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Antón Castro

EL RUSO ERRANTE. CUENTO

EL RUSO ERRANTE. CUENTO

Relato de Ángeles PRIETO BARBA

EL RUSO ERRANTE

 

¡Cuánto me odiaban! Y eso que yo, como siervo sagrado, calentaba el lecho de sus esposas y les aseguraba el porvenir con mis bendiciones y pócimas, mientras mantenía con vida al heredero hemofílico. Todo me lo debieron aquellos aristócratas, upires insaciables de sangre campesina. Hasta que una noche me acorralaron entre cuatro, me dieron a comer tarta envenenada, me dispararon una bala al corazón, y después, como chacales furiosos por seguir vivo, perdieron la compostura y descargaron sobre mí todo el cargador, metiéronme en un saco que tiraron de mala manera en la limusina del Gran Duque y se deshicieron de mi cuerpo lanzándome al Neva. ¿Fue aquello el final?, ¿muerto yo, como un perro? No, porque mi cuerpo sobrevivió a los ataques, aún me retorcí bastante sobre las aguas frías y se me endureció el miembro descomunal hasta soltar el esperma divino que fue degustado por los peces que se reprodujeron llegando al mar, donde a su vez fueron deglutidos por un escuálido portentoso y mágico, uno como yo. Y así, dentro de aquel tiburón salvaje, mi estirpe marina logró cruzar todos los océanos imaginables del espacio y del tiempo, del horror y de la infamia, para colmar de sed mi existencia interrumpida. Luego, me bañé en las soleadas playas españolas donde se mataron como fieras los unos a los otros, atisbé las costas de la Dinamarca pútrida recorridas por tanques germanos, en el Japón enemigo emergí para verlo explotar en dos grandes setas blancas. Y tras morir en su cama rusa aquel georgiano salvaje que me sucedió, después de caer el muro que nos separó del resto del mundo, aún no, no tengo bastante. No, no está saciada mi ansia, aún no he visto suficiente pues ahora, dentro del pez inmenso, periscopio para tanta injuria, me dirijo a contemplar a la mismísima Libertad, reina del mundo, ya empequeñecida tras quedar sin el abrigo de sus más altos guardianes de acero.

 

*Ángeles Prieto Barba, escritora gaditana, apasionada de Quiñones, Borges y Medardo Fraile, entre otros cientos de escritores, me envía este relato, casi a modo de regalo de cumpleaños. Gracias, Ángeles. La foto es de August Sander.

2 comentarios

Celebes -

Cuando, por fín, descansó ...

Magda -

Querido Antón, muchas felicidades. Qué la pases muy contento este dia.
Cuanto partas el pastel no te olvides de pedir un deseo.

Un enorme abrazo de cumpleaños.