, cuando Cristina recibió el premio Cálamo por el conjunto de sus cuentos, que publicó Tusquets, y le grabamos una entrevista para Borradores. A Aloma le hacía mucha ilusión conocer a Vila-Matas, estuvo muy cerca de él en París pero al final no se vieron (cosa que ambos lamentaron mucho), a Paula y a Cristina. Paula de Parma compró un pequeño libro de Cristina, 'El vendedor de sombras. El viaje', que ha publicado esa activa y apasionada editora que es Diana Zaforteza, en el sello de Alfabia. Aloma también compró un ejemplar, y yo copio esta mañana el más breve de los dos relatos que contiene: 'El viaje', una obra sencilla, mágica, que posee la humanidad y la tersura de los buenos relatos de Cristina.
EL VIAJE
Un día la madre de una amiga me contó una curiosa anécdota. Estábamos en su casa, en barrio antiguo de Palma de Mallorca, y desde el balcón interior, que daba a un pequeño jardín, se alcanzaba a ver la fachada del vecino convento de clausura. La madre de mi amigo solía visitar a la abadesa; le llevaba helados para la comunidad y conversaban durante horas a través de una celosía. Estábamos ya en una época en que las reglas de clausura eran menos estrictas de lo que fueron antaño, y nada impedía que la abadesa, si así lo hubiera deseado, interrumpiera más de una opinión su encierro y saliera al mundo. Pero ella se negaba en redondo. Llevaba casi treinta años entre aquellas cuatro paredes y las llamadas del exterior no le interesaban lo más mínimo. Pero eso la señora de la casa creyó que estaba soñando cuando una mañana sonó el timbre y una silueta oscura se dibujó al trasluz en el marco de la puerta. “Si no le importa”, dijo la abadesa tras los saludos de rigor, “me gustaría ver el convento desde fuera”. Y después, en el mismo balcón en el que fue narrada la historia se quedó unos minutos en silencio. “Es muy bonito”, concluyó. Y, con la misma alegría con la que había llamado a la puerta, se despidió y regresó al convento. Creo que no ha vuelto a salir, pero eso ahora no importa. El viaje de la abadesa me sigue pareciendo, como entonces, uno de los viajes más largos de los que tengo noticia.
El vendedor de sombras. El viaje. Cristina Fernández Cubas. Alfabia: Cuadernos Alfabia. Barcelona, 2009. 28 páginas. (Tomo esta foto de Cristina y sus grandes ojos azules, ojos de mar desarbolado, del blog de Fernando Valls y su nalocos. Fernando es el prologuista de la edición de sus cuentos en Tusquets.)
4 comentarios
Sergio -
Niggerman -
De Antón -
JMR -
Saludos